Un día vas a colocar todas tus cartas sobre la mesa, observarás tus opciones, sonreirás por los lugares que has andado, las dificultades que has superado y las personas que han hecho mella en tu vida; voltearás al pasado pero no de una manera nostálgica ni evocativa, más como alguien plenamente consciente de las bendiciones que has recibido, reconociendo que sin duda alguna ha habido crecimiento y logros durante el proceso.
Mientras tanto, habrás abandonado costumbres que te hacían daño, como la negativa opinión propia; recordando que dijiste "muchas gracias" y continuaste tu camino ajeno a aquellas personas que pretendían arrastrarte a su vórtice temporal de toxicidad, sin duda esperaste que eso produjera algo bondadoso en esa gente.
Si a una persona has podido influir positivamente durante tu camino, sabrás que fue un acto justo y necesario, honesto y humilde; pues no vienes aquí a demostrar a nadie que eres alguien, vienes a reconocer ese "alguien" en todos los demás y a nutrir tus experiencias con sus presencias y la fuerza de su identidad.
Ante todo lo anterior, frente a cualquier necesidad o complicación, sabes que hay personas con las que siempre puedes contar. Que tú seas uno de ellos a cambio es un acto de corresponsabilidad, amor, estima y afecto.
La literatura es al redactor lo que la arcilla al escultor, fragancia al perfumista, suceso al historiador; es importante que dejes fluir aquello que muestra tu genuinidad, pues "imitar" a otros solo deja en claro tu deseo de reconocimiento a cambio de un talento que no estás seguro de poseer; donde desde mi perspectiva, no he conocido a nadie ausente de características brillantes y trascendentes por su propia esencia.
Si mi gusto por la sabiduría, el arte, la cultura, la historia, la sociología, la ciencia, la política, la filosofía, la tecnología, la economía, los deportes y la psicología tiene un origen bien establecido, éste es la observación y el análisis de demasiadas entidades que poseen cualidades maravillosas, y lo poco que he aprendido, ha sido gracias a ellos.
Deambular creyéndose suficiente para todo cualquiera puede, una falacia; colocarse a sí mismos cual bandera que dirige a caminos "envidiables" a través de logros construidos de "aire", deja como consecuencia vacío; y un vacío que no llega por la ausencia de talento, sino por la contención de los mismos. Por eso siempre, después de cada cierto tiempo, es bueno darnos cuenta y poner un poco de atención en nuestros caminos, para así, concluir en una catarsis que nos sirva de medio para seguir vivos.
No tengo internet todavía así que no me puedo ir de largo escribiendo como quisiera. Sin embargo, no podía permitir que el día se me escapara sin publicar algo.
Mi hermana y yo hemos sido educados bajo principios que han sido pieza clave en el desenvolvimiento de nuestras vidas y se han convertido en convicciones determinantes de nuestro bien.
Dondequiera leo estos días que algunos tienen "el papá perfecto, la mamá ideal" y me pregunto: ¿Qué pasaría si yo creyera que mi padre es perfecto? Me respondo inmediatamente como es mi costumbre: Si mi padre fuera perfecto yo jamás habría comprendido el valor del esfuerzo y el trabajo porque todo me lo daría en las manos. Si mi padre fuera perfecto yo me encontraría en otro lado del mundo intentando descifrar la identidad formacional que nunca pude recibir de él. Si mi padre fuera perfecto yo habría crecido como un hombre caprichoso y cobarde, ajeno a carácter y personalidad propios. Si mi padre hubiera sido perfecto yo sin duda alguna habría sido un hijo detestable, un hombre asqueroso y un ciudadano deplorable. Si mi padre hubiera sido perfecto, los valores y las virtudes que con humildad trajo a mi vida, no habrían llegado nunca.
Estoy plenamente seguro de que no en todos los casos es igual; pero yo, con todo mi corazón, agradezco toda la imperfección que hay en mi padre y le bendigo por todo cuanto ha hecho por vernos salir adelante, por amarnos sin medida y estar todos los días que le hemos necesitado ahí para nosotros.
Porque si de una cosa estoy tremendamente maravillado cada que amanece, es de haber estado en los brazos de alguien que me amó desde el primer momento en el que me sostuvo y jamás, ni un solo instante siquiera, me evocó el más mínimo ápice de rechazo o desprecio. Como le dije a mi hermana hace un par de días: Ustedes son un filtro por el que pasa cada una de las decisiones que tomo en la vida. Y aquellas relacionadas al liderazgo, la ocupación, la conducta, el saber y el criterio, definitivamente están más influenciadas por ti, mi amado padre.
¿Qué estás haciendo? ¿Trabajar para pagar tus deudas y así poder tener mejor vida? ¿Endeudándote para que tu vida sea un poco menos austera? Si por mí fuera, estaría escribiendo esto en papel, en algún viejo escritorio, con la tranquilidad de no deberle a nadie... Pero no ha podido ser así. Mis papás me criaron bajo la cultura del "crédito", que hay que pedir a plazo (y pagar mucho más caro) para hacerse de un patrimonio.
Estoy harto, no deseo continuar de la misma forma, pero sucumbo ante la presión social. Que si la casa en Infonavit (peor inversión en la historia de mi vida), que si el préstamo para pagar deudas (las cuales seguramente ya habría pagado), que si el nuevo regalo... En fin, mi asunto no es contra ellos, porque a su vez traen una formación proveniente de sus padres, y así sucesivamente.
Mi queja es en contra de la manera de funcionar del sistema, por cómo te exprime a más no poder desde que tienes capacidad de realizar pagos; y si más te interesa desarrollarte, si un sueldo mejor consigues, más es la porquería que te cae encima en cuando a responsabilidades.
La belleza de ser menor debería de provenir de ese sitio, de la libertad de poder ser tú y que nadie esté hostigando por el pago de la renta, el servicio de teléfono o luz, por el gasto semanal en abarrotes o los egresos de transporte y alimentación. Me siento fastidiado, haberme venido a vivir a la CDMX ha sido una maravillosa inversión, pero me ha dejado con bastantes agujeros financieros.
Desde tener que mudar mis pertenencias entre la ciudad en la que vivía y mi ciudad de origen (lo cual tuvo un costo), hasta volver a hacerme de una que otra cosa acá donde ahora estoy. Es un fastidio. Quisiera vender todo lo que poseo y comenzar de cero, pero esa también sería una pésima decisión. Así que no sé qué hacer. Lo único que me queda es venir aquí y vaciar mis frustraciones.
Pues ha sido increíble que hasta mi ropa interior me hayan robado más de una vez; o sea que no se puede confiar ni en los vecinos, mucho menos en personas extrañas, ajenas a uno. ¿Hasta cuándo voy a dejar de pagarles a otros por sus pillajes? Estoy cansándome de llegar y contar mis posesiones al final del día para saber que empecé con una o dos más el inicio del mes y ahora simplemente se han ido.
¿Y mudarme es opción? Lo es. Pero tampoco tengo idea de qué tan buena sea. ¿Irse de Guatemala para llegar a Guatepeor? Terrible. Solo me queda darle vueltas a los sucesos entre desvelos que me impiden descansar y alejan la felicidad un poco más de mí. Todo por no provenir de nicho dorado, por venir de una instrucción en la que lo que tengas te da cierto valor, cuando no es así. Me angustia. Porque ni siquiera mi personalidad es acumuladora; más allá de mis libros, que son lo único que puedo considerar medianamente valioso de aquello que se considera "mío", lo demás esté o se vaya me tiene sin mayor cuidado. Pero es distinto levantarte una mañana y saber que no te queda ropa limpia porque de la nada ha desaparecido, se ha esfumado, o alguien descaradamente se la ha robado.
Y como postdata: He de mencionar que de vez en cuando me acuerdo de todas esas personas a las que les he hecho favores o préstamos que me han bloqueado de cualquier red y han desaparecido de mi vida (que han sido decenas), espero encarecidamente que la historia les pague como ellos han hecho conmigo y que tarde o temprano el estafador resulte estafado. Aunado a eso, que el karma positivo del que me han venido cargando, llegue pronto incontable y sin precedente y me haga sonreír eventualmente, por haber hecho el bien a otros, sin importar que ellos abusaran de mi misericordia.
Solía ser fácil reducir un millón de ideas a unas líneas de poesía,
pero entre que sea comprensible a que logre ser admirable hay mucha diferencia;
vivimos inmersos en los capítulos de nuestro pasado,
tratando de descubrir la razón por la que nuestro presente es aquello que nos mantiene atados.
Cuanto más grandes son nuestras esperanzas por salir del agujero,
el tiempo pasa, las olas siguen, el viento sopla, el hombre emerge,
tragándose la idea de que en un punto de su historia brillará por ser diferente...
En sentido colateral, el resultante de las cosas es seguir siendo prisionero.
Un niño tomó una roca y con ella hizo su primer dibujo en la arena, nació un artista;
el anciano contó una historia que explicaba el origen del universo, surgió un cronista;
un famoso por ser demente escribía conectando las palabras,
y lo más que se decía de él es que redactaba esa clase de frases porque se le escaparon las cabras.
Cada vez es más complejo expresar mis pensamientos,
porque afanado estoy en el contexto de labor tecnológica importante,
un paso he dado hacia atrás a desenterrar viejos tesoros,
parece que a fin de cuentas la inspiración nutrida es un flagrante.
Y si el origen de cada uno de los versos aquí descrito fuera como siempre lo he anhelado,
que en la desmedida búsqueda de un expertise lograsen lo imposible estas humildes manos,
pues para el cuento, el poema y la carta aprendí a ser de regular a malo,
mientras que esforzándose por un verdadero escrito termina el autor decepcionado.
Lo olvidé,
perdí la técnica,
dejé la práctica de lado,
he tenido que agradecer a eso que amo pero nada me ha brindado.
Se nos puede ir la vida creyendo que no somos suficientes. ¿Suficientes para qué, para quién, bajo qué marco de referencias? Han pasado un par de semanas desde que vine por aquí a colocar algo por última vez, entre mis justificaciones populares está el hecho de estrenar horario laboral y pendientes por sacar, pero, a quién engaño, simplemente no he tenido la disposición para sentarme unos minutos a contar algo.
Tal vez resulte que ya estoy madurando, y las cosas que venía a colocar aquí ahora deban de tener un significado diferente; o probablemente esta frustración continua no me deja descansar durante las noches, lo que acarrea consigo malestar colateral que se convierte en falta de ganas. Sí, seguramente ha sido eso.
Les contaré una cosa solamente, hace tiempo que empecé una apuesta con un buen amigo; la apuesta consistía en pagar una carne asada, tópico que siendo honesto no tomé como un verdadero reto, y terminé por dejar que sucediera. No estaba en mi momento, no me sentía bien, no tenía ánimos ni siquiera de hacer algo bueno por mi salud.
Pero todos los tiempos se cumplen y hay que responsabilizarse de los dichos de nuestras bocas; aunque mi amigo todavía no ha culminado de vencerme, el trecho avanzado es prácticamente inalcanzable. Lo cual me llevó a una segunda apuesta, una que a penas cerré ayer y en la que (si no cometo los mismos errores de antes relacionados con dejarme caer en depresión y ansiedad), seguramente estaré más determinado. Siempre he creído que la disciplina y constancia son lo que hace posible cualquier cosa que nos propongamos.
Pero al final soy eso: Una persona que experimenta una vez y otra el fracaso, entre que medio me levanto e impulso y vuelvo a caer y sufro, todo ha sido una constante sucesión de eventos variables de esa índole, a veces arriba, a veces abajo. Quisiera poder decir que el éxito se puede mantener en la palma de la mano, pero sería una ruin mentira; pero lo que sí puedo confesar es que cuanto menos tiempo nos toma reconocer la realidad de nuestra derrota, más rápido volvemos a trabajar en levantarnos.
Tengo una cantidad enorme de deudas, la mayoría de ellas para conmigo mismo; de esas cosas que me propongo y postergo por no tener los suficientes... Recursos para sacarlas adelante. Y entre los dos caminos para tomar a partir de ahí, está el de la melancolía y reproche que nos anclan al momento en el pasado en el que "hubiéramos" hecho algo (en lo que he caído); y el de sincerarnos a pesar de todo, atravesando una selva de consecuencias, para seguir actuando en pro de resolver o al menos encontrarle sentido nuestras vidas.
Tengo un par de pendientes de trabajo por sacar, establecí este día como límite para conseguirlo; decidí venir a la oficina para aprovechar el aire acondicionado. Antes de empezar el día "laboral". Es verdad que hace tiempo no escribo, a propósito tomé esa decisión, quería comprender algo plenamente de mi vida previo a continuar, y lo he hecho.
Hay muchos factores que nos hacen lo que somos, hay muchas personas que influyen en nuestra personalidad, hay entornos que nos vuelven vulnerables y desatendidos, hay elementos que nos llevan a recapacitar.
¿Qué pasa cuando nuestras palabras parecen no ser escuchadas? ¿Qué sucede cuando nos esforzamos y no obtenemos respuesta? Dicen que todo llega a su tiempo, que la obsesión por el alcance de las metas solo consigue postergarlas. Otros dicen que depende mucho de nuestros actos en el pasado, pues probablemente estemos acarreando los factores de lo que una vez fuimos los causantes. Mientras tanto, pasan las horas, los días y los meses, y tú no encuentras la respuesta a las promesas que te hicieron.
Quedarse en ese punto a lamentarse no es otra cosa que agobiarse la existencia, invertir tiempo y energías en cosas así además de debilitarnos, nos vuelve vulnerables. Mi consejo es seguir adelante, diversificar de tal forma que si unas cuantas inversiones fracasan, el florecimiento venga por otro lado.
Para todo hay que aprender a ser así, no atormentarnos por no ver crecer una planta que no lo desea; lo importante es seguir sembrando. Si los ojos, los pies o las manos no nos dan para continuar; reconocer que lo que hemos hecho beneficiará, al menos en una medida minúscula, a un par de personas que se hayan sensibilizado ante nuestros actos.
Es así como se consigue heredar un legado: Con experiencias que hablen en nombre de uno... Ya me voy porque se me derramó el café y hay que limpiar el cochinero.
En ocasiones me pregunto si lo que he estado haciendo está bien y cómo beneficiará eso a mi futuro. Nadie se la pasa de maravilla tiempo completo, conozco bien esa lección. Después de meditarlo, regresa mi mente a su percepción habitual, me invito a relajarme, a continuar trabajando en aquello que me permita alcanzar un mejor carácter, a amar a los demás y a reconocer la importancia que tiene cada uno para mi vida.
Es cierto, de vez en cuando me pierdo en la idea de ser alguien de "momentos", pues pareciera que me enfoco más en dejar atrás complejos, límites autoimpuestos y penas; pero, ¿no hacemos todos lo mismo en el transcurso de nuestras vidas? ¿No dedicamos una enorme cantidad de energía a estar bien con nosotros mismos? ¿No invertimos la mayoría de nuestros recursos en llegar a la plenitud? Definitivamente lo hacemos, porque nos amamos, porque deseamos la felicidad como una constante en nosotros.
Desde ir a terapia para aceptar y superar aquello que en algún momento dejara mellas negativas, hasta ejercitarse diariamente y realizar dietas con el fin de alcanzar una mejor versión física de uno mismo; todo está conectado. Los que se ven a sí mismos como uno con el Universo y los astros, esos que trabajan con sus manos la tierra que los rodea para que les proporcione sus frutos, aquellos que aman y protegen a seres más vulnerables, o quienes con base en el diálogo aportan instrucción y conocimiento. Todos pertenecientes al mismo conjunto.
La razón de ser es precisamente aquello que nos mantiene constantemente esforzados a mejorar; ser un padre amoroso, ser un hijo ejemplar, ser un profesionista eficiente, ser un amigo digno, ser un amante especial, ser un ciudadano destacado. Mientras haya una consciencia que nos motive a seguir adelante, continuar será plausible. Entretanto que el corazón y el cerebro estén bien direccionados, el entorno y demás variables que afectan los hechos, terminarán sucediendo en favor de una mayor conjunción de significados.