No tengo qué demostrarte qué tantas cosas he hecho, ni siquiera tengo que demostrármelo a mí mismo, la vida continúa, sigue su curso, las canas aparecen, las arrugas se acrecentan, la vista se agota, los músculos adolecen, la inspiración desvanece, quedando cada día menos.

Y si antes venía por acá a desparramar todo lo que había en mi ser, hoy me guardo la mayoría, colocando aquí pequeños destellos solamente. Porque debo de tener un propósito, ahí tiene que estar oculto, o tal vez no, simplemente me ha dado miedo tomarlo con las fuerzas necesarias. Y es que, siendo bien sincero, las puertas están disponibles, para quien se atreva a abrirlas y adentrarse en lo que sigue.

Mi plan de vida es dinámico, constantemente cambia, mis objetivos son cada vez más claros y específicos. Mis deseos más íntimos dejan de serlo para convertirse en un estado de bienestar conmigo mismo. Sensación de paz y amabilidad, sonrisas habituales incluso donde no me son requeridas, porque sí, porque quiero, porque puedo.

La plenitud va mucho más allá de "conseguir" algo, está en uno, en el corazón y el alma, en la constancia y el orden, en el sentirme de una pieza, en despertar con fuerza para seguir, y aquí viene la clave de todo, evitar rendirse.

Porque no hay una solución mágica a los problemas de la vida, sin importar tu nicho o trasfondo, generalmente vienen a uno y los advertimos hasta que están aquí. Puede ser que tengas que ignorar tu teléfono durante semanas o que simplemente decidas "hoy no comer", tal vez incluso sean imposibles de resolver, y ni qué decir, la vida es así, el sentido del humor de quien está arriba jamás lo entenderemos.



 Te pido perdón Carlos por haberte tratado de esa manera, por haberte culpado de todo, por no comprender que la estabas pasando mal y forzarte a intentar ser lo que no eras. Te pido perdón por tantas veces que te utilicé como tapete, que te descuidé y dejé que te autosabotearas. Te pido perdón por ir atrás de quien no te valoró perdiendo la cabeza en el trayecto.

Me tuve que dejar caer, me tuve que perder para encontrarme de nuevo, permití a la destrucción hacer lo que quisiera conmigo, y me largué, me fui, me desafané, me abandoné a mi propia suerte, lloré, sufrí y luché por mantenerme en pie un día a la vez.

Las personas que me importaban se redujeron en gran medida, mis conflictos internos crecieron hasta hundirme en una nube de conmoción y horrores, pero callé, no tenía a quien acudir, permanecí en silencio mientras el tiempo hacía lo suyo, pasaron los días, semanas y meses.

Estaba cautivo en mis propios pensamientos, unos que me hacían huír de ti cada que existías en la cercanía; tenía que curar, tenía que suturar mis heridas, tenía que volver a caminar, y cuando al fin lo hice, pude ver las cosas con claridad, y es que estaba obsesionado porque existieras para mí, cuando tú ni intención de estar cerca tenías, pues hube caído en una trampa de la seducción, y está bien, consciente soy de mi debilidad para contigo.

Recogí mis piezas y me puse a trabajar. Cerrándolo todo. Desinstalando. Silenciando. Agoté mis opciones y me até de pies y manos a mi pieza, para no moverme de ahí, para no volver a romperme. Lo conseguí, a un ritmo tan lento que es imposible darse cuenta, sabía que cerrar un ciclo me llevaría menos que la primera vez que me destruyeron el corazón, pero más de lo que debería considerando mi experiencia y edad.

He recuperado mi sentido, mi guía, mi ímpetu. Ustedes no lo notan, y puede que lo noten hasta que pasen uno o dos meses, pero estoy reconvertido hacia lo que deseo, esta vez sin ofrecer nada. Soy neutral en esa área, si quiere algo de mí, puede venir a pedirlo, he dejado en libertad al necesitado que habitaba en mi interior, y mi residencia ha pasado a pertenecer a quien sabe lo que quiere.

La mesa está servida, la fiesta está preparada, los medios están dispuestos y mi corazón atento. Mis manos, como siempre, abiertas para quien desee aproximarse a tomar de ellas, mi mente transparente para quien ose observar a través de ella, mi ser presente, en caso de que alguien se aproxime en sinceridad.



Pido Perdón

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 Te pido perdón Carlos por haberte tratado de esa manera, por haberte culpado de todo, por no comprender que la estabas pasando mal y forzar...

 La verdadera pregunta se encuentra en descubrir si es posible hacer dinero saliéndose por completo del sistema capitalista que nos hunde y controla desde arriba, la respuesta, la desconozco. No tengo idea si personas como yo, viniendo de la nada, son capaces de salir del juego de las ratas o simplemente estoy enamorado de una utópica idea inexistente de la que cualquiera sin los recursos suficiente acaba por sentirse flechado en algún punto de su infancia.

Con todo lo que nos forzan a creer, con semejante cantidad de información cayendo a raudales dentro de nuestros cerebros en pleno desarrollo, obviamente terminamos convirtiéndonos en objetivos cruciales para perpetuar la riqueza de unos cuantos.

Recuerdo haber navegado por sinnúmero de sitios y aprendido un montón en el proceso en mi intento de mejorar como persona, de ser destacable de alguna manera, en mi autoconvencimiento de que "hacer dinero" era el camino correcto, no es que haya alternativa, claramente, al menos en la realidad que vivimos el factor económico es lo que en mayor o menor medida nos provee de sustento y nos evitar caer en el destierro social.

Cuando analizo un poco mi vida, caigo en cuenta de lo mucho que me he perdido por mi necesidad de ser competitivo y lograr algo; no mentiré, he caído en múltiples ocasiones en el autodesprecio y la apatía en consecuencia; por querer desarrollarme y resaltar en un mundo en el que realmente a nadie en el exterior le importamos y lo que ttraigamos puesto encima o nuestro medio de transporte no son más que vanidad, el recorrido por encontrarse uno mismo y llenarse de amor propio, termina siendo un reto contracultural anti status quo.

Comúnmente me cuestiono si lo lograré, si alcanzaré a una versión más avanzada de mí mismo, positivamente hablando saliendo adelante ante la adversidad, la ansiedad no es más que la urgencia por querer estar en un punto de tu historia al que todavía no llegas o probablemente no tengas acceso. Qué frustrante.



Vanidad

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 La verdadera pregunta se encuentra en descubrir si es posible hacer dinero saliéndose por completo del sistema capitalista que nos hunde y ...

 Sentirse bien es una dicha, comparable con las mejores experiencias en la vida. Experimentamos toda clase de emociones mientras existimos, y ahí está el foco de lo que quiero comentar hoy.

Cuando lo pienso un poco, los momentos destacados en mi historia, generalmente involucran a alguien más, las personas son cruciales en nuestro andar, ir a un café y tirar el chisme con un amigo, viajar a otra ciudad simplemente para visitar a tus antiguos roomies, volver a hablar como si nada de tiempo hubiera pasado con alguien de quien llevabas años sin saber, cosas así te enriquecen muchísimo el alma.

Por más que a veces quiero ser un ente desconectado de los demás, enfocándome únicamente en aquello que considero importante, por el simple hecho de que más gente, más variables y más variables, más problemas; al final, termino cayendo bajo la norma de lo que es aceptable, y dándole peso a las relaciones.

Ir al trabajo, empezar a hablar con otros, en lugar de simplemente hundirme en mi silla a trabajar hasta que el turno termina; no sé, las dinámicas cambian, pero cambian en consecuencia de que me he estado sintiendo un poco mejor, porque lo que hacemos afuera es también el reflejo de cómo han ido las cosas por dentro, por mucho que quisiera negarlo.

Y es que, aunque en ocasiones nos esforzamos por construir una burbuja personal en la que somos los únicos protagonistas, la realidad es que nuestra identidad también se moldea a través de los vínculos que forjamos con los demás. Es curioso cómo pequeños gestos, una charla inesperada o un saludo cotidiano, pueden alterar completamente el rumbo de un día. Tal vez por eso, incluso en esos momentos en los que preferimos aislarnos, algo dentro de nosotros busca ese contacto humano, por mínimo que sea, como un recordatorio de que somos parte de algo más grande.

Quizá no se trate solo de una necesidad social básica, sino de una forma de conectarnos con nosotros mismos a través de los otros. A veces, al escuchar los problemas, triunfos y anécdotas de alguien más, terminamos reflexionando sobre nuestras propias vidas con más claridad. Es en esas interacciones donde, sin darnos cuenta, vamos encontrando respuestas a nuestras propias preguntas, o simplemente una paz que, en soledad, parecía inalcanzable.

Aunado a lo anterior, nuestras desventuras pueden reducir su significancia cuando las vemos comparadas con las de alguien más; o no, o puede que nosotros estemos convencidos de que la estamos pasando mal, pero también bajo la nueva óptica, nos enteremos que no somos los únicos pasándolo mal, y que la vida ha sido dura para con cada uno, dándole a cada cual una dosis de batalla en ciarta forma y medida.



 Tantas cosas sucediendo en mi mente, llamadas perdidas continuamente. Me tienen harto esos cobradores, ya les he dicho que sí les voy a pagar, conforme me caiga el dinero, no soy un mago para sacármelo de un sombrero. Somos víctimas de los estereotipos, volteo a mi alrededor y todos lo mismo, con un poco de observación es posible hackear a cualquiera, a mí, a ellos, a ellas.

Estar en el café aprovechando el día de descanso extra que conseguí, para relajar mi cabeza después de una noche prácticamente en vela, porque sí, sigo con el conflicto de mis sueños rotos, literal y figurativamente hablando; la chica de short y lentes junto a mí difícilmente me permite concentrar en lo que hago, perdón aparte, ya saben cómo es mi corazón que se la vive enamorado.

Abrí la terminal, escribí un programa que se comunicara con la IA, todo bien, funcionó a mi gusto; otro más, ahora unas instancias en la nube, únicamente para no olvidar lo que sé hacer en esas tecnologías, pues en este mundillo todo se mueve y cambia demasiado rápido.

Nos veremos luego chica guapa, o tal vez no, tal vez nunca. Porque así es esto, unos llegan, otros se van para no volver jamás, se desvanecen entre memorias incompletas, textos figurativos, y el peso del olvido. No importa cómo estés vestida, ni tu color de piel, no importa cómo te expreses, ni el sonido de tu voz o el sabor de tus labios dulces como la miel; solo aquello que sucede en el presente es lo que tiene verdadero peso circunstancial, lo demás, efímero, muere, se va, desaparece.

Quizá un presagio, probablemente un vestigio, una nota musical, una frase en específico, algo que nos invite a reconectar; y en una de esas nada, solo la intención de reconstruir aquello las expectativas han derrumbado, tengo el corazón dispuesto y la mirada triste, por lo mucho que le ha tocado sufrir. Pero en silencio, como debe de ser, a nadie le importan mis dramas, y al día siguiente, ni siquiera a mí.

Pero en medio de todo este caos, encuentro momentos de calma, casi imperceptibles, como cuando el sol se filtra a través de las hojas de los árboles, o cuando la música que escucho logra sincronizarse con los latidos de mi corazón. Tal vez es ahí donde reside la verdadera magia, no en los grandes momentos ni en las promesas que se consumen, sino en las pausas inadvertidas que me permiten seguir respirando, resistiendo, encontrando motivos para seguir creando, aunque sea solo por el gusto de ver líneas de código convertirse en algo tangible, algo que, aunque sea por un instante, me haga sentir en control.

No hay un final feliz, tampoco un final triste entre estas líneas, solo una razón para extraviarse entre la inadvertencia, continuar conforme se pueda, minúsculo quizá, pero propositivo. Dejando de lado los miedos, aceptando que cada cual está enfrentando sus propios males y no tienen razón alguna para apiadarse de mí, mis ojos están colocados en un lugar más alto, allá donde el tiempo o las distancias carecen de sentido, donde no importa lo poco o mucho, somos a cual más parte de uno mismo.



 Sabía que el año en curso sería complicado. En mi caso, parece que todos lo son, uno más que el anterior. Pero no estoy aquí para quejarme y chillar, ya no. Vengo en búsqueda personal de mejora y oportunidades, de crecimiento y eficiencia. Pienso que a veces toca destruirse un montón para tener la oportunidad de volver a empezar.

Lo mejor de tocar fondo es que no se puede caer más, y eso es bueno; es bueno agarrarle el gusto a la simplicidad, a la sencillez. No necesito nada, de verdad, mi vida por sí sola está resuelta. Claro que tengo pendientes y cuentas por saldar, pero regalarme a la frustración no me los quitará de encima.

Vivo en un parteaguas, en el que las generaciones antes de la mía esperan mucho de mí, mientras que las generaciones que han venido después no esperan nada de nadie, ni de ellos mismos. Y entonces, la encrucijada social, tratar de mantenerse en equilibrio entre moralinos y libertinos, entre nacionalistas y anarquistas, entre empáticos y apáticos, entre solidarios y egocéntricos, una labor maratónica.

Obviamente estoy lejos de la persona que cada día, mes y año me propongo ser; recaigo y soy frágil, las tentaciones están a la orden del día y mi fuerza de voluntad flaquea al recibir dos segundos de atención de alguien medianamente atractiva; y me pesa, porque al final es un abuso en contra de mi versión más estoica.

Mis planes de mejora, a modo de lista, no hacen más que crecer como resultado. Cada día más incompleto, más ignorante, más defectuoso, más limitado, más reducido. Espabilar, es lo que necesito, recomponer, reinterpretar, recuperar. Antes pensaba que era capaz de lograrlo todo, que no había meta tan grande que no pudiera conquistar. Hoy me veo como alguien que ni siquiera está dispuesto a arriesgarse por un puñado de retos que antes hubiera deseado con el alma.

Quizá estoy perdiendo mi capacidad de sobreponerme a la derrota, o probablemente solo estoy priorizando aquellas batallas en las que sé que puedo ganar y simplemente abandonando interés en aquellas que no son para mí. Así la gente, los retos, los deseos.

Mañana no voy a trabajar, no saben la falta que me hacía descansar entre semana; venía de más de un mes lleno de actividades extenuantes, demasiada carga; tras pésimas rutinas de autocuidado y pobres hábitos en consecuencia a mi actual estado "enfiestado" al encontrarme en casa de mis papás, donde ya ni siquiera, dormir suficiente he podido. No los culpo a ellos, la verdad, me culpo a mí mismo y mi falta de caracter en estas condiciones de huesped.

Por eso es que es crucial que recupere el control de mi entorno, porque así es como puedo dedicarme a aquello que me convierta en una mejor versión. Mis planes por ahora son lo más sencillos posibles, levantarme y activarme. Envolverme de amor propio y andar por el camino del enfoque para lograr pasos pequeños en la dirección correcta, efectivos y permanentes.



 No sé ustedes, pero a mí la vida me deja intrigado todo el tiempo, con cada lección que cae, conforme escribo estas palabras, me recuerdo a mí mismo la enorme cantidad de cosas que antes me inspiraban, hoy siguen ahí pero más como un vestigio que entrañable que como una realidad presente.

Es verdad, envejecer viene con sus ventajas que quizá no queramos ver, por ejemplo, con la disminución de la velocidad vertiginosa con la que nos dirigíamos a nuestro fin; pensamos más, meditamos mejor, nos detenemos a disfrutar.

Para mí la mañana de un sábado disfrutando de una bebida con un libro en la mano se ha convertido en sinónimo de orden, satisfacción y gusto. Algo precioso y atesorable, mis treintas han estado por todos lados, con sus picos, con sus descalabros, pero siempre regreso a un lugar en el que me siento tranquilo y puedo ser yo mismo, sin conflictos internos, sin autodesprecio, sin presunción, simplemente existinedo. Amo eso, lo amo como despertar en la mañana y respirar el delicioso aroma de la tierra húmeda.

Dead memories in my heart... 

La música de fondo, mis dedos regodeándose entre las teclas que conforme el tiempo avanza más seducen a una mente inquieta, en búsqueda constante de su autopercepción, a sabiendas que difícil es encontrar un lugar en medio de un mundo condenado por sus conductas y fastidios.

¿Toca ponernos más oscuros? Dale. Insignificancia, tragedia, miseria. Vanidad, absurdismo, malicia. Palabras que describen el diario vivir de la gente, navengando entre superficialidad y excentricidad, mientras más exhibes más asumes ser, cuán perdidos están, divagando entre el fatídico e inminente culto al yo, caprichoso e insensible.

Hoy no hay conclusión, el mundo está inconcluso. La vida misma es un clifhanger.