Sentirse bien es una dicha, comparable con las mejores experiencias en la vida. Experimentamos toda clase de emociones mientras existimos, y ahí está el foco de lo que quiero comentar hoy.

Cuando lo pienso un poco, los momentos destacados en mi historia, generalmente involucran a alguien más, las personas son cruciales en nuestro andar, ir a un café y tirar el chisme con un amigo, viajar a otra ciudad simplemente para visitar a tus antiguos roomies, volver a hablar como si nada de tiempo hubiera pasado con alguien de quien llevabas años sin saber, cosas así te enriquecen muchísimo el alma.

Por más que a veces quiero ser un ente desconectado de los demás, enfocándome únicamente en aquello que considero importante, por el simple hecho de que más gente, más variables y más variables, más problemas; al final, termino cayendo bajo la norma de lo que es aceptable, y dándole peso a las relaciones.

Ir al trabajo, empezar a hablar con otros, en lugar de simplemente hundirme en mi silla a trabajar hasta que el turno termina; no sé, las dinámicas cambian, pero cambian en consecuencia de que me he estado sintiendo un poco mejor, porque lo que hacemos afuera es también el reflejo de cómo han ido las cosas por dentro, por mucho que quisiera negarlo.

Y es que, aunque en ocasiones nos esforzamos por construir una burbuja personal en la que somos los únicos protagonistas, la realidad es que nuestra identidad también se moldea a través de los vínculos que forjamos con los demás. Es curioso cómo pequeños gestos, una charla inesperada o un saludo cotidiano, pueden alterar completamente el rumbo de un día. Tal vez por eso, incluso en esos momentos en los que preferimos aislarnos, algo dentro de nosotros busca ese contacto humano, por mínimo que sea, como un recordatorio de que somos parte de algo más grande.

Quizá no se trate solo de una necesidad social básica, sino de una forma de conectarnos con nosotros mismos a través de los otros. A veces, al escuchar los problemas, triunfos y anécdotas de alguien más, terminamos reflexionando sobre nuestras propias vidas con más claridad. Es en esas interacciones donde, sin darnos cuenta, vamos encontrando respuestas a nuestras propias preguntas, o simplemente una paz que, en soledad, parecía inalcanzable.

Aunado a lo anterior, nuestras desventuras pueden reducir su significancia cuando las vemos comparadas con las de alguien más; o no, o puede que nosotros estemos convencidos de que la estamos pasando mal, pero también bajo la nueva óptica, nos enteremos que no somos los únicos pasándolo mal, y que la vida ha sido dura para con cada uno, dándole a cada cual una dosis de batalla en ciarta forma y medida.



 Tantas cosas sucediendo en mi mente, llamadas perdidas continuamente. Me tienen harto esos cobradores, ya les he dicho que sí les voy a pagar, conforme me caiga el dinero, no soy un mago para sacármelo de un sombrero. Somos víctimas de los estereotipos, volteo a mi alrededor y todos lo mismo, con un poco de observación es posible hackear a cualquiera, a mí, a ellos, a ellas.

Estar en el café aprovechando el día de descanso extra que conseguí, para relajar mi cabeza después de una noche prácticamente en vela, porque sí, sigo con el conflicto de mis sueños rotos, literal y figurativamente hablando; la chica de short y lentes junto a mí difícilmente me permite concentrar en lo que hago, perdón aparte, ya saben cómo es mi corazón que se la vive enamorado.

Abrí la terminal, escribí un programa que se comunicara con la IA, todo bien, funcionó a mi gusto; otro más, ahora unas instancias en la nube, únicamente para no olvidar lo que sé hacer en esas tecnologías, pues en este mundillo todo se mueve y cambia demasiado rápido.

Nos veremos luego chica guapa, o tal vez no, tal vez nunca. Porque así es esto, unos llegan, otros se van para no volver jamás, se desvanecen entre memorias incompletas, textos figurativos, y el peso del olvido. No importa cómo estés vestida, ni tu color de piel, no importa cómo te expreses, ni el sonido de tu voz o el sabor de tus labios dulces como la miel; solo aquello que sucede en el presente es lo que tiene verdadero peso circunstancial, lo demás, efímero, muere, se va, desaparece.

Quizá un presagio, probablemente un vestigio, una nota musical, una frase en específico, algo que nos invite a reconectar; y en una de esas nada, solo la intención de reconstruir aquello las expectativas han derrumbado, tengo el corazón dispuesto y la mirada triste, por lo mucho que le ha tocado sufrir. Pero en silencio, como debe de ser, a nadie le importan mis dramas, y al día siguiente, ni siquiera a mí.

Pero en medio de todo este caos, encuentro momentos de calma, casi imperceptibles, como cuando el sol se filtra a través de las hojas de los árboles, o cuando la música que escucho logra sincronizarse con los latidos de mi corazón. Tal vez es ahí donde reside la verdadera magia, no en los grandes momentos ni en las promesas que se consumen, sino en las pausas inadvertidas que me permiten seguir respirando, resistiendo, encontrando motivos para seguir creando, aunque sea solo por el gusto de ver líneas de código convertirse en algo tangible, algo que, aunque sea por un instante, me haga sentir en control.

No hay un final feliz, tampoco un final triste entre estas líneas, solo una razón para extraviarse entre la inadvertencia, continuar conforme se pueda, minúsculo quizá, pero propositivo. Dejando de lado los miedos, aceptando que cada cual está enfrentando sus propios males y no tienen razón alguna para apiadarse de mí, mis ojos están colocados en un lugar más alto, allá donde el tiempo o las distancias carecen de sentido, donde no importa lo poco o mucho, somos a cual más parte de uno mismo.



 Sabía que el año en curso sería complicado. En mi caso, parece que todos lo son, uno más que el anterior. Pero no estoy aquí para quejarme y chillar, ya no. Vengo en búsqueda personal de mejora y oportunidades, de crecimiento y eficiencia. Pienso que a veces toca destruirse un montón para tener la oportunidad de volver a empezar.

Lo mejor de tocar fondo es que no se puede caer más, y eso es bueno; es bueno agarrarle el gusto a la simplicidad, a la sencillez. No necesito nada, de verdad, mi vida por sí sola está resuelta. Claro que tengo pendientes y cuentas por saldar, pero regalarme a la frustración no me los quitará de encima.

Vivo en un parteaguas, en el que las generaciones antes de la mía esperan mucho de mí, mientras que las generaciones que han venido después no esperan nada de nadie, ni de ellos mismos. Y entonces, la encrucijada social, tratar de mantenerse en equilibrio entre moralinos y libertinos, entre nacionalistas y anarquistas, entre empáticos y apáticos, entre solidarios y egocéntricos, una labor maratónica.

Obviamente estoy lejos de la persona que cada día, mes y año me propongo ser; recaigo y soy frágil, las tentaciones están a la orden del día y mi fuerza de voluntad flaquea al recibir dos segundos de atención de alguien medianamente atractiva; y me pesa, porque al final es un abuso en contra de mi versión más estoica.

Mis planes de mejora, a modo de lista, no hacen más que crecer como resultado. Cada día más incompleto, más ignorante, más defectuoso, más limitado, más reducido. Espabilar, es lo que necesito, recomponer, reinterpretar, recuperar. Antes pensaba que era capaz de lograrlo todo, que no había meta tan grande que no pudiera conquistar. Hoy me veo como alguien que ni siquiera está dispuesto a arriesgarse por un puñado de retos que antes hubiera deseado con el alma.

Quizá estoy perdiendo mi capacidad de sobreponerme a la derrota, o probablemente solo estoy priorizando aquellas batallas en las que sé que puedo ganar y simplemente abandonando interés en aquellas que no son para mí. Así la gente, los retos, los deseos.

Mañana no voy a trabajar, no saben la falta que me hacía descansar entre semana; venía de más de un mes lleno de actividades extenuantes, demasiada carga; tras pésimas rutinas de autocuidado y pobres hábitos en consecuencia a mi actual estado "enfiestado" al encontrarme en casa de mis papás, donde ya ni siquiera, dormir suficiente he podido. No los culpo a ellos, la verdad, me culpo a mí mismo y mi falta de caracter en estas condiciones de huesped.

Por eso es que es crucial que recupere el control de mi entorno, porque así es como puedo dedicarme a aquello que me convierta en una mejor versión. Mis planes por ahora son lo más sencillos posibles, levantarme y activarme. Envolverme de amor propio y andar por el camino del enfoque para lograr pasos pequeños en la dirección correcta, efectivos y permanentes.



 No sé ustedes, pero a mí la vida me deja intrigado todo el tiempo, con cada lección que cae, conforme escribo estas palabras, me recuerdo a mí mismo la enorme cantidad de cosas que antes me inspiraban, hoy siguen ahí pero más como un vestigio que entrañable que como una realidad presente.

Es verdad, envejecer viene con sus ventajas que quizá no queramos ver, por ejemplo, con la disminución de la velocidad vertiginosa con la que nos dirigíamos a nuestro fin; pensamos más, meditamos mejor, nos detenemos a disfrutar.

Para mí la mañana de un sábado disfrutando de una bebida con un libro en la mano se ha convertido en sinónimo de orden, satisfacción y gusto. Algo precioso y atesorable, mis treintas han estado por todos lados, con sus picos, con sus descalabros, pero siempre regreso a un lugar en el que me siento tranquilo y puedo ser yo mismo, sin conflictos internos, sin autodesprecio, sin presunción, simplemente existinedo. Amo eso, lo amo como despertar en la mañana y respirar el delicioso aroma de la tierra húmeda.

Dead memories in my heart... 

La música de fondo, mis dedos regodeándose entre las teclas que conforme el tiempo avanza más seducen a una mente inquieta, en búsqueda constante de su autopercepción, a sabiendas que difícil es encontrar un lugar en medio de un mundo condenado por sus conductas y fastidios.

¿Toca ponernos más oscuros? Dale. Insignificancia, tragedia, miseria. Vanidad, absurdismo, malicia. Palabras que describen el diario vivir de la gente, navengando entre superficialidad y excentricidad, mientras más exhibes más asumes ser, cuán perdidos están, divagando entre el fatídico e inminente culto al yo, caprichoso e insensible.

Hoy no hay conclusión, el mundo está inconcluso. La vida misma es un clifhanger.



 Deberíamos ser capaces de entender lo que nuestro cuerpo necesita. Es lo único que nos acompañará hasta el último de nuestros días, y a veces ponemos mucha más atención a lo que no hay de nuestro lado.

Quisiera comprender porqué razón le gusta levantarse de madrugada; en mis planes de cambiarlo todo, para su propio bien, esa es una de las cosas que más trabajo me cuesta poner bajo control recientemente. Hoy ni siquiera fueron las ganas de ir al baño las que me despertaron a las cuatro, simplemente sucedió y ya.

Alguien me dijo: Tienes muchas preocupaciones, y sí, es cierto, las tengo. Mi consciente y subconsciente lo saben, quiero hacer tanto y de mil maneras me han quedado mal, así que, en medio de esa conversación, es obvio que intento entender el funcionar de mi propio ser.

En una de las decisiones beneficiosas que he tomado, está el dejar de lado las redes sociales de mi celular, haciéndolas incluso imposibles de instalar con pasos sencillos, lo que me mantiene aislado y distante de ese mundillo que puede resultar tóxico y generalmente deprimente.

Así como los pensamientos negativos tienden a imperar en nuestra forma de navegar la vida, las acciones para mejora producen un efecto sanador en el alma. Y es de esa premisa de la que me estoy agarrando actualmente en mi andar hacia la recuperación.

Más de una ocasión reciente me he convencido de que no necesito nada, pero ¿qué pasaría en un contexto en el que de verdad no tenga acceso a nada? Lo he pensado más de una vez, no sé bien qué tanta falta me haría la supuesta comodidad o si es que realmente podría salir adelante en un mundo que se vuelca hacia su propia peridición.

En un entorno en el que se desploma lo que nos sostiene, tener el caracter y la fortaleza necesarios para mantenerse a flote es la prioridad; pero qué difícil es convencerse de que uno no es un montón de basura como se lo han dicho antes, como uno mismo se ha sentido tras fracasar.



 Pasa en ocasiones que en nuestro deseo de cambiar una cosa, terminamos cambiando veinte más, quizá nodirectamente ligadas a la anterior, pero tal cual, es lo que hay. Quisiera contar lo bien que me trata la vida, pero sería mentir solamente, me gustaría reconocer que lo "he hecho bien" aunque como saben, un montón de situaciones se escapan de mis manos.

A veces es uno mismo el que se autoboicotea, otras simplemente el entorno se vuelve una verdadera locura a la que no se le encuentra principio ni fin, ni cabida, ni punto de análisis, sucede demasiado al mismo tiempo en tantas partes que es prácticamente inútil luchar contra corriente.

Ya está, sucedió, se perdió, ni modo. Desapareció, no se logró, las reglas no aplicaron, se cayó, se rompió. Quiero llegar al día en el que de ahí en adelante me despierte agradecido por las deciciones correctas que alguna vez tomé, no recriminándome o sobrepensando, sino estando plenamente en el presente cubierto de la bondad del momento.

Pero la verdad es que ese día parece una utopía, un horizonte que se desplaza con cada paso que doy. El presente siempre parece ir vestido con los errores del pasado y las ansiedades del futuro. Y así, el equilibrio se convierte en una lucha constante, como caminar sobre una cuerda floja con los ojos vendados. Porque, ¿cómo estar en paz con el presente cuando el peso de lo que fue y lo que podría ser no deja de presionar los hombros? Nos enseñan que la gratitud es el camino, pero nadie nos advierte lo difícil que puede ser encontrarla cuando todo parece desmoronarse a nuestro alrededor.

Sin embargo, quiero creer que es posible. Que un día, al abrir los ojos, todo lo que fue caótico empezará a hacer sentido, como piezas de un rompecabezas que finalmente encajan. Quizá no se trate de que la vida se vuelva más fácil o más amable, sino de aprender a ser más suave con uno mismo, a dejar de resistir tanto lo inevitable y permitir que el cambio, con todas sus veinte variaciones imprevistas, sea parte del proceso. Porque, tal vez, el secreto no esté en evitar que el mundo se desmorone, sino en saber cómo reconstruirlo una y otra vez, desde lo que quede.

No sé qué depare el día siguiente, me aterra haber descubierto tantas cosas oscuras tan rápido en el línea de mi vida y tener que convivir con ellas lo que me resta. Al mismo tiempo, me siento feliz ante el constante aprendizaje, no hay paisaje sin muerte en su haber, por mucho que nos enfoquemos únicamente en su belleza.

Me fui, perdón, me extravié a mitad de lo que estaba escribiendo acá, me distraje con otros asuntos. Lo que quería decir, solo para finalizar, es que ya empiezo a ver cómo organizar las cosas para el próximo ciclo que pueda tener conmigo. Desde la nada, como un sorbo de agua natural, refrescante, así va a sentirse, lo sé.



Ni Modo

Por
 Pasa en ocasiones que en nuestro deseo de cambiar una cosa, terminamos cambiando veinte más, quizá nodirectamente ligadas a la anterior, pe...

 Así es, estoy despierto desde las cinco, y pues ni modo. Buenos días, los planes cambiaron, o mejor dicho, los planes terminaron en un cesto de basura, porque en efecto, no podré regresar a continuar con mis proyectos por ahora, tendré que estar acá, alejado de mi "centro de control" por un tiempo.

Y qué pasa cuando no estoy al mando de mis asuntos, cuando los recursos se me escapan de las manos, cuando los números no cuadran, cuando las cosas en el cuaderno pierden su sentido, cuando lo presupuesto desaparece; no sé, espero al menos no perder el sentido.

Ha sido una vida repleta de altibajos, más bajos que altos, la neta. Pero entre todo, las constantes están ahí, la gente que me motiva a ser fuerte, el aprendizaje de mis errores, la visión puesta en un panorama más grande, las ganar de recuperarme y mejorar constantemente.

No tengo nada, no soy nadie, no he podido con la mayoría de retos que me he puesto. Dolor de todo, edad, ansiedad, penurias. Vamos a seguirle, eso sí. Mi propuesta para resolver las cosas siempre estará viendo hacia adentro, ¿qué falta? ¿qué está de más? ¿cómo cambiar la forma de pensar?

No hay más para decir, volveré a casa el próximo mes, a la libertad y toma de control anhelada. Estando a veintitantos días de hoy, las dudas vuelven, tras superar una semana laboral pesadísima, en casa, con la familia, ajustando la óptica.