En el intrincado tejido de las relaciones humanas, existen ciertas características que han demostrado ser particularmente atractivas para hombres y mujeres. Sin embargo, es importante subrayar que estas tendencias son generalizaciones y no son aplicables a todos los individuos. En cada ser humano reside un universo de preferencias y gustos únicos.

Los hombres, de acuerdo a diversas investigaciones y análisis, parecen inclinarse por las siguientes tres cualidades en las mujeres: feminidad, juventud y belleza. La feminidad es un constructo cultural amplio que abarca un conjunto de características que socialmente se han atribuido al género femenino. Esta puede manifestarse de diversas formas, desde la delicadeza y la ternura hasta la fortaleza emocional y la maternidad.

La juventud, por su parte, puede ser apreciada por su asociación con la vitalidad y el potencial para concebir. La belleza, aunque subjetiva y altamente variable en diferentes culturas, a menudo está ligada a signos de salud y bienestar físico.

Las mujeres, por otro lado, suelen valorar la seguridad, la inteligencia y la bondad en los hombres. La seguridad implica un grado de autoconfianza y capacidad para manejar diversas situaciones, brindando un sentido de protección y estabilidad. No se limita únicamente a la estabilidad financiera, sino también a la emocional, manifestada en la capacidad de tomar decisiones y asumir responsabilidades.

La inteligencia es otra cualidad muy valorada, que incluye tanto la inteligencia emocional -la habilidad para entender y manejar las emociones propias y ajenas-, como la intelectual -la capacidad de aprender, comprender y resolver problemas-.

Por último, la bondad es un rasgo profundamente apreciado, reflejando un trato respetuoso hacia los demás y la capacidad para ser empático y generoso. Esto puede indicar que un hombre será un buen compañero y padre.

Aunque estas seis cualidades pueden ser atractivas para muchos, siempre es fundamental recordar que cada individuo tiene sus propias preferencias basadas en sus experiencias, valores y expectativas individuales. Sin embargo, vivimos en una época de cambio y evolución constante, donde los roles de género tradicionales son desafiados y redefinidos continuamente. Es vital recordar que estas características no son prescriptivas, sino que simplemente representan tendencias generalizadas basadas en estudios y observaciones.

Considerando la contemporaneidad como algo enfocado en la destrucción de los roles de género, principalmente como conveniencia capitalista (no vieron venir esa, ¿verdad?). El atractivo de la feminidad, juventud y belleza en las mujeres puede ser un reflejo de la presión social para que se adhieran a ciertos ideales estéticos y de comportamiento. De manera similar, la preferencia por la seguridad, la inteligencia y la bondad en los hombres puede reflejar expectativas tradicionales de que deben ser protectores y proveedores.

Como consecuencia, en el mundo actual, cada vez más personas valoran características como la igualdad, el respeto y la comunicación abierta en sus relaciones. Las preferencias individuales pueden variar enormemente y no están limitadas por las generalizaciones de género.

Con todo, los roles y cualidades tradicionalmente asignados a hombres y mujeres se han formado a lo largo de miles de años de evolución humana y social. Estas características no son arbitrarias, sino que se han desarrollado a través de necesidades y circunstancias históricas. Sin radicalizar, ni intentando dar argumentos vacíos, expresándonos objetivamente, han sido manifestaciones como la procreación por un lado y la virilidad por el otro lo que nos han mantenido con vida a lo largo de la evolución humana, somos una especie superviviente gracias y en consecuencia a aceptar los fenómenos biológicos que al final son lo que nos termina volviendo una especie natural, regresándonos siempre a nuestros orígenes. Negarlo sería simplemente ignorar de dónde venimos.



 Llevo un universo de pensamientos en la marea de mi mente, y siento la necesidad de exorcizarlos antes de sumergirme en el sueño. De momento, me encuentro arrastrado por una ola de frustración, incapaz de completar un par de algoritmos que, desde mi perspectiva, deberían danzar a mi ritmo con sencillez. Como es costumbre, me he visto enredado en su complejidad, así que los dejé en suspenso, como melodías a medio terminar, prometiendo a mi mismo que volveré a ellos más tarde. Ah, ciertamente, son mis propias batallas las que estoy peleando, solamente con el objetivo de afinar mis habilidades, ensayar una y otra vez.

En un segundo plano, se encuentra esta noción, este eco en mi cabeza: hay quienes se miran al espejo y se ven como un diez brillante, cuando apenas alcanzan a rozar el seis en la escala de la realidad. Mientras, existen otros, entre los que me incluyo, que nos cuesta dejar atrás esa imagen de nosotros mismos como meros unos, apenas puntos en el lienzo de la existencia.

Nos hallamos en un cosmos en constante rivalidad, donde pareciera que para ser relevante necesitas lucir de revista, tener una cartera pesada o, más crudamente aún, estar entre los muertos, como una camiseta que una vez aprecié declaraba: "Nobody cares until you're rich, pretty or dead".

Nosotros, los hombres, caminamos por este sendero con una complejidad adicional. Portamos la herencia de un aprendizaje de hogar que nos define como proveedores y protectores, sin darnos el lujo de preocuparnos sobre cuán "bonitos" nos vemos al amanecer. Cargamos con el peso de roles predefinidos, ajenos a la coquetería del espejo. ¿Es esta la verdadera belleza de la existencia? ¿O es acaso un yugo invisible que nos mantiene atados a una versión de nosotros mismos que ya no nos pertenece?

En el ojo del huracán está la hipergamia, desmantelando las fortalezas que habíamos construido con nuestras creencias y preceptos. No obstante, debo admitir, a mí no me afecta en absoluto. A fin de cuentas, este fenómeno solo consumirá a aquellos que aún no comprenden cómo los golpea directamente. Hay quienes se autoproclaman "completos" por mantener un empleo, cuando en el fondo sabemos que son náufragos en su propia miseria, luchando contra la corriente, mientras que otros nos deleitamos en esa lucha.

Y luego están aquellas mujeres, cada vez más imbuidas en su ego, persuadidas de que sus cualidades masculinas son las que atraen a los hombres hacia ellas. Caminan en el filo de su autodescubrimiento, sin percatarse de que están deshilando el tejido de su esencia femenina, dañándose a sí mismas en un acto de autoboicot inconsciente.

Porque, sí, la fortaleza, la eficiencia, la aspereza, el afán por la diversión, la crudeza, la audacia, la astucia, el intelecto, la libertad sexual, todas estas son características que, a fin de cuentas, no tienen valor en los gustos masculinos a largo plazo, al menos no en la construcción de relaciones duraderas y fructíferas. En la poesía de la vida, a veces, las palabras más fuertes no son las que más resonancia tienen en el corazón de quien las escucha.

Estamos inmersos en un maremoto de falacias, tan desbordante y abrumador que parece que, poco a poco, nos vamos quedando sin opciones, especialmente aquellos de nosotros que residimos en la base de la pirámide. Por eso, como varones, debemos edificar sobre lo que está a nuestro alcance, ya sea ingenio, supervivencia, adaptabilidad, razonamiento, finanzas, desarrollo personal, y todo aquello que no depende de haber sido bendecidos con los genes más atractivos.

Un hombre, cuando no se encuentra a gusto, se va, se desvanece; si lo rechazas y es un caballero, hará todo lo posible para no perturbarte más, incluso si eso significa desmoronarse en pedazos. En su soledad, emprenderá la reconstrucción, pieza por pieza, buscando la armonía perdida, y a veces, en el desorden de las partículas rotas, encontrará un nuevo orden, una nueva forma de ser.

En la disonancia de la existencia, cada uno de nosotros compone su propia melodía, y a veces, es en los tonos más graves donde descubrimos las notas que mejor resuenan con nuestra auténtica esencia. La verdadera masculinidad, al final, no reside en la perfección del aspecto, sino en la capacidad de seguir afinándonos en medio de la sinfonía de la vida.

La autenticidad radica en abrazar nuestra propia imperfección. Estoy absolutamente saturado de aquellos que se autopromocionan como "la crème de la crème", como si fueran productos en el estante de alguna tienda pretenciosa. Me parece claro que estas almas no poseen un espejo capaz de reflejar lo que albergan en su interior. No importa cuán espléndido puedas ser, si no tienes la capacidad de reconocer y confrontar la oscuridad que todos llevamos dentro, nunca podrás asentarte en un lugar de manera permanente.

Todos llevamos nuestras propias manchas, nuestras propias cicatrices, nuestras propias notas discordantes. Ser genuino es tocar esa canción imperfecta con la sinceridad de un corazón abierto. Cada uno de nosotros es una obra en proceso, una sinfonía inacabada. No busquemos ser "lo mejor de lo mejor", busquemos ser lo más auténticos posible, porque es allí donde encontraremos nuestra verdadera resonancia.

Me halagaron un par de veces en días recientes, cosa que me llega como un destello luminoso en este lúgubre camino llamado vida. Una amiga que ya tiene familia me dijo que cuando se dio cuenta de cómo trato a mi hermana le gustó mucho eso de mí, que de haber conocido esa forma tan hermosa de ser de mí antes, se habría casado conmigo. Lo cual agradecí y argumenté que la había regado recientemente con otras personas, y que al final estaba arrepentido por algunos de mis actos, por lo que cada día sigo aprendiendo. Otro amigo comentó que por qué no explotaba las capacidades "ocultas" que me había notado; comentario que me hizo feliz pero la respuesta es simple, para mí no es sencillo, hasta dormir me cuesta trabajo, hay un sinfín de cosas sucediendo simultaneamente en mi cabeza y el mundo es un lugar horrendo, cuando se le conoce.



Carta a una ex:

En el crepúsculo de nuestro afecto, te encontraste suspendida en el eje de mis divagaciones, elevada en el panteón de mis devociones. Sin embargo, en un parpadeo, te transformaste en un eco del tiempo, una presencia meramente tangible, prescindible a tu antojo. En nuestro pas de deux de la existencia, fui un aliado persistente, esforzándome, en la medida de mis fuerzas, por mantenerte en el presente, por mantener viva nuestra conexión.

Pero entonces, la muerte arribó, transformándote en un espejismo desvanecido en la inmensidad de la nada. Mis palabras, alguna vez pronunciadas con fervor, ya no encontraban tu oído. La búsqueda cesó, mi ser ya no se flexionaba en el afán de hallarte. No eras más que un vestigio del pasado, una imagen espectral a la que antaño le ofrecí mis letras y que hoy, ni un suspiro merece.

En medio de la ausencia y el silencio, me encontré reflexionando sobre la danza del afecto. La realidad, antaño velada, se reveló con claridad: no estamos aquí para dosificar cariño, y menos aún para mendigarlo. Y aunque la bondad impregna mi ser, incluso los más grandes dramaturgos deben reescribir sus guiones de vez en cuando. Yo ya no podía desvivirme por la atención que fue negada.

Porque al final, si la hipocresía adorna tus días, no puedes buscar autenticidad, no puedes anhelar cariño. Como un reflejo en el agua, la verdad se revela a sí misma. Siembras deshonestidad, y lo más que podrás cosechar será el desdén. En este juego etéreo de la existencia, fui un compañero, un observador, un literato, pero jamás un enemigo. Y ahora, ni siquiera alguien a quien le resultes de interés.

Sin embargo, en la quietud de este desenlace, emergen palabras de gratitud. Agradezco la belleza que nos unió, las huellas que dejaste a tu paso, los momentos compartidos y la fragancia de los días pasados. Te agradezco por el tiempo, ese maestro implacable que nos enseña, que nos transforma, que nos bendice con su gracia efímera. No importa cuán desvanecida estés ahora, tu esencia y tu ser dejaron una melodía en el viento, una canción que cantaré en silencio, una reverberación de lo que una vez fuimos. Y aunque ya no estás, agradezco tu paso por mi vida, por los trazos que dejaste en la página de mi historia, por ser, al fin y al cabo, un fantasma hermoso de mi ayer.



 Odio cuando las páginas de servicios van restringiendo sus productos para que a huevo le entres a sus versiones de paga. Por ejemplo, Degoo, que ya de por sí, cuando inicié la cuenta noté que tenía algunas limitaciones, pero la toleré, y conforme pasaron los meses agregaron más trabas, al final me vi en la necesidad de soltar una lanita y pagar una mensualidad de su servicio para simplemente poder descargar las cosas que tenía ahí almacenadas. Y es que ese producto lo utilicé para guardar proyectos de desarrollo viejos, algunos productos ya preparados como referencia y cosas similares, todas las coloqué en comprimidos porque la plataforma solo te permitía descargar de un archivo.

Me pasó algo similar con Ifttt, me encantaba automatizar herramientas pero se convirtió en un mero negocio, y aunque es "económico" el precio de su suscripción Pro, si desde el principio hubieran colocado esas limitantes no habría tenido que eliminar todas las cosas una a una ajustándome a su plan gratuito conforme se reducían los productos ofrecidos.

O qué me dicen de Twitter, que ahora con su versión Blue, ya nadie ve mis posts (a menos que pague una mensualidad altísima, por cierto) y le entre a lo que ellos ofecen; que dicho sea de paso, desde que agregó su sección "Para ti", la posibilidad de publicar textos inmensos, videos de horas y comunicación con audios, no sé, se cayó de mi gracia. Ya no es la herramienta de comunicación que basaba su belleza en la simplicidad que tanto me gustaba.

Y así puedo seguir con otros productos de software, que por su necesidad de generar dinero continuamente y crecer como negocios, dejan de lado la experiencia de usuario final. Algo que me llena mucho de tristeza, porque como desarrollador, una cosa que siempre me ha gustado es ofrecer herramientas que faciliten la vida de otros, no que la compliquen. Y hablando de dinero, es una pena que nos veamos reducidos a eso, a cuánto podemos producir como valor sustancial.

Por eso en parte decidí alejarme temporalmente de redes, y principalmente remover sus productos de mi celular: Twitter, Instagram, Facebook, Messenger, Reddit, Telegram, YouTube, TikTok, desaparecieron de mi mano, y al menos un par de meses más seguirán así. La única aplicación del estilo que quedó es WhatsApp, pero con la poca atención que le pongo y con el uso que le doy (básicamente compartir memes con un par de grupos y uno que otro compita), además del mensajeo inmediato con algunos contactos laborales y familiares, no me representa una situación similar a las redes anteriormente mencionadas.

No me creo mejor a nadie por tomar esta decisión, muy por el contrario, estaba siendo víctima de sumergirme demasiado en ellas y desconectarme de mi entorno; además, tengo muchísimas cosas por hacer y en las que ocuparme, libros amontonados, cursos al por mayor, mejoras en mi autoestima, personas rodeándome que quieren pasar tiempo conmigo, arte, música, podcasts; por decir algo, le estuve dando demasiada importancia a lo que consumían mis ojos y eso solo se traducía en mayor frustración, malos pensamientos y emociones innecesarias.

Como alguien que respalda el producir a cambio de nada, mi conflicto contra aquellos que buscan beneficiarse de cada dedo que mueven tiene una base fuerte. Como un "copyleftero" de corazón, el sobreestima que se le da al factor monetario, a veces me sorprende. Y por cierto, no digo que ellos estén mal, para nada, simplemente tenemos apreciaciones distintas de cómo y para qué es la plata, para mí personalmente representa un medio, no un fin.

Recuerdo que cuando vivía con cinco roomies les decía: "Cada uno de nosotros, tarde o temprano va a hacer mucho dinero, por el medio en el que estamos principalmente". Y así ha sido, cada uno de los mencionados hoy gana varias veces más que en ese momento. El punto es que no estoy peleado con hacer dinero, pero para mí, eso es consecuente y circunstancial, no tiene cabida en la fórmula del éxito (porque si ser rico es tu sinónimo de éxito, agarra cien varos y vete al país más jodido; verás que lo serás ahí).



 Tres de la mañana, eliminar cosas de mi vida que no traen beneficios. Pero es catártico, aunque complicado. Todo este asunto del detox digital, tiene a bien ir construyendo en mí de forma objetiva y con fines de mejora constante. Me gustó mucho una frase hoy que vi en el último episodio de Ted Lasso, serie que por cierto, ya terminó:

"Los humanos jamás seremos perfectos. Pero sí podemos seguir pidiendo ayuda y aceptarla cuando puedas. Y si sigues haciendo eso siempre estarás avanzando hacia ser mejor."

¿Qué cosas puedo quitar? ¿Qué cosas puedo calmar? ¿Qué me ayudará a tener mejores resultados en la vida? ¿Quiénes aligeran mi existencia? ¿Qué cosas es mejor ignorar? ¿Qué cosas se escapan de mis manos? ¿Quién ha fungido como mi mentor? ¿Cómo empezar? ¿Hacia dónde ir? ¿Cuánto tiempo he de invertir en esto? ¿Qué observar, qué escuchar, qué oler, qué consumir, qué tocar? ¿Qué hago aquí? ¿Cuál es el plan? ¿Cómo no desistir? ¿Por qué resistir? ¿Por qué he de levantarme? ¿Por qué me quiero superar?

No solo es un asunto de ego, definitivamente es lo primero que quiero evitar a la hora de trabajar en mí; no se trata de reprochar o presumir, se trata de salir del agujero y proponer mejores cosas, de tener una vida más saludable y consciente, de compartir estima y aceptación, de alinear la espiritualidad con el alma y cuerpo, de culpar, dejar de culpar y ocuparse.

Este texto es pequeño pero poderoso, lo estoy escribiendo a mitad de una decisión importantísima; escapar de circunstancias que me tienen atado, abolir mi propia esclavitud. Sumarme a un pensamiento ligado al accionar distinto, protagonizar y disfrutar de cada momento, cada lugar, cada persona, cada sabor, cada aroma, cada sonido, cada textura, cada experiencia, cada detalle. Lo que nos hace diferentes a la vez nos conecta, lo que nos vuelve únicos a la vez nos complementa. Amo mi existencia, amo mucho estar aquí y amo cada detalle que me ha hecho la persona que soy.





 Qué ganas de escribir, cerrar mis ojos y dejarme llevar por la música al tiempo que lo hago, esta vez no por los miedos, ni por la incertidumbre de alguna "ilusión" o corazón roto. Desperté a las tres, con la energía de un toro, como si hubiera dormido veinte horas consecutivas, y seguro estoy que para el final de mi turno laboral me estaré quedando dormido, pero ya está, en mi cabeza necesitaba pasar por esto, deseaba hacerlo, porque siempre he sido yo el responsable de lo malo que me ocurre, como si todos a mi alrededor fueran blancas y perfectas palomas; y mierda, para nada lo son.

Me urgía verme al espejo y gritarme lo mucho que me amo, porque es verdad que he cometido errores, pero me tenía que perdonar. Agradecimiento y un buen corazón dispuesto son lo que me sobra, si eso no vale para ustedes, me importa un bledo, para mí lo es todo.

Un par de nalgas llamativas no van a regir mi existencia.

Es fácil ser condenados por cosas que no hemos hecho, por horrores no experimentados, por descuidos y falta de criterio, por ser humanos; pero basta ya, hasta este punto me mantengo íntegro, y como tal, voy a vivir. Eso de cargar culpas que no me corresponden me estaba limitando, pero se acabó, esto es una declaración de amor a mí mismo. A pesar de no ser "suficiente" para algunas personas, a costa de "egos" ajenos, sin importar "no gustar" en el proceso. Es mi vida, y escojo centrarme en disfrutarla.

Hasta ahora solo vemos poemas tristes saliendo de mis manos, como si la depresión y melancolía me representaran enteramente; pero también soy esa fuerza incontenible que un percance natural trae consigo, mi karma está por los cielos, me mido con lealtad, generosidad y honestidad; si a eso le agregamos que las experiencias negativas y traumáticas por las que he pasado no han hecho más que fortalecerme, con memorias de triunfo y supervivencia a cuestas, cada paso de aquí en adelante cuenta.

Como he dicho antes, lo mío no es blofear, wysiwyg, comienza el reino del Rok. La fundación del verdadero imperio que llevo en mí. Y a quienes lo merezcan y acepten de mí, aquí unos versos en agradecimiento:


Despertaste mi corazón de su letargo,

Me mostraste que aún podía vibrar,

Entre tus ojos, encontré mi faro,

Tu estima mi norte, mi camino a trazar.


Me enseñaste el significado de vivir,

Hiciste de mi corazón un lugar más lindo,

Con cada carcajada, con cada suspirar,

Me inspiraste a amar, me motivaste soñar.


Así que gracias por ser parte de mi vida,

Por estar en mi amanecer, una suave melodía,

Construcción y salvación, mi poesía,

Eres de mis pensamientos la alegría.


Tu risa mi escudo contra la tristeza,

Tus ojos un mar para naufragar,

Tu voz la brisa en mi cabeza,

Tu amor una guía, mi estrella polar.


Tus manos un hogar, tus palabras un deseo,

Algo que nunca creí experimentar,

Tenerte cerca siempre es mi anhelo,

Me ayudaste a volver a funcionar.


Llegaste en un momento que no me lo esperaba,

En una temporada que nadie me quería escuchar,

Entre grises, una pincelada coloreada,

Una belleza que me hizo despegar.


Aprendí a reflejarme en tu sonrisa,

Escribiendo al ritmo de tu corazón,

Y aunque no estemos cerca, te pienso,

Conviertes estas palabras en erupción.



Este asunto de escribir durante la madrugada,
No es que no quiera hacerlo, situación temerosa,
Es que esa cosa cuando se presenta imponente,
Lo hace con todo sin importar horarios, es desastrosa.

Querida sombra en mi memoria vaga,
En silencio, por el hilo que este verso arrastra.
Tus palabras, un eco que aún desgasta,
Voy a pintar, con tinta suave y casta.

En el lienzo de la confianza, tú mi arte,
Con pinceladas de amor y alegría entregarme.
Pero el color cambió, de tus labios en parte,
Humillación y dolor, incisión precisa, al darme.

Escribo aquí, no para buscar tu perdón,
Ni para crear en ti una pesada presión.
Es sólo para decir, en humilde oración,
Que cada palabra fue un corte en mi corazón.

Somos actores en el escenario del mundo,
Tus palabras, dagas volando sin segundo.
Pero no guardo rencor, en lo profundo,
Este no sana, ni ayuda a sanar el dolor, iracundo.

El tiempo marcha, avanzamos con él,
En el espejo del pasado, a veces nos vemos tan cruel.
Tú y yo, dos estrellas, en el cielo o en el papel,
Ojalá aprendamos, del daño que se causó al clavel.

Yo aquí, escribiendo a la lluvia,
Susurro esperanzas de un futuro sin la ruina.
Con límites y amor, la vida continúa,
Aprendiendo de cada herida que la piel atesora y arruina.

Así que baila y celebra al son del viento,
Aprende, crece, libérate del resentimiento.
Si algún día, en el sendero del arrepentimiento,
Quieres hablar, aquí estaré, esperando en silencio.