–¿Por qué no has escrito nada? Se supone que tú tenías esa capacidad. ¿Qué ha pasado contigo?
–Se supone, tú lo dijiste. Mi cabeza no da de sí. Te puedo contar la razón por la que me encuentro de esta manera pero no tendría sentido. A final de cuentas nadie lee esta clase de cosas, donde no existe un héroe y mil villanos, donde el único rival a vencer es el que te roba el sueño por las noches, el que te obliga a equivocarte donde antes no lo hacías, el que te obstruye el pensamiento y el razonamiento. El que ya está cansado de la existencia misma, pero sigue aquí, repitiendo constante que eres basura.
–Estás mal por creer eso, no te esfuerzas lo suficiente y no aprovechas los talentos que tienes, estás dándole vueltas a un problema en el que te atoraste hace tiempo, y del que pareciera que no deseas salir por ahogarte en la autocompasión.
–Me tienes harto. Me tienes harto tú y todos los que piensan así de mí; los que juzgan cada una de las decisiones que he tomado como algo erróneo. Estúpidos. Todos ellos. Al solo asegurar que he vivido oportunidades similares a ellos, con ganas de cachetearlos. Si me siento tal como me siento, es en gran medida por el agobio que es vivir; he tenido dos cartas en esta mano, y el juego, hasta ahora no me ha dado la oportunidad de jugarlas. No soy como la mayoría, que si se cansan a medio camino pueden simplemente arrojarlas todas y volver a apostar. No, yo no tuve esa oportunidad, yo me tengo que aguantar a que el croupier suelte algo que pueda convenirme; pero hasta ahora, hasta ahora solo me ha tocado aferrarme a mis dos pequeñas cartas.
–¿Qué dices? ¿Por qué el afán de compararte? ¿Por qué no hiciste como los demás, los que salieron del mismo estrato que tú, mancillando a alguien bien eróticamente, bien socialmente con el fin de escalar y convertirte en estandarte. En lugar de estar constantemente quejándote.
–He ahí el origen de la aberración a abandonar las sombras; la mayoría lo hace sobre los cuerpos tirados que pisotean a su paso; y mi intención no es, ni ha sido nunca, amedrentar para crecer. Y hablando de comparaciones, cada segundo desde el instante en el que nacemos somos prueba de esta herramienta de instrucción. Mejor cállate, no digas idioteces.
–Reitero mi postura ante tu poco deseo de prosperar. Es como si me dijeras que las puertas han estado frente a ti toda la vida y simplemente no has querido cruzarlas, solo te quedas ahí junto a la entrada, a llorar tus penas y a rogar que tus miserias se vayan. En tu intención de ser observado, pasas desapercibido porque no "cacareas" tus logros y reiteras en la constante presencia de tus fracasos. ¿Qué estás esperando? ¿Que un ángel llegue y te extienda la mano para sacarte de donde estás? Eso es básicamente dejarse morir.
–Estoy en un punto en el que ni eso me hace concordar. Pueden criticarme cuanto quieran, pero a pocas personas conozco con la imposibilidad de conciliar el sueño de manera crónica a causa de la ansiedad como yo; y con mencionarlo no trato de victimizarme, solo escupo un argumento que alguien que no ha estado en mi condición vería difícil debatir. Argumentar desde la obviedad es sencillo, desprestigiar a otros por el solo hecho de no verse, hablar o juntarse con ustedes es fácil. Pues la sociedad en sí, como existe, está modelada de tal forma en la que puedes ser agresor o agredido. Y lo del ángel, no creo que pase algo así, soy demasiado cobarde para autodestruirme hasta consumar la obra. Simplemente dejé de anhelar, de sorprenderme, de sentirme optimista o querido. Me volví gris, de un gris opaco que no te das cuenta que está ahí, quizá incluso tampoco te enteres cuando ya no esté.
–Bájale un poco a tu drama, he conocido a enfermos terminales con una mejor actitud hacia la vida que tú; dime ya qué es lo que verdaderamente te pasa. Antes no eras así, podíamos hablar durante horas, nos entendíamos, nos poníamos retos juntos y los alcanzábamos. Ahora es como si hablara con un sujeto extraño, al que le han robado la esencia y solo está para cumplir; reutilizando tus propias palabras: Una autómata.
–Pues lo describes perfectamente, eso soy; un elemento en un sistema a medio funcionar, que no es lo suficiente y queda debiendo para ser lo necesario. Entre las muchas maneras de asimilar mi realidad, deduje que soy una especie de máquina programada para cometer errores, lo que significa que hasta ahora, sin importar hacia dónde dirija mis energías, todo cuanto me ha brindado satisfacción, se ha esfumado y ha desaparecido de mi historia. Un ser desmenuzado, con amores fallidos, hermanos muertos, crisis abrumadoras, conocimientos ínfimos, empresas acabadas, imágenes eliminadas, historias nunca contadas. Solo quiero que me dejes descansar un poco, por favor, que te retires y me permitas dormir al menos un par de horas. Pues probablemente mañana, tú también me olvides.