En esta vida todo es incierto. Qué tanto durarás, cuánto tiempo tendrás amigos, quiénes te quieren verdaderamente, qué te apasionará mañana en comparación con lo que te apasiona hoy, qué modas te llamarán la atención, qué carrera elegirás estudiar o si lo harás siquiera, en qué serás bueno, en qué fracasarás, cómo sobrevivirás a tus primeros años de existencia, y a tus primeras pérdidas y derrotas, cuál es tu capacidad de reacción y de volver a levantarte.
Todo, todo en nuestro andar por el mundo no es más que la conjunción de millones de decisiones que se transforman en microapuestas; "creí en ti, por eso me di la oportunidad de conocerte", "confié en que conociendo tal o cual técnica podría sobrevivir al mañana", "me esmeré en aprender las cosas que mis padres me enseñaron para ser un hombre de bien, como ellos siempre lo quisieron"... Sea cual sea el número que represente la totalidad de determinaciones, lo cierto es que estamos en donde estamos como consecuencia.
Lo que hemos aprendido, hasta dónde lleguemos, cualquiera que sea el límite al que nos enfrentemos está ahí por una razón. A veces, equivocadamente juzgamos el hecho de que las cosas no sucedan como nosotros visualizamos (e idealizamos) en nuestro interior, llegando a consolidad una estrecha relación con el fracaso. Basta. Es tiempo de abrir los ojos, de darnos cuenta que cada uno de los elementos que se encuentran allá afueran fueron, son y serán, consecuencia de muchísimos factores y que el Universo nunca ha girado ni girará entorno a nosotros o nuestro ego.
Y es probable que, como en un "volado" (acto de lanzar una moneda al aire y observar si cae cara o cruz; se hace para decidir la suerte de algo), no somos responsables del resultado de todo lo que ocurre en el entorno, pero hemos de ser más que responsables si el tiempo que la moneda tarda en el aire nos causa estragos negativos.
He estado ausente de redes algunos días, me lo propuse principalmente para convencerme de que estoy aquí gracias a todo lo que ha existido en torno a mi vida, y que seguiré adelante, a pesar de a veces experimentar tropiezos y dolencias. Estúpidamente había dado la oportunidad de crecer interiormente a pensamientos colmados de duda, que me robaban el sueño, me fastidiaban el día, me hacían sentir miserable en algunos momentos sin ser eso siquiera un poco lo que representa mi realidad. Estaba cansado, harto, desgastado, sobretodo porque creí en algún punto que estaba dando vueltas en círculos. Y no, no es así, han habido bastantes cambios y mejoras en mi torno a lo que soy, la historia ha sido benevolente y generosa conmigo, no hay nada que reprocharle. Queda seguir, duerma o no duerma bien una noche o dos, pase tragedias o amarguras, siempre habrá un momento para recapacitar y agradecer por todo lo bueno que hube ignorado tras tropezar en penas. Reitero, mi mayor adversidad siempre ha sido poseer una mente inquieta, así que era indispensable dejarla relajarse un poco.
19 de agosto... Acabo de darme cuenta que la historia de mi vida se encuentra justo a tres años de distancia de haberme propuesto alcanzar un logro particular: Bajar de peso.
Tres meses después, el 20 de noviembre de 2016, pesaba treinta kilos menos.
¿Qué me pasó? ¿Por qué me di por vencido?
Soy un ser que requiere armonía en su vida para que las cosas fluyan como es debido; en aquel entonces encontré a alguien que me suponía un beneficio motivacional bastante fuerte, me llenaba de energía y me brindaba bríos constantes; me encontraba en la cúspide de mis deseos y honestamente sentía que era capaz de muchas cosas.
Conforme el rechazo llegó, el fracaso incrementaba, y mi percepción de la realidad se volvía más cínica, más agresiva para conmigo mismo, más inquisitiva. Pasé del colocar los pies sobre la tierra a darme de bruces contra el piso constantemente; me dejé consumir por mis miedos y abracé mi ignorancia como bandera. Estaba decidido a volverme el repugnante ser que una vez me consideré al mirarme al espejo, puesto que nadie estaba dispuesto siquiera, a compartir palabras alentadoras conmigo.
Todo eso que cuento es verdad, desde la dañada perspectiva de alguien que vive el desamor exponenciado; no es que mi familia o amigos no estuvieran ahí para apoyarme, es que yo me encontraba cegado por el autodesprecio.
Una y otra vez me he dicho desde entonces y pasado el tiempo: "Sé que puedo volver a conseguirlo", sin éxito alguno. ¿Qué me pasa actualmente que no encuentro la fuerza motivadora que me permita lograr un reto que una vez fue factible?
Pasa de todo... Sigo ávido de alcanzar armonía interna, pero la tentación que el autoflagelo supone es enorme; además, el miedo no cesa de acosarme día y noche, los malos hábitos tienen sujeto por el cuello a mi potencial. Y honestamente, las mentiras rodeándome cuál depredadores con supuestas voces de sinceridad no hacen más que aminorar mis ganas de mostrar cualquier capacidad.
Así, paso de ser alguien a un total don nadie; un gris oculto tras un árbol en el sendero de la oscuridad, un transparente en medio de la comunión con los congéneres, un número más en el infinito de posibilidades; sin estar roto por completo todavía, con mis funciones de vez en cuando brillando un poco, pero dormido, inactivo, inexistente.
Hoy, tres años más tarde, me vuelvo a hacer la misma promesa: Esta vez sin apoyarme en nadie, sin creer en nadie, sin pretender ser nadie, sin afán de agradarle a nadie, sin intención de compararme con nadie; esta vez en completa sinceridad y consciente de mis debilidades me quiero prometer que en tres meses, habré logrado un cambio, esta vez permanente.
Les voy a contar una pequeña historia. Como introducción quiero decir que a mí personalmente nunca nadie me ha agredido o afectado físicamente; me gustaría que lo que estoy por escribir tome el camino de la razón y el entendimiento, no el camino del odio al prójimo (que de eso ya estamos repletos actualmente).
Había una persona en un pueblo alejado de todo modernismo, que se desarrolló en un entorno en el que los hermanos, padres, abuelos y demás parientes eran al mismo tiempo sus vecinos y amigos de toda la vida, viviendo saludablemente en medio de la misma comunidad, sin medios ni contaminantes externos.
Llegado el tiempo, nuestro personaje emigra a la Ciudad Capital por necesidad laboral, en donde empieza a conocer gente, criterios, gustos variados, excentricidades y demás en su nuevo entorno. En la puerta el apartamento vecino, justo el que está a un lado del suyo, hay símbolos y señales que él desconocía de toda la vida.
Algún día camino al trabajo se encuentra a un segundo personaje, resultando ser quien vive en el lugar de junto. Esa persona le empieza a contar de algo que está próximo a ocurrir, en un año, gracias a información de primera mano, sabe que todos los cadáveres que se encuentran en el cementerio despertarán.
La charla se vuelve intensa a un nivel en el que nuestro personaje central en cuestión queda completamente convencido de que, efectivamente, dentro de justo un año, todos los cuerpos en descomposición que se encuentran en el cementerio habrán de levantarse como zombies.
Si eso sucede, ellos matarán a todos los vivos, le cuentan. Pero han planeado algo que permita evitarlo. Durante la noche dentro de una semana, se habrán de escabullir, extraerán los cuerpos de sus tumbas, los amontonarán y harán una gran fogata con los restos. No importa, ellos no sienten; realmente de lo que se trata es de velar por el futuro próximo, evitando ser víctimas mañana de una catástrofe mayor.
Con determinación y convicción, consciente de la sabiduría y el origen de sus creencias, junto a los vecinos, realizan el movimiento la noche pactada. Se escabullen discretamente sin ser detectados por las cámaras de seguridad o la gente de vigilancia, y empiezan poco a poco a realizar su misión, destruyendo, escarbando, extrayendo y quemando restos...
Un par de horas más tarde se escucha la voz de alguien aproximándose, preguntando qué están haciendo y exigiendo con autoridad que se retiren de ahí. Conforme se acerca y esclarece la voz, los pasos se aceleran, se tiene que hacer algo.
No pasan dos minutos antes de que, quien fuera protagonista de esta historia, en pleno uso de su consciencia justa, sabiendo que la pelea es en beneficio de un bien mayor, emerge por la espalda y atesta un palazo en la cabeza de la persona de guardia. La sangre brota a borbotones, muriendo inmediatamente.
Ya en la comisaría, cada que preguntaban a nuestro personaje si había hecho mal al "atacar con violencia" a la persona de seguridad, su respuesta era una rotunda negativa. Puesto que estaba haciendo lo correcto en su perspectiva, salvar a todos.
La suma del miedo (a algo que nos pasa, algo que nos ha pasado o algo que nos puede pasar) y la ignorancia convierten a los seres humanos en devotos extremistas; llegando con eso la violencia, que termina convirtiéndose siempre en tragedia. A lo largo de la historia el uso de la violencia ha generado resultados lamentables. Estoy y siempre estaré a favor de respetar a los demás y que se me respete, al mismo tiempo que estoy a favor de fomentar la nutrición de la sabiduría, antes que la ignorancia.
No he dormido bien. Siempre es mi culpa, volviéndome a refregar en la cara lo mal que lo he hecho, imaginándome escenarios en los que "de haber conseguido" tal o cual cosa, mi vida funcionaría mejor.
Pero no ocurre todavía; de hecho, la inseguridad se ha apropiado de mi mente a un nivel en el que es difícil creer que volveré a sentirme pleno y libre.
¿Por qué esa necedad al tratar de ser quien no soy con el solo mérito de buscar objetivos impropios cuando lo único que queda medianamente funcional en mi interior es el ímpetu fugaz por de vez en cuando volcar en letras escritas mis deseos?
He pasado una vida queriendo demostrar que puedo ser funcional; pero soy consciente de que las áreas en las que podría sentirme "fuerte", por llamarlo de alguna manera, son aquellas que menos apreciación popular tienen.
Aunado a lo mencionado con anterioridad está el hecho de que mi carisma está prácticamente muerto; pues hace tiempo que dejé de creer en todo lo que me rodea ya que sus incontables mentiras me defraudaron consecutivamente hasta volverme un difunto andante.
¿La vida trata realmente de eso? ¿De encontrarte a ti mismo y aquello que te haga feliz? Si es así, es una pena; porque la he pasado anhelando servir y ser bueno para los demás, dejándome a mí mismo al final de la cadena.
Complementando, está el hecho de que este tipo de textos a nadie le convienen, funcionan o gustan; y sentir empatía por el miserable (a excepción que sea para mostrar la conmiseración públicamente y quedar como alguien misericordioso) es algo que la mayoría evitan.
¿Por qué dedicar mis letras a mujeres hermosas que han destrozado mi corazón en pedazos? ¿Por qué continuar amando los momentos en los que hubimos estado cerca mutuamente? ¿Por qué esmerarme en encontrar la mejor versión de mí para que una de ellas, las comúnmente llamadas "fuera de mi liga" me voltee a ver y me deje disfrutar con pasión desatada su sensualidad?
Es imposible. Las palabras que son consecuencia del dolor en el alma siempre serán motivo de pena ajena; e identificar a alguien que carece de la fortaleza necesaria para sobrevivir sin hacerlo es para la mayoría una necesidad inminente.
La gloria de los pobres está en encontrar a otro igual o más pobre que les brinde un poco de admiración; de la misma manera, alguien como yo, tendría hace tiempo que haberse dejado de estupideces, justificando la necesidad de compañía, hacer lazos con alguien, quien sea, de las características que fueran, sin filtros, sin estereotipos, por mera empatía, para así tener finalmente pareja.
¿Qué pasa en mi interior que la sola idea de hacer algo así me parece aberrante y vomitiva pues no estoy dispuesto a herir a alguien para solamente suplir detalles fisiológicos en mí?
Además, el transcurso de mi historia siempre ha sido para entregarme tal cual soy cuando amo; y siguiendo esa premisa, sería imposible mentir a otros al tiempo que soy honesto conmigo.
¿Qué pasa con todos esos detalles y defectos que me hacen a la percepción de algunos "mala influencia"? Realmente no niego que alguien puede haber que juzgue de esa forma mi persona; parte porque pueden no conocerme, parte porque podrían conocerme perfectamente.
Soy pacifista en tierra de guerras. Mis ojos admiran la hermosura. Mis manos desean todo el tiempo superficies que las hagan percibir texturas verdaderas siendo bienvenidas. En fin, probablemente nunca lo sepa, quizá nunca consiga estar cerca siquiera de quienes realmente me gustan.
¿Qué les puedo decir que no sepan ya? Me he tardado mucho en escribir porque había estado poniéndome al día con mis lecturas. Dedicarle tiempo a leer tal vez no nos vuelve mágicamente mejores personas, pero si lo hacemos gustosos, podríamos entender un poco más lo que sucede alrededor, y la capacidad de comprender a otros mis queridos amigos, para mí, es automáticamente una forma de estar mejor con nosotros mismos y con lo que nos rodea.
Ha sido un periodo de tiempo de adaptación complicado; difícil en el sentido de reconocer fallos y trabajar sobre ello, no porque los demás me lo impidan. De hecho, he llegado a darme cuenta que cada una de esas veces que he reprochado con argumentos probablemente factibles los sucesos no positivos que me rodean, solo han sido justificaciones de una mente frustrada hablando.
Gracias a lo anterior tuve a bien acercarme a la única persona que sin importar en dónde me encuentre estará conmigo, ponerme a cuentas y explicarle lo mucho que me aterraba quedarme sin nadie más. Descubrí entonces que esa incomodidad tenía nombre y apellido, pues era yo mismo. Había que trabajar en aceptarme y reconocer mis fallos, pero ya no como reclamo, ni como excusa, más como una distinción de tanto aquello que estaba mal en mi camino como lo que había resultado en algo positivo.
Me regalé una sonrisa y el gusto de un par de palabras de aliento: puedes estar extrañando a todo mundo, me dije. A tus amigos y familiares. Pero sabes, esto que haces es agradable si quieres eficientar tu funcionar; atrás que queden las promesas vacías y los sueños inalcanzables, es momento de observar en dónde estás parado, tomar la lección contigo, brindarte un poco de afecto y dar pasos.
Nuestras luchas más violentas las tenemos cuando nos enfrentamos a nosotros mismos; la explosión de los complejos, la definición de las debilidades y la exposición de los defectos no tienen la misma intensidad para el ojo ajeno que para el propio; de hecho, he conocido gente a mi entender perfecta que emite juicios desgarradores para sí, impidiéndole sentirse en plenitud como consecuencia. Tranquilos, hay que relajarnos, recordemos que desde que llegamos aquí, el andar de nuestro ser interior es de continuo a mejorar. Y el peso de la depresión y ansiedad, no son otra cosa que alertas inminentes cuando parece que no le hacemos caso.
Un día vas a colocar todas tus cartas sobre la mesa, observarás tus opciones, sonreirás por los lugares que has andado, las dificultades que has superado y las personas que han hecho mella en tu vida; voltearás al pasado pero no de una manera nostálgica ni evocativa, más como alguien plenamente consciente de las bendiciones que has recibido, reconociendo que sin duda alguna ha habido crecimiento y logros durante el proceso.
Mientras tanto, habrás abandonado costumbres que te hacían daño, como la negativa opinión propia; recordando que dijiste "muchas gracias" y continuaste tu camino ajeno a aquellas personas que pretendían arrastrarte a su vórtice temporal de toxicidad, sin duda esperaste que eso produjera algo bondadoso en esa gente.
Si a una persona has podido influir positivamente durante tu camino, sabrás que fue un acto justo y necesario, honesto y humilde; pues no vienes aquí a demostrar a nadie que eres alguien, vienes a reconocer ese "alguien" en todos los demás y a nutrir tus experiencias con sus presencias y la fuerza de su identidad.
Ante todo lo anterior, frente a cualquier necesidad o complicación, sabes que hay personas con las que siempre puedes contar. Que tú seas uno de ellos a cambio es un acto de corresponsabilidad, amor, estima y afecto.
La literatura es al redactor lo que la arcilla al escultor, fragancia al perfumista, suceso al historiador; es importante que dejes fluir aquello que muestra tu genuinidad, pues "imitar" a otros solo deja en claro tu deseo de reconocimiento a cambio de un talento que no estás seguro de poseer; donde desde mi perspectiva, no he conocido a nadie ausente de características brillantes y trascendentes por su propia esencia.
Si mi gusto por la sabiduría, el arte, la cultura, la historia, la sociología, la ciencia, la política, la filosofía, la tecnología, la economía, los deportes y la psicología tiene un origen bien establecido, éste es la observación y el análisis de demasiadas entidades que poseen cualidades maravillosas, y lo poco que he aprendido, ha sido gracias a ellos.
Deambular creyéndose suficiente para todo cualquiera puede, una falacia; colocarse a sí mismos cual bandera que dirige a caminos "envidiables" a través de logros construidos de "aire", deja como consecuencia vacío; y un vacío que no llega por la ausencia de talento, sino por la contención de los mismos. Por eso siempre, después de cada cierto tiempo, es bueno darnos cuenta y poner un poco de atención en nuestros caminos, para así, concluir en una catarsis que nos sirva de medio para seguir vivos.
No tengo internet todavía así que no me puedo ir de largo escribiendo como quisiera. Sin embargo, no podía permitir que el día se me escapara sin publicar algo.
Mi hermana y yo hemos sido educados bajo principios que han sido pieza clave en el desenvolvimiento de nuestras vidas y se han convertido en convicciones determinantes de nuestro bien.
Dondequiera leo estos días que algunos tienen "el papá perfecto, la mamá ideal" y me pregunto: ¿Qué pasaría si yo creyera que mi padre es perfecto? Me respondo inmediatamente como es mi costumbre: Si mi padre fuera perfecto yo jamás habría comprendido el valor del esfuerzo y el trabajo porque todo me lo daría en las manos. Si mi padre fuera perfecto yo me encontraría en otro lado del mundo intentando descifrar la identidad formacional que nunca pude recibir de él. Si mi padre fuera perfecto yo habría crecido como un hombre caprichoso y cobarde, ajeno a carácter y personalidad propios. Si mi padre hubiera sido perfecto yo sin duda alguna habría sido un hijo detestable, un hombre asqueroso y un ciudadano deplorable. Si mi padre hubiera sido perfecto, los valores y las virtudes que con humildad trajo a mi vida, no habrían llegado nunca.
Estoy plenamente seguro de que no en todos los casos es igual; pero yo, con todo mi corazón, agradezco toda la imperfección que hay en mi padre y le bendigo por todo cuanto ha hecho por vernos salir adelante, por amarnos sin medida y estar todos los días que le hemos necesitado ahí para nosotros.
Porque si de una cosa estoy tremendamente maravillado cada que amanece, es de haber estado en los brazos de alguien que me amó desde el primer momento en el que me sostuvo y jamás, ni un solo instante siquiera, me evocó el más mínimo ápice de rechazo o desprecio. Como le dije a mi hermana hace un par de días: Ustedes son un filtro por el que pasa cada una de las decisiones que tomo en la vida. Y aquellas relacionadas al liderazgo, la ocupación, la conducta, el saber y el criterio, definitivamente están más influenciadas por ti, mi amado padre.