Te dedicaría un poema, pero lo tuyo son las letras claras, además de que entre los dos hay distancias y todo tipo de circunstancias; y las personas como yo, podrían parecerte raras.
Me fastidia saber que nunca has estado en mi camino, ni siquiera un instante al fascinante aroma de tu ser cual estela fugaz he dado un respiro.
Y me digo todo el tiempo: Hombre, ve lo hermosa que es, no podrías con ella, deja ya de idealizarla. Un suspiro de desesperanza, cierro los ojos, y confieso que francamente no puedo dejar de pensarla.
No importa lo lejos que estés, sin afectar tus días, sin invadir tu espacio; no dejo de recordarte: labios carnosos, mirada profunda y hermoso cabello lacio.
Desde que tengo memoria, siempre me he considerado un apasionado de los hechos, por eso es que si algo me engancha es muy difícil que me desarraigue; puedo tardar el tiempo que sea necesario para verlo convertirse en realidad, y no me malentiendan, no es una simple obsesión, sé reconocer las cosas cuando son imposibles o inalcanzables, eso también es parte del realismo (a veces demasiado honesto) que he desarrollado. Dejé de creer en la magia o en las cosas que surgen solo porque sí, mi credibilidad está basada en situaciones reales que han impactado o tocado mi vida. Por esa razón también me resulta un reto enorme cuando he de cambiar una actitud, algo que haya formado parte de mi estilo de vida, o siquiera dejar de lado una actividad secundaria; es ahí a donde quería llegar, ver series me cuesta mucho trabajo no porque me disgusten, sino porque no quiero dejarla a medias y utilizo casi cada instante que puedo para avanzar, lo mismo sucede con los juegos de video (por eso preferí quedarme en el rango de jugador casual), y la lista podría continuar...
Ser apasionado me ha abierto las puertas al mundo de la lectura, a la apreciación fílmica, al análisis social, al deseo continuo de aprendizaje, a la autocrítica, a la experimentación multisensorial, al reconocimiento y la aceptación de mis límites y responsabilidades. Y todo lo anterior cada vez me deja más claro lo ínfima e insignificante que es la existencia, en la que sin embargo aquí sigo, tratando de dar mi mejor sonrisa al espejo cuando me veo cada mañana, animándome a no abandonarme a la suerte nunca más, pues el amor propio es sin duda lo único que nos mantiene a flote cuando atravesamos por las peores tempestades de nuestra travesía.
Me volví un cínico, a veces me cuesta reconocerlo, más en días como hoy que en cualquier otro, en los que el consumismo y lo material me hacen darme cuenta de lo ciego que está todo el mundo. No sé, quisiera ser un poquito más empático, pero el fastidio ante una sociedad que sucumbe por el hambre de "ser admirados" de manera momentánea me provoca arcadas.
Dejar de idealizar el amor es parte de madurar supongo; a cuántas parejas vemos alrededor colmar de palabrería sus relaciones y a cambio, en lugares secretos, cada uno por su cuenta, no dejan pasar el momento para ser infieles, con sus ojos, con sus mentes, absurdamente.
Un solo día al año tratar de marcar diferencias es quizá algo que no puedo soportar por tan patético; pero analizo las situaciones, me relajo, y trato de mantener una buena versión mía, limitando mi sarcasmo y reduciendo mis actitudes a simples sonrisas que den por su lado a esa gente, ¡qué necesidad hay de ganarse enemigos solo por no pensar de la misma manera!
Y es ahí donde la lógica se apodera de mí, tengo que reducir mis percepciones al máximo y colocarme un filtro a lo que sea que haya alrededor, incluso sabiendo que he conocido a más de una persona "enamorada" días antes de declarar su amor sanvalentinezco incondicional a sus parejas en turno me han pedido que las haga mías sexualmente hablando.
Ridículos. Todos. Me voy, tengo que seguir pretendiendo que este es un día que ofrece más alegrías que cualquier otro del año solo porque supone un tiempo mercadológicamente bien explotado. Ah, sí, lo único rescatable es que un día como hoy, hace ya treinta y tres años, mi padre y mi madre se casaron, y aunque ustedes lo duden, no fue a propósito, según me han contado, tanto el día posterior como el anterior ya habían sido utilizados por su capilla de cabecera. Los amo, que Dios los mantenga repletos de bendiciones, siempre.
10 minutos son suficientes para decirle "hola" a alguien. He estado bastante atareado tratando de resolver broncas en mi mente, no voy a mentir, todavía enfrento aspecto bastante complejos de los que, si bien conozco qué debería de hacer para mejorar, no me dedico a invertir más allá de unos minutos para conseguirlo.
Es un vaivén entre desesperación, frustraciones, miedos y penas, que me tiene sobreviviendo con trabajos y sin mucho beneficio. ¿Es el fin lo que vale? ¿Los medios no importan cuando se trata de reducirnos? Realmente no lo sé, intento averiguarlo, y en el inter, sufro como cualquier otro de un montón de dificultades.
Abandono mi posición de luchador por convertirme en un derrotista temporal, sea horror a lo que venga, o pesar ante lo que ha sucedido, una carga es una carga y cuesta mucho seguir adelante con ella a cuestas, llámese como se llame.
Inclusive escribir, se vuelve una salida poco útil cuando uno está en medio de encrucijadas, cuando nos metemos cada vez más a un laberinto sin salida, y digo, en el peor de los casos lo que uno debería de hacer es regresar al inicio, a sabiendas plenas que no producirá ningún cambio (y eso, queridos amigos, es por lo que la frustración está a la puerta todo el tiempo).
¿Qué hacen cuando se sienten solos, presionados, inmerecidos, inútiles? Yo, bueno, yo lo único que puedo hacer es darle la oportunidad al reloj de caminar a su modo, permitiéndole que me enseñe todo cuanto quiera, en el proceso tal vez agarre algo de valor, de inteligencia o al menos experiencia en esto que es vivir.
Una vez me hundí en libros, y no podía apartarme de hacerlo, entre el universo de historias al que me adentré, descubrí que aquellos pesares que a mí me han afligido, a alguien más le ocurrieron antes, comprendí que no era tan "único" como me lo imaginaba; a partir de ese momento decidí iniciarme en un mundo de actividades distintas que pusieran a mi mente y cuerpo expectantes y receptivos a información enriquecedora de mis distintos medios de aprendizaje.
La consciencia y el espíritu requirieron de mi atención primero, me propuse a dedicar un instante de mi día, de preferencia a primera hora de la mañana, para agradecer por todo lo que me ha sucedido, rogar por las personas que amo y pedir perdón y perdonar ofensas, pues quizá esperar a la tarde sea sinónimo a tolerar el paso de demasiado tiempo.
Leer fue únicamente la puerta a miles de aventuras que nutrieron mi imaginación, me brindó posibilidades de redacción más efectiva y ofreció distintas maneras de asimilar el entorno. Me dije que quería cultivar mi cerebro, tenía en manos una idea más, estudiar, lo que fuera que me dejara frutos estaba ahí por algo, había que aprovecharlo; en mis planes coloqué tomar una clase distinta al día, de lo que fuera, el asunto era advertir un poco más de conocimiento, pues tarde que temprano podría ser aplicable.
Ahora mis ojos estaban deseosos de recibir datos nuevos, motivadores y fabulosos; empezar a ver películas, aprender a ser crítico con las historias mostradas en pantalla, disfrutar de los nudos desplegados, otra maravilla. En una lista coloqué un montón de filmes de los llamados "imprescindibles" por los expertos, además de otras que por el mero título llamaron mi atención; ha sido una determinación excelente.
Posteriormente opté por comenzar a asistir a nuevos lugares para disfrutar alimentos varios, las experiencias en mi lengua y nariz me lo agradecieron, me convertí en amante de los sabores que mi madre me regalaba en cada una de las comidas preparadas en casa, aunadas a aquellas delicias culinarias de pluralidad de cocineros; aunque también tomé desatinadas decisiones alimenticias ocasionalmente, no me aflijo, todo era parte del desarrollo, pues hubo platillos no tan agradables en el proceso.
Mis oídos querían ser parte de este experimento también, se estaban poniendo celosos; abrí diversos reproductores y me di a la tarea de escuchar música nueva, apreciar el ruido en la ciudad, memorizar timbres de voz de la gente que me rodeaba; de entre todos esos placeres auditivos (algunos no tanto), han salido joyas esplendorosas que no entiendo cómo había ignorado por mi falta de apertura ante nuevos horizontes.
Antes he pronunciado la cinestesia como mi mayor canal de reconocimiento de mensajes, por lo que, consentir que el resto de mis sentidos sobrepasen al tacto recibiendo más estimulación ha sido una estrategia interesante. Tocar, bueno, en cualquier rato llegará quién me permita desenvolver placenteramente y sin limitaciones ese conducto, mientras tanto, la totalidad de superficies palpables que estimulen y me brinden pleno acceso sensorial a su textura serán aceptables y elogiables.
El éxito es relativo, no depende de qué tan grande o maravilloso como persona seas, o al compararte con alguien más, es interior, poderoso y está nutrido por aquello que tú tienes como objetivos. Por ejemplo (y uno de mis casos de "fracaso" favoritos), Dave Mustaine, después de haber sido removido de la banda de rock Metallica, ha dedicado su vida entera a ser mejor que ellos, fundó la banda Megadeth, con una aceptación enorme, un culto a su estilo y millones de fanáticos al rededor del mundo.
A los ojos de cualquiera, Dave es exitoso, sin embargo, en más de una entrevista se le ha escuchado confesar que él siente que es un fracasado, porque ni todo el dinero, ni toda la gloria, ni toda la fama, ni todo el triunfo comercial que supone su banda, nada de lo que haya hecho, los ha colocado por encima de su anterior agrupación ni una sola vez.
Entonces, dependiendo qué tengas como objetivo en la vida es como te considerarás exitoso o fracasado; particularmente he vivido una estadía aquí en constante sensación de derrota, probablemente haya alcanzado uno o dos de mis planes, sin embargo, en el fondo de mi corazón, me siento fastidiado por no conseguir algunos sueños como formar una familia amorosa y viajar por el mundo.
He tenido que aprender a perdonarme por desperdiciar oportunidades de estudios en el extranjero, por haber dejado la oportunidad de caerle bien a mi anterior jefe e irme con mis ex-compañeros a Canadá, por bajar de peso y volver a subir como consecuencia de mis cargas negativas emocionales, por devastarme cuando Angie, Bertha o Daniela me removieron de sus vidas, por no valorar como buenos algunos empleos, por dejar de estudiar en la prepa y terminar la carrera más tarde, por no aprender a programar de niño, por empezar a leer hasta los veintiuno, por convencer a mi profesor de cálculo a pasarnos a todos (pues solo yo quería ser ingeniero), por endeudarme en varias ocasiones con créditos, por no haber sentido empatía cuando mendigos me pedían ayuda, por no haber escrito ningún libro todavía, por juzgarme como limitado en cuanto a mis capacidades intelectuales (tonto), por cada revés que he experimentado en los negocios que he iniciado, por no cumplir con las fechas de mis intenciones, por decepcionar a mis padres, por no viajar, por no dar propinas justas, por no haber incursionado en la política, por no apoyar a mi prójimo, por no mantener un devocional diario, por no hacer ejercicio, por no comer sanamente, por permitir a la ansiedad que se apoderara de mí, por comerme las uñas, por lastimarme con palabras negativas, por herir a otros con supuesta honestidad, por brillar por mi ausencia cuando se me ha necesitado, por hundirme en depresión, por ahogarme en lágrimas, por huir cobardemente de los problemas...
En fin, he tenido que verme al espejo un montón de veces repleto de frustración ante cada derrota y cada descalabro en la vida, esperando que mi historia dé de sí para conseguir reconciliarme conmigo mismo y seguir caminando, un paso más, un día a la vez; y de ser posible, tratando de ser una mejor versión de mí. Recordando que aquello que yo tengo como propósito, es probable que para otros sea basura; y reconociendo que en cuanto a gustos y fines, cada uno tiene los propios.
Me quedan las ganas de escribir poesía, pero es que no la entienden, en estos tiempos no se esfuerzan por sentir empatía.
Me sobran las metas en la vida, pero el solo hecho de recordar su ausencia, hace que mi cuerpo sufra, que mi alma llore, que las noches pasen por mí con indiferencia.
Me falta la motivación para despertar mañana, para sentirme vivo nuevamente, para leer un poco y terminar pendientes.
Me gustaría encontrarme con una versión antigua de mí y decirle que tarde o temprano, la enfermedad se aleja, la toxicidad desaparece, el amor propio con la debida dedicación florece.
Me hace mella llegar a la media noche en completa ausencia, sin hablar con nadie, sin sentir cariño, viendo morir lentamente en mi interior al niño.
Me duele la cabeza, el ardor en los ojos es constante; la ansiedad mi libertad está absorbiendo, el miedo es un bribón, estoy envejeciendo.