Estoy triste, estoy una vez más, terriblemente triste; no puedo ocultar el hecho de que me he quedado dañado de la mente de una manera horrenda; porque no puedo decirle adiós de mi sistema:
¿Por qué me haces eso Dios, por qué te afanas en hacerme creer cosas que no están, que no existen, que no son, que nunca han sido?
A ella le dije: ¿Quién me odiará más Dios o tú? Uno por hacerme entrar en situaciones de ansiedad que no merezco dignas de ahorcarme en la primera oportunidad; la otra por hacerme soñar y agarrar mi corazón como trapo para limpiar después; sin hablar, solo a través de pantallas, evadiendo las palabras.
En serio es bien fácil ser sincero desde el principio; decir tal cual son las cosas. No puedo con esto mujer, no puedo vivir así. No puedo ser feliz y caer en etapas de miedo y tristeza cada que, por no decirme un "de tal a tal hora ando con fulano y no puedo atenderte", o algo así. No puedo. Renuncio. Renuncio a este odio que siento por mí cada que soy presa de ésto, ansiedad, desesperación, amor no correspondido, desprecio, horror...
No lo soporto más. Odio que duela tanto no merecer tu cercanía. Me detesto como hace tiempo no lo hacía. ¿Por qué, por qué eres así conmigo si yo no te he hecho nada malo? Ya no me prometas nada. Por favor. Te lo imploro por mi vida...
¿Ves? Por eso detesto las pantallas; porque sacan la versión de mí que no me gusta. Porque los textos aquí no son como los diálogos en vivo. Me odio por hacerte ver siempre esta cara de mí que no debería de existir. Me estoy muriendo, las pantallas para hablar no son lo mío. Van cuatro días que no duermo. Te juro por lo que me quede de vida que nunca es mi intención hacerte sentir mal; aunque termino haciéndolo. No merezco tu atención; tengo que aceptarlo. Sé que no leerás ésto, pero igual quería decirlo.
Quien solo me lee, no me conoce... Quien solo me lee, no me conoce...
He de confesar que no sé por qué escribo algunas cosas; necesito desahogarme, dejar de sentirme ignorado; pero es a causa de esa última persona que le tengo mucho miedo a las mujeres, lo reconozco; probablemente porque me ha hecho sentir inferior o ineficiente como hombre, o porque he caído una y otra vez en terribles pasillos de los que parece que no puedo salir cargados de culpa y desconsuelo.
Y si Dios no me odia, ¿por qué actúa de esa manera? El sabe lo que yo siento, conoce perfectamente lo mucho que me afectan todas esas cosas; si no me acepta, si no soy suficiente, si no soy interesante; la razón por la que sea, simplemente no debería yo de volver a caer en los mismos caminos tormentosos, pero aquí sigo, volviendo, con horror, con tristeza, con pena, con mucha pena de reconocer que no atraigo.
Si hay muchachas lindas en todas partes, en cualquier lugar que estoy podría encontrar al "amor de mi vida", ¿por qué sigo cayendo en el mismo sitio en el que no soy bienvenido? Ya no puedo, ya estoy viejo; y lo peor, lo más horrible, es que me he quedado sin argumentos para acercarme a alguien más con confianza; es cierto, es verdad, por mucho que me duela decirlo.
En cada una de las posibles opciones está la sombra de ella jugando con mi amor, con mi corazón, con mi deseo; alimentando su ego por mero placer y dejándome a mí más cerca del basurero. Mi cabeza se ha puesto mal, muy mal, y ella no quiere ayudar, o no puede, o se siente ahuyentada por mí; el asunto es el mismo. Mi fortaleza de seguridad y felicidad se derrumba ante un par de lindos ojos, ante mis ganas de volver a tocar sus manos, ante la esperanza de volver a besar sus labios.
Soy repugnante, soy un parásito; pero sea lo que sea, ya Dios, ayúdame de una buena vez a dejarlo atrás; muestra que tienes un poquito de misericordia para conmigo, ya no te pido que me ames, pero al menos no pongas en esa actitud de querer hacerme llorar diario; ya no te diviertas con mi corazón. Tenme piedad, misericordia, te lo imploro.
¿Por qué me haces eso Dios, por qué te afanas en hacerme creer cosas que no están, que no existen, que no son, que nunca han sido?
A ella le dije: ¿Quién me odiará más Dios o tú? Uno por hacerme entrar en situaciones de ansiedad que no merezco dignas de ahorcarme en la primera oportunidad; la otra por hacerme soñar y agarrar mi corazón como trapo para limpiar después; sin hablar, solo a través de pantallas, evadiendo las palabras.
En serio es bien fácil ser sincero desde el principio; decir tal cual son las cosas. No puedo con esto mujer, no puedo vivir así. No puedo ser feliz y caer en etapas de miedo y tristeza cada que, por no decirme un "de tal a tal hora ando con fulano y no puedo atenderte", o algo así. No puedo. Renuncio. Renuncio a este odio que siento por mí cada que soy presa de ésto, ansiedad, desesperación, amor no correspondido, desprecio, horror...
No lo soporto más. Odio que duela tanto no merecer tu cercanía. Me detesto como hace tiempo no lo hacía. ¿Por qué, por qué eres así conmigo si yo no te he hecho nada malo? Ya no me prometas nada. Por favor. Te lo imploro por mi vida...
¿Ves? Por eso detesto las pantallas; porque sacan la versión de mí que no me gusta. Porque los textos aquí no son como los diálogos en vivo. Me odio por hacerte ver siempre esta cara de mí que no debería de existir. Me estoy muriendo, las pantallas para hablar no son lo mío. Van cuatro días que no duermo. Te juro por lo que me quede de vida que nunca es mi intención hacerte sentir mal; aunque termino haciéndolo. No merezco tu atención; tengo que aceptarlo. Sé que no leerás ésto, pero igual quería decirlo.
Quien solo me lee, no me conoce... Quien solo me lee, no me conoce...
He de confesar que no sé por qué escribo algunas cosas; necesito desahogarme, dejar de sentirme ignorado; pero es a causa de esa última persona que le tengo mucho miedo a las mujeres, lo reconozco; probablemente porque me ha hecho sentir inferior o ineficiente como hombre, o porque he caído una y otra vez en terribles pasillos de los que parece que no puedo salir cargados de culpa y desconsuelo.
Y si Dios no me odia, ¿por qué actúa de esa manera? El sabe lo que yo siento, conoce perfectamente lo mucho que me afectan todas esas cosas; si no me acepta, si no soy suficiente, si no soy interesante; la razón por la que sea, simplemente no debería yo de volver a caer en los mismos caminos tormentosos, pero aquí sigo, volviendo, con horror, con tristeza, con pena, con mucha pena de reconocer que no atraigo.
Si hay muchachas lindas en todas partes, en cualquier lugar que estoy podría encontrar al "amor de mi vida", ¿por qué sigo cayendo en el mismo sitio en el que no soy bienvenido? Ya no puedo, ya estoy viejo; y lo peor, lo más horrible, es que me he quedado sin argumentos para acercarme a alguien más con confianza; es cierto, es verdad, por mucho que me duela decirlo.
En cada una de las posibles opciones está la sombra de ella jugando con mi amor, con mi corazón, con mi deseo; alimentando su ego por mero placer y dejándome a mí más cerca del basurero. Mi cabeza se ha puesto mal, muy mal, y ella no quiere ayudar, o no puede, o se siente ahuyentada por mí; el asunto es el mismo. Mi fortaleza de seguridad y felicidad se derrumba ante un par de lindos ojos, ante mis ganas de volver a tocar sus manos, ante la esperanza de volver a besar sus labios.
Soy repugnante, soy un parásito; pero sea lo que sea, ya Dios, ayúdame de una buena vez a dejarlo atrás; muestra que tienes un poquito de misericordia para conmigo, ya no te pido que me ames, pero al menos no pongas en esa actitud de querer hacerme llorar diario; ya no te diviertas con mi corazón. Tenme piedad, misericordia, te lo imploro.
Estoy triste, estoy una vez más, terriblemente triste; no puedo ocultar el hecho de que me he quedado dañado de la mente de una manera horre...