El adiós es enfrentar el miedo a perder lo que nunca ha sido tuyo, es suplicar misericordia a quien nunca quiso conocer tus súplicas, es desear con todo tu ser el mantener cerca a quien nunca quiso así, es dejar ir a quien no te valoró, a quien nunca vio por ti, a quien nunca te aceptó completamente.
Al principio frustración, falta de aceptación y miedo son los síntomas del adiós; no quieres creer que vaya a suceder, piensas que recapacitando y hablando se puede llegar a un común acuerdo. Inexistente si nunca te amaron.
Después, viene la fase de enojo, en la que luchas contra tus propios miedos por vencer a lo que no te convence de ser suficientemente bueno para esa persona. Te auto flagelas con tus penas, pues claro está que más amor no podías haber entregado, ella lo tiene claro, simplemente no te quiere.
Posteriormente llega la negociación, pones en un plano lógico la situación y piensas "si yo hubiera...", "si ella hubiera...", caso perdido; pues sabes que en este punto del proceso habrá que avanzar al siguiente para que algo sea o no posible con la sabiduría de Cronos.
Luego quieres entender las razones y analizas los sucesos llenándote de dolores en el corazón, y ella sigue en su papel, de ser como es, de evitarte y alejarte, por tu propio bien a su parecer. Porque digo, no hay nada más deprimente que querer mantener cautivo a un corazón que te es infiel y no te respeta.
Llega el momento de aceptar las cosas, has llorado suficiente, en tu casa, en tu trabajo, en la calle por ella, has derramado cada lágrima que tenías que derramar para dejarla salir a hacer lo que quiera. Es entonces cuando decides dejar de estorbar, de ser una molesta carga y permitirle que siga con sus sueños y objetivos; es cuando, realmente amas el hecho de haberla amado y como tal, te permites la muerte existencial por ella.
Al final viene la asimilación, el punto en el que meditas en la importancia de no pedir amor a quien no quiere estar contigo; sonríes a la vida y observas al rededor. Entiendes que los horizontes son un poco diferentes pero más amplios ahora que has abierto los ojos y te preparas para iniciar con todo tu empeño la siguiente carrera.
(Quisiera agregar una más, una verdadera. La de agradecimiento y no reproche. En la que digo: Gracias por enseñarme, gracias por aceptar que te eligiera, gracias por mostrar felicidad cuando estuviste cerca, gracias por confortarme y gracias por decir que me amabas.)
La vida da vueltas, el karma, o como quieran llamarlo, recompensa a las personas que han hecho bien. Y una vez aquí, lo justo es saber que nada es mera coincidencia, si no era la persona indicada, la mejor para ti, simplemente tenía que pasar para continuar con el perfeccionamiento de tu propio ser. Lo único importante es ser feliz.
Cuando alguien realmente te ame procurará tu bien, te será sincera y también fiel. Verá por ambos, te considerará en sus decisiones, te hará parte de su vida, y disfrutará cada momento que se encuentren juntos. Además, claro, superará dificultades, será fuerte a adversidades, crecerá contigo, y permitirá al brillo de la verdad permanecer siempre.