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Un mes ha pasado desde la última vez que me paré aquí a escribir un poco. Me llegan las conclusiones de si habré perdido mi capacidad de conectar ideas o me he envuelto tanto en cinismo como para aceptar que estamos perdidos sin deseo siquiera de esforzarme más por ser distinto. Como un súbito encuentro en el que mi realidad atropella, aplasta, destruye y desmenuza mis sueños hasta convertirlos en anhelos inexistentes.

Donde cada una de las personas que han pasado ha dejado mella y mi vulnerabilidad es ahora un goce que discrepa con lo que el entorno celebraría en el contexto de benevolencia, excelencia o pulcritud.

El "me da igual" se vuelve un mantra casi budista que aplaza lo difícil a su imposibilidad absoluta, sumergido en la rotunda e inminente llegada de un presente mísero, sin ánimo alguno, cual autómata, resumido en un "trabaja y paga", sin nada por disfrutar o reconocer con asombro; entonces tal parece que es lo segundo. El cinismo me tiene absorto y se ha apoderado por completo de mis extintos gustos temporales.

Y como veo las cosas, cada efecto conveniente o inconvenientemente causado por el entorno es siempre un asunto de geografía; historia, quizá en segundo término. Y lo que yo solía considerar como algo alcanzable con mi limitado razonamiento, en el entendido de desarrollar las herramientas óptimas para lograrlo, lamentablemente no era más que una falacia consumada en mi interior. Pues por lo observado, lo experimentado y aprendido al paso de mi andar, es que cada cual "logro aparente" que puedo redargüir en prójimos, es simplemente la respuesta a la usurpación, el crimen, la estafa, el engaño, la maldad y el abuso aplicado a otros.

Entonces, entre mis solemnes palabras domingueras, probablemente no haya a ningún lado más para ir, y me encuentre enrollado en un circunloquio sin final, con el firme propósito de enmendar carencias intelectuales, físicas o emocionales a través de párrafos que seducen, se extravían durante su creación y añoran ser comprendidos a la vez que admirados.

Que Dios nos brinde una salida a todo el mal que nos aflige, que se detenga el número de enfermos y muertos, es lo único constante en mis ruegos. Pues ya no vive la persona que antes era en mí, el supuesto ser inteligente que no tenía miedo a los obstáculos y deseaba fervientemente superar limitaciones y obstáculos. Lo de hoy es continuar respirando, hacer lo que me toca y restituir lo que he perdido. Aunque eso represente la totalidad del valor en tiempo del rastrojo que queda del redactor.



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