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Cuando te enamoras, un proceso enorme de pleito interno surge; tu parte lógica no se quiere dejar vencer por tu parte sentimental, y la sentimental, por su cuenta, pretende convertirse en lo más fuerte de ti. Y ahí es donde inicia el espíritu equilibrado en el uno mismo.

A veces, esforzamos nuestra mente e interior en amar con tanta fuerza a los demás que terminamos ignorando cuan potencial realmente existe en nosotros. Y no solo ignorando, sino evadiendo a toda voluntad el lo que hay ahí; todo por suplir necesidades ajenas, deseos de aceptación en nuestro corazón, quizá; y ante todo, un hipotético ego ahí está, deseoso de que le digan cuan bello, hermoso y amado es... Y así vive uno, satisfaciendo en busca de satisfacción, adulando en busca de adulación y aceptando en busca de aceptación, como si lo que más necesitáramos en nosotros fuera lo que está en el exterior.

Somos superficiales y exhibicionistas por naturaleza, nos encanta ser admirados por los demás, cuanto más nos fascina ser servidos y complacidos. Y el pesar de enamorarse reside precisamente en eso, en creer que los demás son mejor que uno; en buscar que los demás nos quieran como uno mismo puede ser capaz de quererlos.

Ya me cansé, me cansé de solicitar a todos ser parte de un club imaginario en el que jamás me veré enfilado; me cansé de esperar a que otros, con sus hipocresías me hagan sentir apreciado. Soy yo, y me amo como tal; con el millón de errores y defectos que tengo a cuestas.

Me encanta recordar todo el tiempo mi humanidad y lo débil que eso resulta al final; me agrada del mismo modo analizar el ser y comprender qué cosas tenemos mal y en cuales nos vemos fortalecidos; sí, mi defecto siempre ha estado en el amar y ser querido; siempre ha sido la motivación de mi existir, como si eso fuera a completar mi personalidad en algún falso sentido.

Y saben qué, amar a Dios, no como un punto y aparte sino como un punto y final; muchas veces de montón de lenguas falsas lo he escuchado, y lo he considerado también con cierto sentido de risa como la mayoría, no por lo que significa, sino por el modo en el que es presumido.

Amar en sentido divino significa entregar el todo por la nada, apasionada e inteligentemente; inspirando nada más que bondad del interior, amar porque sí y a pesar de todo, eso literal sería el amor ágape. El verdadero amor que tantas telenovelas malbaratan y pisotean tantas parejas. ¿Existe? Yo creo que sí...

Con esa condición me he decidido a pensar acerca de a quien puedo amar, conociendo completamente que los errores los hay; pero que, en el verdadero amor no debe haber peros.

El pesar de enamorarme hasta ahora ha sido intentar que alguien más me quiera siquiera, buscar y no encontrar, afectar mi personalidad con ello; eso sí, crecer.

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Cuando te enamoras, un proceso enorme de pleito interno surge; tu parte lógica no se quiere dejar vencer por tu parte sentimental, y la sent...