Recuerdo que una vez leí que aquellos que publican mucho también escriben con esa intensidad, páginas y páginas de textos que seguro en gran parte son desechadas por editores que al final, para ver un producto enteramente terminado con la calidad necesaria, dicen adiós a muchas palabras.
¿Pero qué somos? Es cierto que en base a la vana palabrería es como nos formamos, y abanderamos lo que nos identifica, aquello que nos representa ante el mundo como una manera de pensar, cuando, si lo leemos detenidamente, no es más que el acto de escribir el que se presume, pues hay quien piensa, como un servidor, entre laberintos de tramas cuánticas con música de fondo, arquitectura minimalista, y arte abstracto y colorido adornando cada una de las paredes en la enorme biblioteca que supone un método irreconocible de ideas que parecen no encontrar un fin; determinístico es, entonces, que el lector comprenda, y emprenda un viaje por el vuelo “chaquetero” o bien dicho —con circunloquio incluido—, divagante; pues basta aprender el tacto y gusto de quien, al otro lado del concepto en cuestión, dedica un par de líneas a proponer un producto literario de la calidad que al propio redactor en su momento, le supone el magnífico resultado de excitantes pulsaciones de caracteres sobre un teclado o el delicado vaivén plasmado por una pluma cual samaritana.
//Escrito en mi Blog Wordpress el 26 de Mayo de 2017.
¿Pero qué somos? Es cierto que en base a la vana palabrería es como nos formamos, y abanderamos lo que nos identifica, aquello que nos representa ante el mundo como una manera de pensar, cuando, si lo leemos detenidamente, no es más que el acto de escribir el que se presume, pues hay quien piensa, como un servidor, entre laberintos de tramas cuánticas con música de fondo, arquitectura minimalista, y arte abstracto y colorido adornando cada una de las paredes en la enorme biblioteca que supone un método irreconocible de ideas que parecen no encontrar un fin; determinístico es, entonces, que el lector comprenda, y emprenda un viaje por el vuelo “chaquetero” o bien dicho —con circunloquio incluido—, divagante; pues basta aprender el tacto y gusto de quien, al otro lado del concepto en cuestión, dedica un par de líneas a proponer un producto literario de la calidad que al propio redactor en su momento, le supone el magnífico resultado de excitantes pulsaciones de caracteres sobre un teclado o el delicado vaivén plasmado por una pluma cual samaritana.
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