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Despertar a las dos y no poder volver a pegar las pestañas puede ser símbolo de varias cosas; para mí, en particular en éste momento, representa mi soledad, mi consciencia intranquila reniega conmigo ante el hecho de saberme despreciado una y otra vez por las personas que me gusta tener cerca.

¿Quién es digno de tolerar todo este sistema que ataca una y otra vez mi felicidad intentando desaparecerla? El legado social, lo que la gente hable, la televisión, las muchas notas periodísticas, la radio, los parientes, todo eso son estelas de ideas que crecen en nuestro propio yo, alimentando egos innecesarios en un universo al que, nos le debemos completos incluso sin desear hacerlo.

He venido creyendo que atraigo a alguien, cuando parece que mi marcador sigue en cero; he venido experimentando sensaciones de estima, cuando todo indica lo contrario; he venido haciéndome a la idea de poder con todo esto, cuando al parecer finalmente voy a ser derrotado por mi propia falta de deseo de lucha.

Las noches son para meditar, los días, las horas; no lo sé. Me dedico tanto tiempo a eso que en definitiva no tengo ni la más mínima idea de si el camino que intento es funciona, es real, es bueno. Mi gratitud ante lo aprendido siempre va a estar ahí, no me rindo fácilmente ante el miedo, no soy de los que dan media vuelta y se van con unos cuantos obstáculos; pero incluso siendo así de perseverante, uno aprende a identificar límites impenetrables, columnas y muros que forman murallas imposibles.

¿Por qué digo todo lo anterior? No quiero fallar, no quiero arrepentirme de gozar mi vida; pero tampoco quiero ser alguien que te mueva por entornos que te mantengan distante de mí, eso no funciona así; si te quiero, y en definitiva lo hago, es porque me agrada tu presencia; no las letras que el celular me muestra cuando estás conectada, no el hecho de saber que probablemente te vuelva a ver; a mí me gusta la verdad, los hechos, la realidad.

No vivo de ilusiones, de falsedad, de promesas incumplidas o de deshonestidad. Vivo de experiencias, soy un anciano dirás, vivo de conocimiento, de lo que es y será. Atrás quedó el niño al que todo mundo engañaba; ahora soy el que quiere, se esfuerza y hace, si es como quería, perfecto, si no, comprendo y crezco. Esa es mi vida ahora, la que se puede tocar. Bienvenida sea la persona que se sienta capaz de a mi lado luchar; tengo mis males, quiero aprender, quiero dejarlos ir, pero que me entiendas también. Adiós noche que solo me haces entender, que entre tú y yo no hay nada y probablemente no va a haber.

Noche

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Despertar a las dos y no poder volver a pegar las pestañas puede ser símbolo de varias cosas; para mí, en particular en éste momento, repres...