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Comienzo esta historia en un momento de mi vida en el que tomar una decisión de hacer o no hacer se ha vuelto algo importante, he decidido grandes cambios en mi persona durante el último año, he vivido experiencias maravillosas y he conocido a una persona que ha aportado tanto a mi vida que me ha cambiado, mi nombre no importa mientras el de él pueda ser recordado, pues las clásicas visitas que daba a su casa, en las noches durante las cuales los jóvenes comunes invertían su tiempo en redes sociales y yo le aprendía un poco más, son las que por necesidad deben ser recordadas aquí. Joel Hamminsk.

De todos los seres humanos que hube conocido en la vida nadie con el aspecto y la personalidad de él. Sobrio, relajado, de penetrante mirada con sus negros ojos, bajo de estatura pero con una seguridad que achicaría a cualquier deportista, más delgado que atlético, más moreno que claro, más común de lo que podría esperarse físicamente; pero con un talento envidiable. Él decía de sí mismo: "Tengo la capacidad de identificar el por qué y cómo de las cosas, ese es mi único don".

—¿Sabes qué alimenta tu deseo de aprender? —Me dijo el día que le conocí.
—¿Qué?
—La duda —respondió situado atrás de mí en la fila de la caja dos del centro comercial, presuntamente una caja rápida invadida por quien, adelante de mí tenía al menos diez artículos en las manos. —Mientras más cuestionas a la vida la vida te extiende un panorama de posibilidades mucho más grande, y mientras más conoces más deseas aprender de todo, por simple o complejo que sea, así funcionamos desde la perspectiva elemental de nuestro ser.
—Creo que ya lo sabía. —Acompañé mi respuesta de un silencio sombrío que creí que evitaría un intercambio mayor de información con aquel individuo. Soltando inmediatamente después la revista con la portada de la rubia exuberante y sosteniendo la que mostraba a la sofisticada y muy femenina morena de cabello lacio.

Uno piensa que las personas son capaces de influir tanto como uno les permite, ahí está un gran error, también lo aprendí de él, por cierto. Al avanzar con el tráfico del centro a horas pico, es lógico que no te percates de quién va adelante o atrás de ti; eso me pasó, el hombre que me había cuestionado en la caja venía justo detrás en una vieja Ranger de color tinto, con el codo afuera del vehículo. Al verlo me sorprendió notar que movía la boca, tal como si estuviera cantando un tipo de música country, mientras seguía prácticamente la misma ruta en línea recta por la que normalmente yo andaba durante las siguientes dos horas.

Resultó que el tipo sería el nuevo vecino ubicado a dos cuadras de mi casa, curiosa y peculiar coincidencia que el habernos encontrado en el centro comercial como consecuencia de mi fallida cita con Beth, la cual había salido de lo peor y me hube tenido que comprar un chocolate para relajar mi mal humor, mientras que él, acababa de salir del turno de la tarde de la oficina en la que trabajaba del edificio que quedaba prácticamente a escasos quinientos metros del centro comercial.

Una noche, media semana después, caminábamos uno en sentido contrario al otro, yo dirigiéndome al jardín de la colonia a caminar un poco antes de dormir y él, al parecer a encontrar a alguien conocido que pudiera ayudarle en su problema me miró directo a los ojos y dijo: —¿Quieres conocer los secretos del universo?
Obviamente cuando alguien te dice una frase así, terminas pensando que te dirán la clase de información tribal que en Internet a cambio de unos cuantos clics consigues en cosa de segundos por lo que respondí: —No, gracias, estoy ocupado.
Erróneamente pensé que aceptaba un "no" como respuesta lógica como todo el mundo lo hace, así que me solicitó posteriormente: —Ayúdame a entrar a casa y te los revelaré uno por uno.
Reí sustancialmente, si pretendía solicitar mi ayuda no era necesario que llamara mi atención del otro modo, de todas maneras me gusta ser un hombre gentil para con el necesitado.
—Olvidé las llaves dentro —dijo sonriendo.
—Está bien, vamos. Yo tenía la idea de que sus llaves se había quedado dentro de la casa, cuál fue mi sorpresa que la ayuda que necesitaba era para que, mientras uno sostenía el cristal de su camioneta, el otro metiera la mano con fuerza evitando que fuera presionada con el fin de extraer las llaves que se le había caído en el asiento del piloto desde el bolso izquierdo de su pantalón.
—Eres muy amable, ahora mismo necesito dormir, ¿te parece que te invite algo saludable el miércoles?
—Gracias pero no, gracias.
—Insisto —dijo—, acéptalo como gesto de cortesía.

No me cuestionen acerca de a qué se debe, es probable que al aspecto de ser alguien sincero que acepté acompañarle a beber un jugo de manzana el miércoles por la tarde. Y si se preguntan por qué un jugo, yo también me lo pregunté, de hecho, fue lo primero que le pregunté después de habérmelo servido; pero antes, me estoy viendo muy adelantado contando nuestras charlas sin siquiera haber explicado qué pasó al presentarnos.
—Soy Joel —expresó, mientras nos dirigíamos a su casa la noche que nos encontramos por la banqueta—. Joel Hamminsk; exmiembro del parlamento nacional y actual responsable del financiamiento de algunas de las principales movilizaciones civiles a lo largo del país.
Sabía que había algo familiar en él, pues tuve que haberlo visto en un sinfín de discusiones en las tomas de protesta de los representantes. No quiero hablar de política y el hombre sabía cómo evitar esos temas laborales al máximo mientras charlábamos de cosas con, para mí, mayor trascendencia intelectual.
Con el par de vasos situados sobre la mesa rústica en el jardín frontal y un adorno esférico de color amarillo al centro de la misma cuestionó ante mi pregunta: —¿Es el contenido del vaso lo que te hace estar aquí o la disposición de tu mente por el deseo de conocer más lo que te impulsa?
En ese justo momento me sentí incómodo ante su presencia, pues advertí finalmente que era un hombre inteligente, capaz y austero; de esos que ya no quedan muchos, como no tenía idea. Me sentí inferior y me bebí mi jugo cual camarera en bar de mala muerte con cliente coqueto deseoso de conquistarla.
Después que la noche nos abandonó pasados varios silencios incómodos y cuestionamientos con respuestas simples y superficiales, tales dignas de un par de personas intentando saber el qué y por qué una de la otra me despedí.
Pero antes de irme soltó la primera bomba. O como él lo llama, secreto del universo.
—Todas y cada una de las piezas en nuestro universo están formadas por puntos, pero un punto es a su vez nuestro universo mismo. Eso significa que tanto lo más pequeño como lo más grande que existe en nuestro universo es el punto.
—¿Perdón? —Dije, volteando el rostro de nuevo hacia él.
Lo hubo repetido unas tres veces al final de las cuales mencionó que ese era el primero de los setenta y siete secretos universales, con el cual, pagaba el favor que había hecho caballerosamente por él.

Seguí mi paso a casa y me acosté en mi cama, no sin antes anotar la frase en un pequeño cuaderno tal como la mencionó y la recitaba en mi cabeza. No la analicé en el momento, no le di mayor importancia, estaba tumbado en la cama con los ojos cerrados sabiendo que el sueño me vendría bien a pesar de seguir sin ver a Beth y mañana sería un buen día para dedicarle mayor tranquilidad a releer la frase en los ratos muertos que a veces se suscitan en el trabajo.


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