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Escribo para ti,
porque te amo,
y no es la forma de las estrofas lo que lo decide,
o tal vez sí.

Creemos en el arte que idealizamos,
así mismo nos apasiona lo "mejor",
sin saberlo,
nos volvimos víctimas del dolor.

No lo entiendes por no atreverte a abrir los ojos,
pero aquí sigo esperando paciente,
por un beso tuyo,
inminente.

Escriben así y se hacen llamar escritores; por el hecho de ubicar las frases para dar estilo a párrafos utilizando formas y aprovechándose de los espacios vacíos. ¿Así de vacíos están los cerebros de los lectores? Probablemente no. Quizá me cueste trabajo reconocer la profundidad de las pocas palabras tanto como asimilar positivamente mucho del arte contemporáneo o la música moderna. Hay posibilidad de que esté envejeciendo en el trayecto, o simplemente que me esté dando cuenta de lo mucho que nos han timado, y cómo es que vivimos en una sociedad que lo fracciona, modula y capitaliza todo. Incluso en la industria de las tecnologías de la información (que es en la que desempeño mis labores), ahora son más comunes las entregas de solo una pieza de la solución para así poder comercializar el conjunto de sus partes.

Pensando lo anterior, está colocada tan internamente en nuestro subconsciente esa idea, que no vacilo en dudar el hecho de que las personas de esa forma se comprometen, entregan, responsabilizan, abren o expresan en estos días; siempre dubitativos ante el hecho de ser o no genuinos; por eso la cantidad inconmensurable de memes que atraviesan nuestros dispositivos a cada momento, porque hasta las opiniones y los gustos los brindamos en fracciones diminutas. ¿Y todo para qué? ¿De qué le sirve al ser humano hacer millones de amigos cuando, por su falta de características individuales se vuelve uno más a elegir, tan reemplazable y ordinario como cualquier otro, pues no aporta ni nutre en ningún sentido la relación para con él?

Nos encontramos en un punto de la historia tan preconcebido y moldeado que todo cuando imaginamos está ahí por una razón y con un fin previamente establecido; nos preparan en centros educativos para formarnos con un modo de pensar en específico, donde el mundo laboral es una continuación del mismo, nos colocan metas inalcanzables a cambio de fugaces sensaciones de triunfo y felicidad, nos llenan de chatarra comercial desde el momento mismo en el que nuestros sentidos comienzan a captar información, nos ofrecen lo que queremos recibir, nos dicen lo que queremos escuchar, nos muestran lo que queremos ver, todo servido a la carta.

Y creemos en nuestra miserable y vana concepción del entendimiento que estamos andando por un camino único, que nuestra voluntad la estamos cumpliendo con base en las experiencias, las coincidencias, las adversidades y el devenir de las cosas. ¡Cuánto hemos fallado en atender que lo más valioso que poseemos es la oportunidad de producir para otros! Aislándonos y concentrándonos en el ser, en el tener y conseguir para nosotros mismos, para mera y superflua satisfacción de nuestro ego.

Tengo que decirte algo si llegaste a esta línea, no la he redactado con intención de ofenderte a ti, tus gustos, tus metas o placeres, cada uno es responsable y tiene derecho de interpretar la vida en la manera que va comprendiéndola. Solo deseo pedirte un favor, uno pequeño, que si el día de mañana vez a alguien triste, con el rostro o la mirada de estar teniendo un mal día o que su semblante grite una lucha interna, haz lo posible por regalarle una sonrisa cordial, un saludo amable y de ser factible un abrazo afectuoso; recuerda que aunque cualquier cosa positiva o negativa que el entorno tiene para darnos es vanidad, todos hemos pasado por malos ratos y podrías ser el factor agradable que repercuta la memoria de su día.