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Me llega la hora de dormir y no puedo, no debido a alguien en particular, las aventuras en mi cabeza cobran cada vez más sentido, y obviamente las empiezo a redactar en papel hasta el término del día; hoy me llamaron "demente", es una de esas palabras que más gusto me da escuchar, porque serlo a los ojos del ciudadano forjado por los medios habituales es un mérito por sí mismo.

Y no, no soy de pensamiento delictivo o perturbado, me interesa en parte que establezcan sus propias conjeturas de mí; no es que me guste o lo ame, por el contrario, me parece repugnante el modo en el que como seres humanos que somos tendemos a juzgarnos mutuamente, pero qué más da, aquí vivimos.

Las personas son seres difíciles, tanto de comprender como de encontrar, porque básicamente nos vemos todos inmersos en una enorme pecera de incapacidad y desconocimiento, hablamos relativamente a partir de lo que experimentamos, y nos creemos por lo general más listos de lo que en verdad somos; pues somos números, objetos, inventario finito.

Entonces, hablando diplomáticamente, cómo se le puede decir a alguien que no entiende en qué momento abrirá los ojos ante el hecho de que todos sus credos no son más que sombrías ilusiones preconcebidas; no, obvio no lo haremos, no lo conseguiremos, terminaremos con el tiempo y forma de la humanidad antes de que eso se lleve a cabo, porque es necesario, porque está escrito, porque es parte de las redes que unen mutuamente cerebros y corazones de la audiencia a través de ideas y preceptos.

La vida no es más que un mísero pan duro, así, a secas. Y es por eso que intentamos buscarle significado tanto a las cosas que hacemos como a las que decimos, forjando nuestra propia historia de acción, drama, horror, romance, aventura y ficción desde nuestras singulares perspectivas; pero solo somos administradores, viéndolo objetivamente, pues gestamos lo que hay a nuestra disposición para alcanzar un punto concreto, y lamentablemente para aquellos que saben lo que la inversión significa, nuestro punto de retorno es irónicamente el punto de no retorno; pues no veremos el máximo a alcanzar de nuestros intereses hasta que hayamos entrado a la nueva vida.

Entonces, ¿para qué desperdiciar mi tiempo, horas de sueño, emociones, viajes y placeres en plasmar algo tan efímero como un anecdotario que quién sabe cuánto tendrá de real en particular? Pues para eso mismo, para no verme como los congéneres que acechan a más no poder el recurso monetario cuando lo que más vale es lo que hay dentro de cada uno en cuestión, y es con eso con lo que nos quedaremos al final de nuestra andanza; y lo que en bytes o tinta podrá decir más que cualquier recuerdo también aderezado.

Por consiguiente, todo es vanidad y falsedad, orgullo, ego y desplantes de soberbia, pantomima y fanatismo, excentricidad e ingenuidad. Somos responsables, es verdad, del mapa que dejamos a generaciones venideras para transitar el sendero que está por venir; pero consciente como soy del hecho de que lo único en mi haber en cuanto a competitividad intelectual es que no hay nada en absoluto completamente cierto, me queda simplemente aceptar el hecho de que somos tan distintos y similares para obligarnos o valorarnos mediante conceptos y formas, pues cada cual vende lo que trae cargando en su canasto.

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Me llega la hora de dormir y no puedo, no debido a alguien en particular, las aventuras en mi cabeza cobran cada vez más sentido, y obviamen...