A veces escribo cosas en mis estados, unas que almacené hace tiempo que me gustaron son las siguientes:
E incluso hay personas que piensan que necesitas consejos en la vida, y vienen a intentar corregirte. Pues a sus ojos te va mal por decisión propia, no duermes porque piensas demasiado y tu cerebro no se relaja nunca; porque no has aceptado creer ciegamente en los ideales socialmente aceptados, pues te cuestionas todo, siempre, sin lanzarte al vacío. Afuera del molde.
Y aquellas cosas que te gustan, por maravillosas que sean para ti, para el mundo terminan siendo basura sin valor. Escribir por amor a hacerlo, amar el arte libre como realización, falacias imposibles para quien vive ajeno a patrocinios; bajo el yugo y la presión de cubrir requisitos, cumplir con horarios, servir a jefes que imponen a la fuerza la jerarquía de sus personalidades.
Así que decides cambiarte de vida; te retiras de los conceptos comunes y optas por un perfil bajo, casi inadvertible, con el fin de no existir para quien no tenga ganas de verte, no redactar a nombre de quien no tenga ganas de leerte. Abriendo las puertas de tu vida a la desesperanza y dejando que la paz de la ruina acuñada al momento posterior a la tempestad se apodere de ti.
No, no estoy exigiendo atención. Estoy poniendo en pequeños versos notas e ideas para que mi mente se relaje un poco; práctica alguna vez recomendada para evitar el colapso; una forma de volcar frustraciones en algo que no dañe a nadie. Algunos escuchan voces y ruidos, ven sombras y tienen alucinaciones, otros son adictos a rutinas o psicotrópicos, lo mío son las letras descompuestas, destructivas y agresivas.
Conforme las noches sin dormir suceden una tras la anterior, consecuentemente los colores y las muestras de emociones al rededor se tornan grises y absurdas; lo único que percibo son un puñado de entes de dócil aspecto automatizados en su actuar; subyugados al servicio y bajo las órdenes del sistema a prueba de errores bajo el que se encuentra todo. Y sí, los errores tarde o temprano terminamos en la papelera de reciclaje.
Hay quienes cuentan historias maravillosas en mundos imaginarios, suponiendo que eso me fuese posible, no habría por dónde empezar, y quizá el mayor alcance de mis méritos no daría para una cuartilla; además mi imaginación está colmada de negatividad como consecuencia del asco que me provoca el perfeccionismo vano y absurdo sobrevalorado por todo lo que me rodea. No valgo nada por no ser como los demás quisieran.
Como ejemplo: El cuerpo sombrío tras la tela negra que lo cubría me parecía familiar, al descubrir su rostro despedazado por el disparo pude advertir que sus facciones algún día fueron lindas, en ese momento no quedaba de ella más que un manojo maloliente de vísceras entre sangre seca y los restos de unos ojos que hubieron sido verdes en tiempo vital. Fue en ese instante que me di cuenta, era la dama agradable del restaurante que hacía una semana me había atendido.
E incluso hay personas que piensan que necesitas consejos en la vida, y vienen a intentar corregirte. Pues a sus ojos te va mal por decisión propia, no duermes porque piensas demasiado y tu cerebro no se relaja nunca; porque no has aceptado creer ciegamente en los ideales socialmente aceptados, pues te cuestionas todo, siempre, sin lanzarte al vacío. Afuera del molde.
Y aquellas cosas que te gustan, por maravillosas que sean para ti, para el mundo terminan siendo basura sin valor. Escribir por amor a hacerlo, amar el arte libre como realización, falacias imposibles para quien vive ajeno a patrocinios; bajo el yugo y la presión de cubrir requisitos, cumplir con horarios, servir a jefes que imponen a la fuerza la jerarquía de sus personalidades.
Así que decides cambiarte de vida; te retiras de los conceptos comunes y optas por un perfil bajo, casi inadvertible, con el fin de no existir para quien no tenga ganas de verte, no redactar a nombre de quien no tenga ganas de leerte. Abriendo las puertas de tu vida a la desesperanza y dejando que la paz de la ruina acuñada al momento posterior a la tempestad se apodere de ti.
No, no estoy exigiendo atención. Estoy poniendo en pequeños versos notas e ideas para que mi mente se relaje un poco; práctica alguna vez recomendada para evitar el colapso; una forma de volcar frustraciones en algo que no dañe a nadie. Algunos escuchan voces y ruidos, ven sombras y tienen alucinaciones, otros son adictos a rutinas o psicotrópicos, lo mío son las letras descompuestas, destructivas y agresivas.
Conforme las noches sin dormir suceden una tras la anterior, consecuentemente los colores y las muestras de emociones al rededor se tornan grises y absurdas; lo único que percibo son un puñado de entes de dócil aspecto automatizados en su actuar; subyugados al servicio y bajo las órdenes del sistema a prueba de errores bajo el que se encuentra todo. Y sí, los errores tarde o temprano terminamos en la papelera de reciclaje.
Hay quienes cuentan historias maravillosas en mundos imaginarios, suponiendo que eso me fuese posible, no habría por dónde empezar, y quizá el mayor alcance de mis méritos no daría para una cuartilla; además mi imaginación está colmada de negatividad como consecuencia del asco que me provoca el perfeccionismo vano y absurdo sobrevalorado por todo lo que me rodea. No valgo nada por no ser como los demás quisieran.
Como ejemplo: El cuerpo sombrío tras la tela negra que lo cubría me parecía familiar, al descubrir su rostro despedazado por el disparo pude advertir que sus facciones algún día fueron lindas, en ese momento no quedaba de ella más que un manojo maloliente de vísceras entre sangre seca y los restos de unos ojos que hubieron sido verdes en tiempo vital. Fue en ese instante que me di cuenta, era la dama agradable del restaurante que hacía una semana me había atendido.
A veces escribo cosas en mis estados, unas que almacené hace tiempo que me gustaron son las siguientes: E incluso hay personas que piensan...