Me dije: ¿Qué tal si transformo mis vicios y malos hábitos en energía para realizar cambios positivos y producir? Mentiría si digo que he logrado algo, pero he de ser bien sincero al mencionar que ya encontré un camino al cual aferrarme. *Se levanta un letrero.* -> "Hombres trabajando".
¿Qué pasa conmigo que me dan ganas de escribir a media noche? No, no te engañes, no es que me falten ganas antes, lo que ocurre es que el calor no da chance, ya subo escaleras y me arrincono, me encuero, enciendo el ventilador, me tiro en el piso, quiero llorar de la desesperación, bajo a beber un poco de agua, me visto, me salgo a la calle para darme cuenta que afuera también está sofocante, me regreso consternado y resignado, y ciclo lo anterior.
Sin embargo, redactar me sirve, ¿saben para qué? Para trabajar en mi estilo, para perderle el miedo a cajetearla feamente entre líneas, para hacer borradores y editarlos hasta el cansancio (ese cansancio suele llegar un par de minutos después, siendo franco). La imperfección me define, y es bellísimo abrazarla.
Glup. *Traguito de agua.* Hace un rato meditaba en el opuesto de una frase muy famosa del maldito borracho y feo aquel que escribía poesía áspera y honesta (entre una que otra salvajada, he de decir): "No tienes idea de la condenación que trae consigo la hermosura, pues difícilmente le agradarás de verdad a alguien". Claro, claro, escrito con mis palabras y abusando un poco de la interpretación, pero el significado ahí anda. Piénsalo.
Ser hombre implica empezar a descubrir el potencial conforme maduramos, mientras que las mujeres son valiosas desde el momento mismo en el que nacen, la mayoría de nosotros los no nacidos en cuna de oro tenemos que construir valor; con eso en cuenta, los primeros años de convivencia interpersonal pasada la adolescencia, los afrontamos desarmados, inexpertos, frágiles y ridículamente atarantados. Pasa el tiempo y vemos hacia atrás todos los errores.
Ahora entiendo, estoy agradecido del "Fail early, fail often, but always fail forward", porque sin eso no sería la mitad de lo que soy, no tendría una vigésima parte de la experiencia que tengo y no contemplaría la vida como un escenario pleno de oportunidades; sino que me sumergiría en un oceano de duda, decepción y llanto. Ya sé, comprendo que si te has dado una vuelta por acá en el pasado dirás: "Bro, pero tú siempre estás sufriendo." Y sí, pero no. Es difícil de explicar en unas cuantas líneas, además, no tengo intención de hacerlo. Recordemos únicamente que lo que aquí se expone es parcialmente cierto y que en general estoy en un viaje ficcional cual avatar desde una versión más antigua de mí (o proyectándosela a esa persona, según sea el caso).
No estamos aquí para fingir, pero tampoco para rasgarnos las vestiduras por ficcionalizar; la vida es una broma y al mismo tiempo un drama serio de proporciones globales, las personas son por sí mismas universos independientes que colisionan mutuamente, mi mundo y el tuyo gravitan como nuestros labios al tocarse. O no. ¿Quién soy yo para despertarte de la ensoñación? Bastante caca ya hay afuera, ¿no te parece?
Si quieres justicia, te la puedo proveer, pero terminarías en un deje de destrucción inminente. Si quieres misericordia, aquí la tienes y no a cuentagotas como las supuestas emociones que salen de tu ser; no, no, acá hay para llevar. ¿Generosidad? Anda mamita, sírvete; sí, sí, puedes llevarte todo, mientras no acabes con mi capacidad de generar, todo bien. No tengo idea de por qué escribí lo anterior, o siquiera en quién estaba pensando mientras las letras desenfrenadamente se me escapaban de las manos. Todo por un beso. Y la belleza natural.