Bien dicen que la vida es cíclica, y que estamos destinados a revivir eventos cada cierto tiempo; así el que pasa por una crisis una vez es probablemente alguien que lo ha hecho con anterioridad para después de un tiempo volver a levantarse tras su situación.
Llevar más de medio año desempleado me ha hecho pensar en las veces que he vivido experiencias similares y cómo es que nunca he estado suficientemente prevenido para recuperarme a pesar de considerar las variables.
Por ejemplo, en mis tiempos de preparatoriano me quedé sin trabajo y duré un par de semanas así, previamente saltando entre uno y otro empleo temporal sin éxito. No fue hasta que mis papás se encontraron con un conocido y le comentaron que quería trabajar; para empezar de cero, ya saben, empecé con la clásica la historia de la escoba y el trapeador siendo el que lavaba los baños cuando se necesitaba.
En esa empresa estuve por once años, ahí conocí a grandes personas que hasta ahora considero amigos y aprendí valores básicos como escuchar, anotar, proponer y observar. Pasé de ser el que podía ayudar con la limpieza, al ayudante de almacén en tienda; era el que acomodaba la mercancía pues. Al paso de poco tiempo, mi jefe tuvo que haber encontrado alguna virtud en mí, pues me colocó como parte del personal de mostrador; donde pude aprender de ventas, trato al cliente y memoricé un catálogo consistente de productos porque no solíamos utilizar códigos de barras.
Lo que siguió fue que durante la prepa (que cursaba por las noches), se me permitió salir hora y media antes, me dejaron como compañero y posteriormente jefe del almacén general de la empresa; ahora mi trabajo consistía en surtir material a las cuatro sucursales de la empresa y gestionar el inventario. Pasándolo de simples hojas de excel a una pequeña base de datos. Por aquellos días hacía mis primeros intentos de programación.
Pasaron algunos años y se me pidió volver a la tienda, esta vez a apoyar en otras áreas; obviamente tenía la intención de segur estudiando, porque la escuela me parecía sencilla y estudiar era mi escape a la realidad laboral. Venía una parte difícil, la facultad ocurría durante el turno de la mañana por lo que había que negociar con mis jefes la posibilidad de seguir trabajando parcialmente. Se logró, aunque la paga era mucho menor, me dieron la oportunidad de laborar durante tres horas al día, por el turno de la tarde, y así saqué la carrera. Esta vez mis obligaciones para la empresa eran más carácter administrativo, contactar con proveedores, revisar y registrar facturas y pedidos, gestionar inventarios globales, administrar costos y de vez en cuando, también me tocaba atender clientes.
Justo al terminar la carrera, estaba ilusionadísimo con una chica que conocí en redes y personalmente durante un viaje a Guadalajara. Estaba asombrado por la belleza de las mujeres por allá y lo buena onda de su gente, en mi mente estaba claro que de presentarse la oportunidad, entraría a trabajar allá y me aproximaría a la entonces dueña de mi corazón.
Se logró. El hermano mismo de mi entonces ex me consiguió una entrevista, tuve que viajar a realizar un examen y me dieron la oportunidad de entrar a trabajar al área software de Intel. Di las gracias a la empresa en la que trabajé durante la última década y mi sueño profesional estaba por comenzar.
La misma persona que me apoyó a acomodarme en el trabajo, me ofreció un cuarto en su casa para habitar. Todo estaba bien, salvo lo infeliz que me hacía saber que me encontraba tan cerca de mi ex y tan lejos de su corazón; y de hecho un par de ocasiones me sentí especialmente mal al enterarme que le sacaba la vuelta a cualquier convivencia o interacción conmigo; de ahí aprendí a retirarme en paz de donde no soy bien recibido para evitar ser una molestia. Lo anterior aunado a que vivíamos bastante lejos del sitio laboral, me convenció a mudarme a un lugar más cercano.
Una de las mentes más brillantes que personalmente conozco y con quien he tenido la dicha de estar en el mismo equipo en Intel, me comentó que él tampoco era local y en el pequeño edificio que vivía rentaba por muy poca cantidad de dinero un cuarto. Cosa que tomé como referencia, busqué y efectivamente había disponibilidad, por lo que renté en ese sitio.
En Intel aprendí lo descubrí lo mucho que ignoraba del mundo de la programación y que todo el tiempo sin importar mi esmero saldrían cosas nuevas y retos mayores. Yo seguía siendo alguien que aprendió rústicamente y con métodos no celebrables a moverle al código. Pero tenía ganas de saber y poder hacer las cosas bien. En ese lugar aprendí a administrar sistemas operativos, el código que programábamos había que colocarlo en distintas distribuciones de software libre y licenciado. Pasado el tiempo me enseñaron a automatizar procesos, a entender y manipular funcionalidades de red en planos reales y a documentar software correctamente.
Pero, también extrañaba la programación web; me decía a mí mismo que era lo que primero había realizado y lo que más me llamaba la atención (y por supuesto, con lo que mayor experiencia tenía). Convencido de eso, cuando una compañera de trabajo me platicó que un amigo de ella estaba levantando su start up y en vistas de que mi sueño era entender el mundillo del emprendimiento, decidí tomarle la palabra y acudir a una entrevista de trabajo. No hubo problemas para encajar, se escuchaba genial la oportunidad; para este entonces, uno de mis mejores amigos ya había terminado la carrera y estaba trabajando también en Guadalajara, en una transnacional llamada Tata y vivía cerca del estadio con otros tres compañeros de clase que trabajaban en donde mismo (cosa que nos servirá más adelante para hilar la historia).
Cuando decido moverme de trabajo, sin evaluar la situación a consciencia plena, dejo también algo que cualquiera podría considerar como "seguro" por adentrarme en la aventura. Cuál va siendo mi sorpresa que las cosas estaban más pesadas de lo que yo creí. Para empezar, me dejaron de lleno la responsabilidad de administrar una app cuando en mi vida había tenido interacción con eso; dicha app resultaba ser el producto empresa de la compañía, una especie de mesero virtual que se colocaba en bares para agilizar la logística de atención a los clientes.
Estaba maravillado y aterrado al mismo tiempo; porque entre las cosas que me pusieron a hacer, fue a utilizar plantillas de Photoshop para maquetar sitios (cosa que tampoco había hecho); la estabilidad de mi trabajo dependía estrictamente de terminar una serie de webs pendientes que la agencia para la que trabajaba ya tenía vendidas y cobradas. Obviamente esto no lo supe hasta que entré a trabajar. Con algunos de esos proyectos no tuve mayor problema, se resolvieron y sacaron en tiempo.
Pero llegó la tienda en línea, una tienda que, a palabras que después escuché del cliente, llevaba como un mes de atraso el día que yo entré a trabajar al lugar; y no se me pedía, se me exigía que la tuviera lista en dos semanas. Mi experiencia tanto en back end como en front end era junior en aquel entonces, pedirme que hiciera algo así me resultaba soberanamente imposible; menos porque nunca se me pidió en la evaluación previa que sacara algo por el estilo de mi historial. Para ese entonces lo que yo sabía de desarrollo web, por valiente que me sintiera, estaba ligado a manejadores de contenido y proyectos pequeñitos con a penas interacción con bases de datos; el monstruo que se me solicitó vencer terminó por derrotarme. Aunque quiero que sepan que di todo de mí; incluso un par de días entre semana y el fin de semana en cuestión no salí de la oficina; me quedé trabajando día y noche por jornadas de cuarenta y ocho horas... Por intención y esfuerzo no quedé, sin embargo, fracasé.
Para esto, he de comentar que en un inicio llegué a una negociación salarial por una cantidad que nunca se me otorgó; creo haber estado en esa empresa por un total de mes y medio. Y así caí de nuevo en el desempleo al que tanto miedo le tuve la vez anterior... Pero, a mi parecer estaba más preparado. No fue así. Me regresé a Colima, y seguí postulándome a diversas opciones a través de Internet con nulo éxito por un mes entero; el tiempo que yo había contemplado que me tomaría volver a encontrar trabajo. Hasta que un día una chica publicó en Facebook que buscaban a alguien que apoyara en desarrollo web. Los contacté, me agendaron las primeras entrevistas, resultando favorecedoras, tenía que volver a la ciudad para entrevistas presenciales.
Empecé a pedir favores. A mi amigo de la infancia que en ese entonces vivía en Guadalajara le pedí que me diera hospedaje durante algunos días, solo necesitaba literalmente un pedacito de suelo para vivir en lo que conseguía algo o me regresaba, y así fue. Por parte de esta empresa me pasaron un reto a resolverse durante el fin de semana; realicé el reto y lo envié. Pero los días seguían transcurriendo, mi economía estaba devastada, por lo que pedí prestado a los cohabitantes del depa. Tenía unas treinta latas de atún en el lugar y estaba limitadísimo en cualquier otro gasto. Pasaron cerca de diez días y no obtuve respuesta por parte de la vacante en la que estaba consciente de haber causado una buena impresión.
Un buen día, a las primeras me dijeron: Oye, hoy habrá un "open house" en la empresa, prepara tu CV en inglés y asiste; así podrás ingresar como trainee a trabajar con nosotros. Me alegraron el día, la semana, el mes, esa oportunidad no iba a dejarla ir. Me preparé con mi documento asistí a la entrevista, me tocó la fortuna (de verdad) que un indio me entrevistara y tuviéramos una conversación que se sintió cómoda, a pesar de ser mi primera experiencia con alguien con ese acento y para los que lo conocen, saben que es algo complicado de entender al inicio. Esa noche estaba que me volvía loco de felicidad por la noticia en mi correo, había sido aceptado y con un sueldo muy superior al que todos los que estábamos en el depa esperábamos (de hecho les dije: "Si es cierto que voy a ganar esto, los invito a todos a cenar con mi primer pago", éramos seis). Días más tarde estaba firmando mi contrato, no lo podía creer.
Pero no fue hasta un mes después que me pagaron por primera vez en Tata. Para entonces, yo tenía un adeudo con uno de los roomies que estaba tal cual manteniéndome, hasta que tuviera dinero para pagarle.
Y pues, así estuve en ese entonces y de la misma manera estoy ahora; la moraleja es que nunca me he encontrado suficientemente preparado para lo que el destino tenga para mí. En su momento creí que con ahorrar un poquito, no me afectaría el desempleo y lo hizo; después creí que con un colchón financiero equivalente a un mes de sueldo podría superar complicaciones hasta encontrar trabajo nuevamente y no fue así; finalmente, tras mi último descalabro y leer decenas de fuentes, consideraba que con un semestre de sueldo sería suficiente para sobreponerme al desempleo. Siete meses, un intento fallido de iniciar mi propia empresa (detenido por trámites burocráticos), una pandemia y tras haber sido rechazado de unas cuarenta vacantes a las que he aplicado he de decir de nuevo: Me equivoqué, sigo sin saber cuánto es suficiente para evitar caer en estos agujeros laborales del desempleo.
Bien dicen que la vida es cíclica, y que estamos destinados a revivir eventos cada cierto tiempo; así el que pasa por una crisis una vez es ...