El único atributo que realmente me atrae en una dama, o en otro ser humano, es la admiración que me pueda causar; atrás quedó el tiempo en el que las apariencias para mí lo eran todo, o en donde con el solo hecho de saber sentirme bien junto a alguien era motivo suficiente para amarle; no señores, yo no estoy corriendo en esa categoría, yo soy de los que hacen y hacen con convicción y capacidad, de los que no se rinden.
Una vez me dijo una persona a la que quiero mucho: "Es impresionante lo que logras cuando te lo propones, tu determinación es tal que no te rindes nunca." Y bien, tiene toda la razón del mundo; a mí me ha dado de golpes la vida como no tienen idea, me han despreciado y rebajado por diestra y siniestra, me han insultado y han tratado de denigrar mi ética y potencialidad con frases y hechos de lo más ruin; pero aquí sigo, continuo esforzándome.
Una mala cara ante una situación deplorable es lo más que van a conseguir mis transgresores por parte mía; y en mi corazón estará siempre la dicha de saberme mejor que ellos en consecuencia a la toma de decisiones donde días, meses o años posteriores los estaré viendo muy por encima de su nivel.
Así soy, exijo demasiado porque me exijo demasiado a mí mismo. Rendirme no está entre mis planes, aunque sí sé saltar la caca que se me atraviesa o barrer con la basura que se presente en el camino. No temo a las personas con cualidades extraordinarias del mismo modo que no temo afrontar y aceptar mis debilidades; porque ciertamente no hay crítico más feroz para conmigo mismo que el que me ve al espejo.
Podrán decir de mí lo que quieran podrán enaltecerse todo el tiempo; vaya que he visto pasar nombres de los que ni siquiera pretendo hablar derrumbándose al intentar destruir mi inminente capacidad. No es orgullo, para nada; es la consecuencia de años de galope incesante en un campo repleto de obstáculos.
Soy el terror de mis enemigos, pero mi sutileza es tal que se dan cuenta que los he dejado atrás únicamente cuando estoy tan lejos que no alcanzan ni a estimar cómo emparejarse. Pero es verdad: Todos los días me toca recibir lecciones, cada noche tengo humildad por procesar, cada día hay situaciones que hacen daño a mi vivir, pero mi confianza no está aquí, no está en el ahora, no está puesta en alguien más.
Soy alguien que prefiere mantenerse en armonía interna y con el ambiente. Atrás quedó el que peleaba por todo, el que se quejaba de la vida misma. Pero sigo creciendo, sigo aprendiendo, sigo luchando contra mis propios instintos terrenales y naturales, sigo aceptando que hay muchos mejores que yo en todos los campos, sigo enfrentando mis miedos y a mí mismo siempre. El fin lo vale.
Una vez me dijo una persona a la que quiero mucho: "Es impresionante lo que logras cuando te lo propones, tu determinación es tal que no te rindes nunca." Y bien, tiene toda la razón del mundo; a mí me ha dado de golpes la vida como no tienen idea, me han despreciado y rebajado por diestra y siniestra, me han insultado y han tratado de denigrar mi ética y potencialidad con frases y hechos de lo más ruin; pero aquí sigo, continuo esforzándome.
Una mala cara ante una situación deplorable es lo más que van a conseguir mis transgresores por parte mía; y en mi corazón estará siempre la dicha de saberme mejor que ellos en consecuencia a la toma de decisiones donde días, meses o años posteriores los estaré viendo muy por encima de su nivel.
Así soy, exijo demasiado porque me exijo demasiado a mí mismo. Rendirme no está entre mis planes, aunque sí sé saltar la caca que se me atraviesa o barrer con la basura que se presente en el camino. No temo a las personas con cualidades extraordinarias del mismo modo que no temo afrontar y aceptar mis debilidades; porque ciertamente no hay crítico más feroz para conmigo mismo que el que me ve al espejo.
Podrán decir de mí lo que quieran podrán enaltecerse todo el tiempo; vaya que he visto pasar nombres de los que ni siquiera pretendo hablar derrumbándose al intentar destruir mi inminente capacidad. No es orgullo, para nada; es la consecuencia de años de galope incesante en un campo repleto de obstáculos.
Soy el terror de mis enemigos, pero mi sutileza es tal que se dan cuenta que los he dejado atrás únicamente cuando estoy tan lejos que no alcanzan ni a estimar cómo emparejarse. Pero es verdad: Todos los días me toca recibir lecciones, cada noche tengo humildad por procesar, cada día hay situaciones que hacen daño a mi vivir, pero mi confianza no está aquí, no está en el ahora, no está puesta en alguien más.
Soy alguien que prefiere mantenerse en armonía interna y con el ambiente. Atrás quedó el que peleaba por todo, el que se quejaba de la vida misma. Pero sigo creciendo, sigo aprendiendo, sigo luchando contra mis propios instintos terrenales y naturales, sigo aceptando que hay muchos mejores que yo en todos los campos, sigo enfrentando mis miedos y a mí mismo siempre. El fin lo vale.
El único atributo que realmente me atrae en una dama, o en otro ser humano, es la admiración que me pueda causar; atrás quedó el tiempo en e...