No tengo qué demostrarte qué tantas cosas he hecho, ni siquiera tengo que demostrármelo a mí mismo, la vida continúa, sigue su curso, las canas aparecen, las arrugas se acrecentan, la vista se agota, los músculos adolecen, la inspiración desvanece, quedando cada día menos.

Y si antes venía por acá a desparramar todo lo que había en mi ser, hoy me guardo la mayoría, colocando aquí pequeños destellos solamente. Porque debo de tener un propósito, ahí tiene que estar oculto, o tal vez no, simplemente me ha dado miedo tomarlo con las fuerzas necesarias. Y es que, siendo bien sincero, las puertas están disponibles, para quien se atreva a abrirlas y adentrarse en lo que sigue.

Mi plan de vida es dinámico, constantemente cambia, mis objetivos son cada vez más claros y específicos. Mis deseos más íntimos dejan de serlo para convertirse en un estado de bienestar conmigo mismo. Sensación de paz y amabilidad, sonrisas habituales incluso donde no me son requeridas, porque sí, porque quiero, porque puedo.

La plenitud va mucho más allá de "conseguir" algo, está en uno, en el corazón y el alma, en la constancia y el orden, en el sentirme de una pieza, en despertar con fuerza para seguir, y aquí viene la clave de todo, evitar rendirse.

Porque no hay una solución mágica a los problemas de la vida, sin importar tu nicho o trasfondo, generalmente vienen a uno y los advertimos hasta que están aquí. Puede ser que tengas que ignorar tu teléfono durante semanas o que simplemente decidas "hoy no comer", tal vez incluso sean imposibles de resolver, y ni qué decir, la vida es así, el sentido del humor de quien está arriba jamás lo entenderemos.