Par de Ochos
Hace tiempo no escribo más de una vez durante el día. Quizá se están acomodando ideas en mi cabeza, o solamente me interesa bajar un poco el par de publicaciones recientes que hice, no lo sé. El punto aquí es citar "arrieros somos y en el camino andamos y cada quien tendrá su merecido", una forma muy folclórica de mencionar al karma.
He repetido múltiples ocasiones que no me ha tocado una muy buena mano para empezar este juego estúpido llamado vida y que definitivamente, aunque he tratado de hacer buenas jugadas, la he regado un montón, y es una joda, no se imaginan cuánto.
Pero es una joda mayor escuchar que raza en una burbuja kilómetricamente más inmensa que la de uno, con veintitrés mazos en la mesa, se queja de no poder solucionar su juego, de no tener seguridad de cómo va, que las cosas no les salen como esperaban, que su plan de vida no es lo mejor hasta el momento. Carajo. De verdad, qué injusticia. Uno ve en retrospectiva un poco y dice: ¿De verdad te quejas? Tienes una escalera en la mano y sigues buscando cartas, ¿qué pasa contigo?
Si puediera resumir lo que me ha tocado en esta vida con una mano de póker, diría que nací con un par de palos altos, tipo ochos de espadas y corazones. Y ya, eso fue todo. Las friegas, la cotidianiedad, el estar en deuda con el universo, la gente que me rodea y ama, los que no tanto pero han fungido de "maestros" (recordando al budismo en esa) y las circunstancias aleatorias, son lo único que ha ayudado a que pueda mantenerme con esa jugada; a veces, incluso teniendo que bluffear consciente de que si no la pego estoy muerto. Pero siempre habrá personas que vengan a escupirme en la jeta que no soy nada, y si existo como tal, es meramente gracias a ellos. Qué más da.
Me queda poco más que un par de segundos de energía para soportarlo, a seguir tirando patadas de ahogado. No les había dicho, por cierto, estoy volviendo a escribir. Diferente. Menos asqueado, más comprometido. Ustedes bien saben que las últimas veces he tenido que destruir o abandonar mis obras, por que no me encantaron, porque no sentí al final la conexión con ellas que tuve al inicio. Porque en eso se resume todo, en expresar un par de frases y ver cómo se desvenecen en el tiempo, con el viento. Hay algunas de ellas, que a decir verdad, hubiera preferido no existieran nunca, pero ahí quedaron plasmadas; como cuando me señalo con autodesprecio o cuando confieso lo duro que es reventarme la cara reiteradamente contra la realidad.
Agradecimiento es lo único que me queda. Solo eso. Tal vez la siguiente carta sea un uno que no me sirva de absolutamente nada o un ocho más de tréboles diciéndome que la buena fortuna está allá afuera esperando por mí y que algún día me encontrará; en una de esas los bitcoins que miné en 2011 vuelven a mí, alguno de los distintos modelos de negocio que me han robado me genera frutos alternativos, me llega un empleo del cielo donde me paguen cinco veces mi sueldo, la recomposición de mis inversiones en burbujas revienta o incluso, puede que lleguen aliens y me descubran atractivo de alguna manera para ellos. Yo qué sé. Estoy hundido y sufriendo en demasía por idioteces.
Pero, recapitulando objetivamente: Tengo un par de manos que todavía se mueven y un cerebro que cuando no está pensando en dejarse llevar por romanticismo tonto u obsesionado con alguna musa, suele trabajar bastante bien; poseo dos ojitos que si les pongo unos lentes en frente, los vuelvo una mirada de águila; una capacidad de producir proyectos desde cero en un lapso de horas, un sentido agudísimo de deducción que toda la flota de detectives por este lado del charco celebraría; un par de piernas incansables que andan decenas de kilómetros y no se quejan, solo me fortalecen; un corazón sincero, generoso, bondadoso y valioso que siempre está ahí para repartir estima. Una voluntad inquebrantable que funciona como motor y me hace retomar retos y objetivos, a pesar de haber sido pisoteado recién, porque aunque cuenta con algunos años y daños encima, es uno que no raja y siempre me ha sabido llevar a mi destino.
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