Sujetos Alfa
Mirando al reflejo en la pantalla me pregunto si todo va a estar bien, si conseguiré superar las batallas que vienen; antes de permitir que la duda se apodere de mí, tomo el teclado y comienzo a escribir un poco:
¿Cuántas veces habría muerto hasta ahora de no ser por la bendición divina? Ahogado, asesinado, atropellado, en una explosión, en un terremoto, como consecuencia de algún golpe fatal o frente a un virus letal. Cada día estamos expuestos, los peligros acechan de un momento a otro, y sin embargo, comprender que somos insignificantes, que nuestra importancia no supera el círculo más cercano, nos debería valer para recapacitar el valor de nuestra existencia misma o por qué hay quienes prefieren arrebatársela.
Al observar las dimensiones de mis problemas, con un ojo pesimista, tiendo a sobreexplotar los desenlaces negativos, no me pongo del lado de la experiencia ante la circunstancia, o a mirar a través de "oportunidades" que se presenten; mi cabeza, por lo general no entiende de visiones con resultados beneficiosos, para nada. Eso te puede volver parcialmente víctima de paranoia, e incrementar, de forma consecuente la desconfianza.
Qué necesidad hay de ser alfa en un mundo en el que la inmensa mayoría anhelan eso; para presumir superioridad de índole cualquiera hacia una audiencia efímera, que se desvanece al primer dejo de debilidad, cuando puedes enfocarte en explotar las características que te hacen particularmente distinto; llámense gustos, peculiaridades, estilos, talentos, actividades o maneras de pensar. Habrá algo que el autoproclamado "alfa", por mucho que se esfuerce jamás podrá alcanzar, es probable que intente imitarlo, con fallos evidentemente perceptibles desde la experiencia, pero imposible será que lo domine, y eso es, el autoconocimiento. Pues al vivir nutrido de la opinión ajena, reduce al máximo la esencia propia y se convierte en un objeto de consumo, un producto.
Con esto no estoy diciendo que sea imposible ser un sujeto alfa, obviamente los hay constituidos desde sus principios; más bien hablo de los que, por una férrea necedad de alcanzar el concepto deseado, abusando de la mímica sin temor al absurdo, se construyen un altar al egocentrismo, porque rechazan la idea de saberse inferiores, y falsamente, se ponen el abrigo que no les pertenece. Esos son los que terminan cayendo, y al hacerlo, de forma estrepitosa, el público mismo que tanto procuraron es el que se mofa al verles fracasar. Así se diluye hasta su mínima expresión el héroe que no quería soltar el pedestal, y no termina con los pies en el piso, como muchos otros, sino que se embarra de bruces contra la realidad.
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