El Escritor
Tras el rush mental, estoy de vuelta. Ni más fuerte, ni más inteligente, ni más nada, solo yo, con lo poco que me queda de existencia. En mi mente viajé a una dimensión en la que estoy en un lugar frío y cómodo, el servicio de internet es de primera, hay silencio que me permite concentrar, el lugar está decorado de forma minimalista, con los muebles óptimos para el trabajo, huele bien, mi piel tiene una textura suave, estoy recién bañado así que me siento limpio. Para enriquecer la concentración del momento, a manera de fondo, a un volumen bajo, comienzan a sonar melodías clásicas sin voz en ellas, ligeras, relajantes. Junto a mí, una mesa de centro con una ensalada de la casa (de esa que tiene vinagreta) y un gran vaso con agua, refrescante, cristalina, deliciosa.
Abro mi computadora, notas a la mano, comienzo a redactar una historia.
Así es como quisiera estar, pero la realidad me abruma. Ruido, incomodidad, calor, desesperación por todo el cuerpo, el escozor constante provocado por la sensación de ausencia de limpieza y frescura; es que el calor es un fastidio. Y el aire del ventilador, resecándome la piel, dañino. Ni recién lavado puede uno permanecer con la piel preciosa.
¿Qué hice para sentirme ajeno cuando estoy en mi lugar de origen? Nada nuevo hay que contar para responder a eso; la verdad es que desde que tengo memoria, mi mente está en otra parte. Aquí soy un subalterno, un esclavo, un sirviente, un subyugado. En mi pensar, estoy libre, mis manos se sienten cómodas colocando palabras una delante de la otra, mis ojos descansados, la espalda no me duele por las posturas, mi ser está relajado y en armonía con el Universo.
Jamás lo entenderán completamente, porque quienes recién me conocen, saben poco o nada de mí; y quienes creen conocerme de toda la vida, ignoran por completo lo que hay en mis anhelos. Simplemente he sido usado, como medio, como herramienta, como apoyo. A todo esto, obviamente lo he permitido. He dejado de lado mi libertad por ayudar a que otros se impulsen un poco; algunos tomándome como antagónico, otros como secundario o fugaz. Pero al final estuve ahí, lo recuerden o no; sin fijarme en los créditos porque no les otorgo la importancia que los demás. Recordando desde la sombra de una mente analítica; identificando a los que me mienten a la cara, dándome cuenta de aquellos truhanes que se mofan y utilizan el sistema para favorecerse, los fraudulentos, los pseudoastutos, los rencorosos, los comprometidos, los viciosos, los cobardes, los codependientes, los patéticos, los rencillosos y los egocentristas.
Ahí van todos, tratando cada uno a su modo de abandonar las miserias en su interior. Cada uno utilizando los medios a su alcance. Desde aquí, sin emitir juicio alguno porque en definitiva es algo que no me corresponde, un suspiro, y sigo con mis cuentas. Cada vez más complicadas, cada vez con mejor aspecto, pero siempre, siempre, resolviendo algo, ya sea interno, global, particular o de un presente alterno.
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