Entonces descubrí que todo el asunto de la poesía y la literatura no era más que una máscara ante mi incompetencia social; debería de haberlo pensado antes, el tiempo había pasado y la cantidad de textos que coloqué en la red superaba el millar con facilidad. Los números de los psicólogos y contactos especialistas en el trato de la mente daban vueltas por mi cabeza, había que recapacitar o aceptar que el tiradero que hube causado a mi paso era solo responsabilidad mía.

Entre las penas que dejé en el pasado, las cosas por las que tuve que atravesar, estaba el hecho de que algún día me transformé positivamente gracias al amor propio, pero la suma consecuente de errores en mis idealizados y sombríos amoríos provocó que una vez más autosaboteara mis convicciones; de nada servía todo el conocimiento adquirido cuando al espejo únicamente veía aquello por lo que no quería salir a la calle, lo que se convertía en una barrera ante cada intento de conversar con alguien, y no se diga el hecho de que mi incapacidad siempre salió a flote recordándome constantemente en lo que era débil.

Me extinguí lentamente en los tormentosos brazos de la autocompasión, al tiempo que animaba a otros a no hacerlo nunca, porque en el fondo aunque fuera una persona que no tardaba en hacerse daño a sí mismo, pues estaba obsesionado con la idea de que no merecía nada; ya saben, el clásico "nada soy, para nada sirvo", trataba como fuera de que otros no pusieran un solo pie en ese escabroso camino.

Conforme los días, las semanas y los meses se cumplieron volví a estar en el sitio que conocía de antaño, dejando que el hermético ermitaño del que siempre huí se acercara a mí hasta apropiarse de mis sentidos y determinaciones.

Lo peor estaba por llegar, había convertido mis metas en futiles puntos en la línea temporal de mi existencia, cargados de desesperanza; se me terminaron las ganas de cualquier cosa que rindiera frutos más allá del despertar para conseguir que un día más terminara, pues estaba enfrascado en una guerra de la que no podía resultar vencedor, contra una incomprensible insatisfacción interna; aunado a lo anterior, el vórtice de vicios acababa conmigo, pues el malpensar, el pseudointelectualizar y el filtrar a través de mis complejos cualquier circunstancia externa no hacía más que dañarme al punto de no parecer tener una salida.

Si se preguntan cómo es que he abandonado ese mal, no lo he hecho completamente, porque en el más oscuro de mis momentos encontré algo que me aterró todavía más; que aquellos que pasamos por sendas de debilidad tendemos a hundirnos por miedo a ser exhibidos, etiquetados y atormentados; y lo peor, cuanto más doloroso es el proceso y más nos mostramos honestos cuando expresamos debilidad, peor somos vistos por el estereotipo de seres perfectos que nos rodean, pues saben y se sienten con toda la libertad de pisotearnos cuando nos encontramos susceptibles, creyendo en su vana forma de ver las cosas, que lo que nos presentan como excelencia es a lo que por lo menos deberíamos de aspirar.


Te dedicaría un poema, pero lo tuyo son las letras claras, además de que entre los dos hay distancias y todo tipo de circunstancias; y las personas como yo, podrían parecerte raras.

Me fastidia saber que nunca has estado en mi camino, ni siquiera un instante al fascinante aroma de tu ser cual estela fugaz he dado un respiro.

Y me digo todo el tiempo: Hombre, ve lo hermosa que es, no podrías con ella, deja ya de idealizarla. Un suspiro de desesperanza, cierro los ojos, y confieso que francamente no puedo dejar de pensarla.

No importa lo lejos que estés, sin afectar tus días, sin invadir tu espacio; no dejo de recordarte: labios carnosos, mirada profunda y hermoso cabello lacio.


Desde que tengo memoria, siempre me he considerado un apasionado de los hechos, por eso es que si algo me engancha es muy difícil que me desarraigue; puedo tardar el tiempo que sea necesario para verlo convertirse en realidad, y no me malentiendan, no es una simple obsesión, sé reconocer las cosas cuando son imposibles o inalcanzables, eso también es parte del realismo (a veces demasiado honesto) que he desarrollado. Dejé de creer en la magia o en las cosas que surgen solo porque sí, mi credibilidad está basada en situaciones reales que han impactado o tocado mi vida. Por esa razón también me resulta un reto enorme cuando he de cambiar una actitud, algo que haya formado parte de mi estilo de vida, o siquiera dejar de lado una actividad secundaria; es ahí a donde quería llegar, ver series me cuesta mucho trabajo no porque me disgusten, sino porque no quiero dejarla a medias y utilizo casi cada instante que puedo para avanzar, lo mismo sucede con los juegos de video (por eso preferí quedarme en el rango de jugador casual), y la lista podría continuar...

Ser apasionado me ha abierto las puertas al mundo de la lectura, a la apreciación fílmica, al análisis social, al deseo continuo de aprendizaje, a la autocrítica, a la experimentación multisensorial, al reconocimiento y la aceptación de mis límites y responsabilidades. Y todo lo anterior cada vez me deja más claro lo ínfima e insignificante que es la existencia, en la que sin embargo aquí sigo, tratando de dar mi mejor sonrisa al espejo cuando me veo cada mañana, animándome a no abandonarme a la suerte nunca más, pues el amor propio es sin duda lo único que nos mantiene a flote cuando atravesamos por las peores tempestades de nuestra travesía.


Travesía

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Desde que tengo memoria, siempre me he considerado un apasionado de los hechos, por eso es que si algo me engancha es muy difícil que me des...
Me volví un cínico, a veces me cuesta reconocerlo, más en días como hoy que en cualquier otro, en los que el consumismo y lo material me hacen darme cuenta de lo ciego que está todo el mundo. No sé, quisiera ser un poquito más empático, pero el fastidio ante una sociedad que sucumbe por el hambre de "ser admirados" de manera momentánea me provoca arcadas.

Dejar de idealizar el amor es parte de madurar supongo; a cuántas parejas vemos alrededor colmar de palabrería sus relaciones y a cambio, en lugares secretos, cada uno por su cuenta, no dejan pasar el momento para ser infieles, con sus ojos, con sus mentes, absurdamente.

Un solo día al año tratar de marcar diferencias es quizá algo que no puedo soportar por tan patético; pero analizo las situaciones, me relajo, y trato de mantener una buena versión mía, limitando mi sarcasmo y reduciendo mis actitudes a simples sonrisas que den por su lado a esa gente, ¡qué necesidad hay de ganarse enemigos solo por no pensar de la misma manera!

Y es ahí donde la lógica se apodera de mí, tengo que reducir mis percepciones al máximo y colocarme un filtro a lo que sea que haya alrededor, incluso sabiendo que he conocido a más de una persona "enamorada" días antes de declarar su amor sanvalentinezco incondicional a sus parejas en turno me han pedido que las haga mías sexualmente hablando.

Ridículos. Todos. Me voy, tengo que seguir pretendiendo que este es un día que ofrece más alegrías que cualquier otro del año solo porque supone un tiempo mercadológicamente bien explotado. Ah, sí, lo único rescatable es que un día como hoy, hace ya treinta y tres años, mi padre y mi madre se casaron, y aunque ustedes lo duden, no fue a propósito, según me han contado, tanto el día posterior como el anterior ya habían sido utilizados por su capilla de cabecera. Los amo, que Dios los mantenga repletos de bendiciones, siempre.


Amor Ideal

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Me volví un cínico, a veces me cuesta reconocerlo, más en días como hoy que en cualquier otro, en los que el consumismo y lo material me hac...
10 minutos son suficientes para decirle "hola" a alguien. He estado bastante atareado tratando de resolver broncas en mi mente, no voy a mentir, todavía enfrento aspecto bastante complejos de los que, si bien conozco qué debería de hacer para mejorar, no me dedico a invertir más allá de unos minutos para conseguirlo.

Es un vaivén entre desesperación, frustraciones, miedos y penas, que me tiene sobreviviendo con trabajos y sin mucho beneficio. ¿Es el fin lo que vale? ¿Los medios no importan cuando se trata de reducirnos? Realmente no lo sé, intento averiguarlo, y en el inter, sufro como cualquier otro de un montón de dificultades.

Abandono mi posición de luchador por convertirme en un derrotista temporal, sea horror a lo que venga, o pesar ante lo que ha sucedido, una carga es una carga y cuesta mucho seguir adelante con ella a cuestas, llámese como se llame.

Inclusive escribir, se vuelve una salida poco útil cuando uno está en medio de encrucijadas, cuando nos metemos cada vez más a un laberinto sin salida, y digo, en el peor de los casos lo que uno debería de hacer es regresar al inicio, a sabiendas plenas que no producirá ningún cambio (y eso, queridos amigos, es por lo que la frustración está a la puerta todo el tiempo).

¿Qué hacen cuando se sienten solos, presionados, inmerecidos, inútiles? Yo, bueno, yo lo único que puedo hacer es darle la oportunidad al reloj de caminar a su modo, permitiéndole que me enseñe todo cuanto quiera, en el proceso tal vez agarre algo de valor, de inteligencia o al menos experiencia en esto que es vivir.