Vivir con la Mente Abierta
Para ser experto en algo, en cualquier tema, tiene uno que invertir tiempo y dedicación hasta el cansancio en pos de conseguirlo. A mí me gustaba creer que podía convertirme en una persona culta, así que he tenido que ponerme a estudiar, leer, observar, analizar, miles de situaciones que me nutran con un poquito más de cultura; sin embargo, conforme más le escarbo más cuenta me doy de lo mucho que me falta por indagar, ahondar y clarificar incertidumbres, eso sí, el viaje es y siempre será gratificante y asombroso.
Vivir con la mente abierta al aprendizaje, a escuchar opiniones, a justificar mis principios y escudriñar aquello que a otros les hace ser cómo y lo que son me llena de satisfacción; quizá para algunos soy una persona rara, pero no es así, me considero amante tanto de lo simple como de lo complejo, admiro la manera en la que algunos están dispuestos a dejarlo todo sin temor a lanzarse a un futuro desconocido armados únicamente con sus deseos de experimentar, del mismo modo como me parece genuina y sorprendente la persona que forja su camino sobre rieles estables, sin titubeos, determinados desde el inicio hacia dónde quieren llegar y cómo van a hacerlo. Me gusta creer a veces que soy un poco más parecido a los segundos que menciono, pero con destellos constantes de los primeros.
En suma, hemos de aceptar y reconocer que cada uno vive su camino del modo en el que lo va entendiendo; por eso mismo hay gente rencorosa y violenta como hay personas de paz que saben dejar el pasado en su lugar; vivimos en un Universo lleno de diversas posibilidades, en donde aquello que a mí me parecería una verdad empírica, habrá quién considere que es una farsa o conocimiento a medias.
He querido contar historias hace tiempo, pero desde mi perspectiva todavía no estoy preparado para hacerlo; dicen que el factor importante es empezar, estoy consciente de ello, aunque postergar en este caso específico me resulta más una herramienta que una justificación o excusa.
Me agrada amanecer con el cerebro radiante de deseo por expresar algo, sitúa mi día en un entorno favorecedor y propicio al aprendizaje; por lo general viene después de una dichosa noche de descanso profundo, en la que ni los ruidos de la ciudad, ni las voces represivas internas me han robado el sueño; en la que no hubo necesidad de contar corderos, en la misma que hube logrado algo, por pequeño que fuera, en beneficio de mi propia existencia.
Vivir con la mente abierta al aprendizaje, a escuchar opiniones, a justificar mis principios y escudriñar aquello que a otros les hace ser cómo y lo que son me llena de satisfacción; quizá para algunos soy una persona rara, pero no es así, me considero amante tanto de lo simple como de lo complejo, admiro la manera en la que algunos están dispuestos a dejarlo todo sin temor a lanzarse a un futuro desconocido armados únicamente con sus deseos de experimentar, del mismo modo como me parece genuina y sorprendente la persona que forja su camino sobre rieles estables, sin titubeos, determinados desde el inicio hacia dónde quieren llegar y cómo van a hacerlo. Me gusta creer a veces que soy un poco más parecido a los segundos que menciono, pero con destellos constantes de los primeros.
En suma, hemos de aceptar y reconocer que cada uno vive su camino del modo en el que lo va entendiendo; por eso mismo hay gente rencorosa y violenta como hay personas de paz que saben dejar el pasado en su lugar; vivimos en un Universo lleno de diversas posibilidades, en donde aquello que a mí me parecería una verdad empírica, habrá quién considere que es una farsa o conocimiento a medias.
He querido contar historias hace tiempo, pero desde mi perspectiva todavía no estoy preparado para hacerlo; dicen que el factor importante es empezar, estoy consciente de ello, aunque postergar en este caso específico me resulta más una herramienta que una justificación o excusa.
Me agrada amanecer con el cerebro radiante de deseo por expresar algo, sitúa mi día en un entorno favorecedor y propicio al aprendizaje; por lo general viene después de una dichosa noche de descanso profundo, en la que ni los ruidos de la ciudad, ni las voces represivas internas me han robado el sueño; en la que no hubo necesidad de contar corderos, en la misma que hube logrado algo, por pequeño que fuera, en beneficio de mi propia existencia.
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