Cambiantes

Desperdiciamos la mayoría de nuestros años en comprendernos, en aplacar los miedos internos, en observar con atención los monstruos que escondemos, en aceptar aquello que nos mueve, nos motiva, nos gusta, nos fascina, nos apasiona, nos ilusiona, nos emociona, nos hace vibrar y brillar, eso que nos hace sentir vivos, lo que terminamos por desear más que a nuestra propia vida.

Y en su momento nos arrepentimos de los errores del ayer, de no haber hecho tal o cual cosa, de las malas decisiones, del no haberle hablado o acercado siquiera, del no haberle pedido su número, de no haberle robado un beso, del no quedarnos en sus brazos durante más tiempo, del no haberle confesado que en verdad la amábamos, del no estar ahí en su cumpleaños, del no sonreír con ganas sus bromas, del no ser un impulso para su felicidad.

Vaciamos nuestras almas y corazones en gente que no nos merece, que nos desperdicia, nos abandona, nos traiciona, nos engaña, nos hurta, nos fastidia, nos ilusiona, nos utiliza, nos mete en sus propios juegos, nos enjuicia, nos destruye lentamente, nos aprisiona, nos infravalora, nos afecta psicológica, física y emocionalmente.

Pero quiénes seríamos si no; si fuésemos capaces de determinar la verdad desde el inicio, si tuviésemos la integridad que un ángel, si volviésemos el rostro arrepentidos ante cada uno de nuestros errores en el momento mismo de haberlos cometido, si no esperásemos nada de nadie y solo nos dedicásemos a amar, a cultivar la bondad, la virtud y la generosidad.

No se trata de demostrar qué tan buenos o malos somos, en el Universo actual todo termina siendo relativo, y lo que para mí resulta ser asfixiante, erróneo, tétrico, doloroso y de mal gusto; para la persona amada podría equivaler a todo lo contrario, quizá a una salida de su más oscura realidad, una luz de existencialismo que brinde herramientas para crecer, para confiar, para ser.

Y digo todo lo anterior porque estoy en modalidad filosófica, como de quien se ha visto una vez más al espejo recibiendo con crítica honesta su situación, he optado por no reprochar ni uno de los fallidos pasos dados e intentos hasta ahora, y creer con todo mi ser que el destino apremia a quienes esperan con paciencia y gestan su estadía en determinación y actos de gentileza, aceptando con razón que nada en el entorno podrá nunca ser por completo perfecto o ideal; pero sí suficiente y válido para merecer lo mejor que haya en uno.

Cosas como hablar de tiempo, de espacio, de sentimientos, de temple, de temperamento, de cualidad y de experiencia; es lo que en concreto somos como humanos, como hermanos, como creación, como los principales responsables de que todo se esté acabando, como la peor tempestad que ha pisado el planeta que nos hospeda, como los mayores criminales de la naturaleza; con todo eso, somos tanto éxito como fracaso, tanto claridad como oscuridad, tanto paz como guerra. Porque somos hombres, cambiantes, nómadas, activos, creativos, organizados, jerarquizados.

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