Divago
Divago, entre historias y puntos específicos de mi vida en los que salto de un lugar a otro; en los que las transformaciones ocurren gracias, en primer lugar, a la motivación verdadera; aquella que al suceder en medio de la búsqueda de lo real, ofrecen una verdadera oportunidad de logro, meta, objetivos claros y concretos.
¿Estaba consciente de lo que quería para mi vida? De hecho no; solamente creyendo que mi andar era el justo, el correcto, el idóneo; engañándome entre pretenciosas ganas del suceder de todo; cuando no. La vida, como bien he reconocido anoche mismo, no se fuerza, simplemente sucede; las cosas bellas que nos esperan a la vuelta de la esquina no tenemos por qué obtenerlas a partir de suplicios, tormentos, lloros, lamentos o ruegos.
¿He sido un miserable desde la última vez? Sí, en parte. Al creer que estaba en medio de la fortuna que cualquier otro habría deseado encontrar, cuando no. Porque básicamente se es lo que se quiere ser y se logra lo que se quiere lograr a partir de convicciones claras, no de especulaciones y expectativas; sueños ilusorios.
Cuando opto por lograr lo que quiero, dejando de paso el centenar de miedos que antaño me afligían, como la pérdida de un supuesto romance, o la derrota ante un simio descortés, no me queda más que asimilar que la realidad, el horizonte, el Universo mismo, representa muchísimas más opciones y mejores que las que me venía creyendo como reales.
Divago entre sueños y esperanzas; ayer un iluso, hoy un reflejo de lo que ha crecido dentro de mi ser; y como bien es cierto que he rechazado el dejarme cautivar por cualquiera, también he de reconocer que he dejado pasar oportunidades únicas, con el firme propósito de construir sobre cimentación existente y a futuro, grande, inmensa, muy merecidamente.
¿Es el gozo meritorio? No, de hecho no. Pues el mismo simio en cuestión que más de una vez me ha amenazado me mostró que simplemente no puede superar, o alcanzar siquiera, la barrera del pensamiento; y sin embargo, dicho con humildad, ha logrado capturar y cautivar a quien una vez llegó a posicionarse como un alto interés para mí; así que sí, prefiero declararme derrotado en un asalto, para continuar con la lucha más grande, pues mis victorias son leyenda y mis deseos prácticamente un hito.
Lo sé, lo sé; hasta ahora no como motivo de orgullo alguno lo menciono, más bien como recordatorio ante la humanidad que siempre me ha caracterizado; pues de nada sirve al ser humano creerse todo lo que sale de su boca y de sus dedos proveniente de su mente, si antes no comprende cuerdo que lo que verdaderamente importa es ser prudente, avanzar paciente –pero hacerlo–, y fijarse puntos claves a los que haya que llegar tarde o temprano.
Hoy, soy un reflejo de las buenas y malas decisiones que hube tomado en mi pasado, y al igual que usted, querido lector, he acertado en unas cuantas como en otras he fallado; hay arrepentimiento, pena y decepción entre mis letras; pero gozo, felicidad y satisfacción ante lo que hube amado. Bendiciones aparte. Hoy es un gran día para empezar de nuevo, para seguir siendo valientes, para respirar la pureza y frescura de un amanecer sincero. Hoy es el día en el que más vale la pasión de ser yo mismo.
¿Estaba consciente de lo que quería para mi vida? De hecho no; solamente creyendo que mi andar era el justo, el correcto, el idóneo; engañándome entre pretenciosas ganas del suceder de todo; cuando no. La vida, como bien he reconocido anoche mismo, no se fuerza, simplemente sucede; las cosas bellas que nos esperan a la vuelta de la esquina no tenemos por qué obtenerlas a partir de suplicios, tormentos, lloros, lamentos o ruegos.
¿He sido un miserable desde la última vez? Sí, en parte. Al creer que estaba en medio de la fortuna que cualquier otro habría deseado encontrar, cuando no. Porque básicamente se es lo que se quiere ser y se logra lo que se quiere lograr a partir de convicciones claras, no de especulaciones y expectativas; sueños ilusorios.
Cuando opto por lograr lo que quiero, dejando de paso el centenar de miedos que antaño me afligían, como la pérdida de un supuesto romance, o la derrota ante un simio descortés, no me queda más que asimilar que la realidad, el horizonte, el Universo mismo, representa muchísimas más opciones y mejores que las que me venía creyendo como reales.
Divago entre sueños y esperanzas; ayer un iluso, hoy un reflejo de lo que ha crecido dentro de mi ser; y como bien es cierto que he rechazado el dejarme cautivar por cualquiera, también he de reconocer que he dejado pasar oportunidades únicas, con el firme propósito de construir sobre cimentación existente y a futuro, grande, inmensa, muy merecidamente.
¿Es el gozo meritorio? No, de hecho no. Pues el mismo simio en cuestión que más de una vez me ha amenazado me mostró que simplemente no puede superar, o alcanzar siquiera, la barrera del pensamiento; y sin embargo, dicho con humildad, ha logrado capturar y cautivar a quien una vez llegó a posicionarse como un alto interés para mí; así que sí, prefiero declararme derrotado en un asalto, para continuar con la lucha más grande, pues mis victorias son leyenda y mis deseos prácticamente un hito.
Lo sé, lo sé; hasta ahora no como motivo de orgullo alguno lo menciono, más bien como recordatorio ante la humanidad que siempre me ha caracterizado; pues de nada sirve al ser humano creerse todo lo que sale de su boca y de sus dedos proveniente de su mente, si antes no comprende cuerdo que lo que verdaderamente importa es ser prudente, avanzar paciente –pero hacerlo–, y fijarse puntos claves a los que haya que llegar tarde o temprano.
Hoy, soy un reflejo de las buenas y malas decisiones que hube tomado en mi pasado, y al igual que usted, querido lector, he acertado en unas cuantas como en otras he fallado; hay arrepentimiento, pena y decepción entre mis letras; pero gozo, felicidad y satisfacción ante lo que hube amado. Bendiciones aparte. Hoy es un gran día para empezar de nuevo, para seguir siendo valientes, para respirar la pureza y frescura de un amanecer sincero. Hoy es el día en el que más vale la pasión de ser yo mismo.
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