Piso

A veces solo necesitamos una razón, un impulso, una motivación, una pequeña chispa que nos invite a seguir, a no desmayar, a no rendirnos, a no claudicar.

Y esa pequeña chispa a veces es una emoción, una satisfacción, un anhelo, un hijo, una historia, un romance, un miedo, una necesidad, una meta, una dosis de locura, un instinto animal, una fragancia, un recuerdo, una lágrima, una pasión...

Pero, ¿qué hacer cuando nada de eso se presenta ante nosotros y efectivamente comenzamos a perder el piso y el orden de nuestras ideas, el control sobre nuestro curso mental?

¿Será acaso que estamos destinados a la frustración continua sin tener absolutamente nada que nos invite a despertar con ánimo al día siguiente?

¿Será acaso que todas las personas que nos han hecho promesas terminaron rompiendo nuestro corazón perjudicándonos más allá de las supuestas obras de bondad de las que nos beneficiarían?

¿O es simplemente que nos concentramos tanto en el fracaso, la desolación, la ironía, la desesperación y frustración que no alcanzamos a notar la amplitud del horizonte?

Estamos pues, destinados a aceptar en algún punto de nuestra historia lo que somos; tan grande o pequeño como seamos, motivos para autoflagelarnos hay muchos, penas y dolores en los cuales enfocar nuestro tiempo también; personas malas siempre encontraremos.

Pero en nuestra propia voluntad está el hacer lo necesario para resurgir siempre, para despertar, para levantarnos, para saltar lo que haya que saltar y correr contra quien haya que correr.

Estamos vivos, esa es la actitud; las posibilidades son infinitas si confiamos en Dios, en su voluntad para nuestras vidas, y en su amor inmenso.

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