Perverso
En muchos sentidos lo soy; lo soy cuando veo a alguien con deseo, cuando escribo describiendo sensaciones con detalle, cuando con mi oído desprecio música deplorable, cuando mis ojos se posan inquisitivamente en el cuerpo de una cándida y dulce jovencita, cuando mi mente da vueltas a estrategias para convencer o no dejarse convencer de algo.
Así es; por eso una vez pedí que me pintaran una manzana con dos caras; una podrida y horrenda que representa esa parte de mí carne que siempre está presente, y otra dulce, hermosa y apetecible, que representa todo lo bueno que alguien pudiera ver en mí.
Esa pintura no la he pagado, como sí hice con el cuadro de los labios: Ambas imágenes son de un rojo intenso sobre un lienzo blanco, ¿el objetivo? Que ambas estén frente a mí al despertar de mi cama, una recordándome lo apasionado y delicioso que puedo llegar a ser si me lo propongo; la otra, dándome justo en la cara al recordarme que hay dos parte dentro de mí peleando mutuamente todo el tiempo.
Tengo un plumón y postits, con los que riego notas por aquí y por allá dentro del departamento; para recordarme que soy cambiante, que soy fluido, que no soy estático, que requiero de constante movimiento y aceleración para funcionar; para recordarme que jamás colapso, antes bien me sumerjo en nuevos universos que al cabo de un tiempo comprendo también.
Soy un maestro, y como tal, esgrimo los capítulos de mi vida con dignidad. Aunque fallo en diversas circunstancias, mis metas, cual villano de historia, siempre están fijas desde el comienzo, y jamás quito la mirada de ellas; simplemente hay ocasiones en las que aparecen metas más ambiciosas que me llaman más la atención y se llevan el crédito de mis locuras.
Gran cantidad de veces que he repetido que Dios no me dotó con apariencia como a otros, ni siquiera con talentos plásticos o creativos; a mí lo único que me dio es una mente tremenda capacidad de adaptación al medio y un discernimiento legendario.
Solo queda seguir redactando, soñando, ideando, viviendo, buscando, haciendo, triunfando, iniciando, sonriendo, soportando; solo me queda continuar esperando.
Así es; por eso una vez pedí que me pintaran una manzana con dos caras; una podrida y horrenda que representa esa parte de mí carne que siempre está presente, y otra dulce, hermosa y apetecible, que representa todo lo bueno que alguien pudiera ver en mí.
Esa pintura no la he pagado, como sí hice con el cuadro de los labios: Ambas imágenes son de un rojo intenso sobre un lienzo blanco, ¿el objetivo? Que ambas estén frente a mí al despertar de mi cama, una recordándome lo apasionado y delicioso que puedo llegar a ser si me lo propongo; la otra, dándome justo en la cara al recordarme que hay dos parte dentro de mí peleando mutuamente todo el tiempo.
Tengo un plumón y postits, con los que riego notas por aquí y por allá dentro del departamento; para recordarme que soy cambiante, que soy fluido, que no soy estático, que requiero de constante movimiento y aceleración para funcionar; para recordarme que jamás colapso, antes bien me sumerjo en nuevos universos que al cabo de un tiempo comprendo también.
Soy un maestro, y como tal, esgrimo los capítulos de mi vida con dignidad. Aunque fallo en diversas circunstancias, mis metas, cual villano de historia, siempre están fijas desde el comienzo, y jamás quito la mirada de ellas; simplemente hay ocasiones en las que aparecen metas más ambiciosas que me llaman más la atención y se llevan el crédito de mis locuras.
Gran cantidad de veces que he repetido que Dios no me dotó con apariencia como a otros, ni siquiera con talentos plásticos o creativos; a mí lo único que me dio es una mente tremenda capacidad de adaptación al medio y un discernimiento legendario.
Solo queda seguir redactando, soñando, ideando, viviendo, buscando, haciendo, triunfando, iniciando, sonriendo, soportando; solo me queda continuar esperando.
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