Influenza
Hace una semana que me enfermé estando en el trabajo, tuve que tomar mis cosas y regresar a casa; esperando que con un poco de reposo y medicamento clásico se me pasara la infección...
Lamentablemente el jueves no quise salir de mi cama, comí unos cuantos chocolates y una pizza durante todo ese día; según yo consintiéndome por aquello de sentirme mal.
Al amanecer el viernes, justo después de ir al baño, sufrí el primer desmayo de mi vida; asustado de aquella experiencia, corrí a beber un poco de agua junto al medicamento y me serví una ensalada por las bajas defensas al no haber comido muy bien, todavía con un bocado y la mitad de ensalada en el bol, me caí perdiendo el sentido por segunda vez. Levantándome de inmediato, hice lo que pude para volver en mí y encaminarme a la cama, al cuarto, sin éxito alguno. Puesto que después de dejar en la pared y puerta la marca de la sangre de mi mentón cual pintura rupestre, me desvanecí sin oír ni ver absolutamente nada, dando de cabeza contra un mueble y dañándolo.
Así, posterior a la tercera caída, me levanté como pude, me arranqué la ropa deduciendo que tenía calentura y me metí a bañar a eso de las siete de la mañana, bajo una regadera que me hacía sentir que el agua estaba todo lo reconfortante posible y para nada fría. Con horror a volver a experimentar un desmayo y no levantarme más o quedar ahí solo, sin nadie que me ayudara, mandé un mensaje de voz a mis compañeros avisándoles que no me presentaría a trabajar y muy por el contrario asistiría al médico como consecuencia de lo sucedido, puesto que había dejado de parecerme una gripe tradicional.
Así, con un poco de miedo a caerme pero bien decidido, pedí un Uber con destino a la central, justo después de haber avisado a mi madre que estaría pronto en Colima puesto que la situación había empeorado, sin espantarla con los detalles. Llegando a casa, me llevaron al médico y tras una revisión general me preguntó por mis contactos, a lo que, la cuenta de números tras los que el virus había incubado me daba exacta a lo que mi nutrióloga me comentó que podía haberme infectado: Influenza.
Me mandaron a hacer estudios para corroborar, y efectivamente, era portador del virus tipo B. Me recetaron un medicamento que no había en existencia en las principales farmacias de la ciudad, en el baño de mi casa me desmayé por cuarta ocasión; llegó el medicamento en la tarde y yo con una calentura que no me abandonaba...
Al cabo de la segunda toma, empecé a notar mejoras, cambios para bien en mi salud a partir del sábado por la tarde. Ya el domingo me sentía relativamente bien; para el lunes lo más que sentía era la presencia de un catarro común; por lo que decidí volver al trabajo. El lunes de regreso en Zapopan, comuniqué mi situación a mi jefe, quien preguntando el estado del virus y averiguando que continuaba como portador del mismo, prefirió darme el resto de la semana para pasarlo en casa.
Tras pensar y ver una semana monótona alejada de todo contacto con la gente determiné regresar a Colima, esta vez solo a esperar a que el virus me abandonara por completo y que la semana se fuera... Por eso estoy aquí, con algo así como unas vacaciones pagadas sin ser vacaciones. Esa fue mi experiencia con la influenza, a la que ya siento haberle ganado por ahora, pero que hace una semana estuvo haciéndome sentir sin fuerza y casi muerto.
Lamentablemente el jueves no quise salir de mi cama, comí unos cuantos chocolates y una pizza durante todo ese día; según yo consintiéndome por aquello de sentirme mal.
Al amanecer el viernes, justo después de ir al baño, sufrí el primer desmayo de mi vida; asustado de aquella experiencia, corrí a beber un poco de agua junto al medicamento y me serví una ensalada por las bajas defensas al no haber comido muy bien, todavía con un bocado y la mitad de ensalada en el bol, me caí perdiendo el sentido por segunda vez. Levantándome de inmediato, hice lo que pude para volver en mí y encaminarme a la cama, al cuarto, sin éxito alguno. Puesto que después de dejar en la pared y puerta la marca de la sangre de mi mentón cual pintura rupestre, me desvanecí sin oír ni ver absolutamente nada, dando de cabeza contra un mueble y dañándolo.
Así, posterior a la tercera caída, me levanté como pude, me arranqué la ropa deduciendo que tenía calentura y me metí a bañar a eso de las siete de la mañana, bajo una regadera que me hacía sentir que el agua estaba todo lo reconfortante posible y para nada fría. Con horror a volver a experimentar un desmayo y no levantarme más o quedar ahí solo, sin nadie que me ayudara, mandé un mensaje de voz a mis compañeros avisándoles que no me presentaría a trabajar y muy por el contrario asistiría al médico como consecuencia de lo sucedido, puesto que había dejado de parecerme una gripe tradicional.
Así, con un poco de miedo a caerme pero bien decidido, pedí un Uber con destino a la central, justo después de haber avisado a mi madre que estaría pronto en Colima puesto que la situación había empeorado, sin espantarla con los detalles. Llegando a casa, me llevaron al médico y tras una revisión general me preguntó por mis contactos, a lo que, la cuenta de números tras los que el virus había incubado me daba exacta a lo que mi nutrióloga me comentó que podía haberme infectado: Influenza.
Me mandaron a hacer estudios para corroborar, y efectivamente, era portador del virus tipo B. Me recetaron un medicamento que no había en existencia en las principales farmacias de la ciudad, en el baño de mi casa me desmayé por cuarta ocasión; llegó el medicamento en la tarde y yo con una calentura que no me abandonaba...
Al cabo de la segunda toma, empecé a notar mejoras, cambios para bien en mi salud a partir del sábado por la tarde. Ya el domingo me sentía relativamente bien; para el lunes lo más que sentía era la presencia de un catarro común; por lo que decidí volver al trabajo. El lunes de regreso en Zapopan, comuniqué mi situación a mi jefe, quien preguntando el estado del virus y averiguando que continuaba como portador del mismo, prefirió darme el resto de la semana para pasarlo en casa.
Tras pensar y ver una semana monótona alejada de todo contacto con la gente determiné regresar a Colima, esta vez solo a esperar a que el virus me abandonara por completo y que la semana se fuera... Por eso estoy aquí, con algo así como unas vacaciones pagadas sin ser vacaciones. Esa fue mi experiencia con la influenza, a la que ya siento haberle ganado por ahora, pero que hace una semana estuvo haciéndome sentir sin fuerza y casi muerto.
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