Entonces
Y le dije: ¿Entonces qué Daniela?
Ella respondió: Entonces nada Carlos, absolutamente nada.
Lo que me dejó pasmado posterior a eso con la consecuente inercia de saberme lejos, sin un poco de su entusiasmo como venía creyendo que solía ser parte de mi vida; así se acabó la historia que nunca quiso ver iniciada. Esto de la atracción me tiene un poco sin cuidado, porque a decir verdad no es que tenga mucha, más bien es que muy poco he podido entender de los conceptos encerrados en la misma.
Quisiera escribir una historia, una que fuera cien por ciento real, en la que las cosas me salgan siempre bien, en la que el amor se me de sin volverme loco en el intento, en la que haya solo buenos; una historia sin villanos, sin terceros en discordia que vengan a reducir a nada lo que haya construido con alguien, una historia que sea sincera de principio a fin... Eso quisiera...
Pero también comprendo a la sociedad moderna, a la sociedad actual, la suciedad que corrompe todo el tiempo a nuestra sociedad; sus malos indicios, su afición constante hacia hacer aquello imposible, y me veo a mí mismo, juzgándome de idiota por querer siquiera salir con alguien, con alguien que tal vez no lo valore, con alguien a quien probablemente no le interese, con alguien que presuntamente me ha colocado en su vida como un amigo más; uno que no tiene derecho a aproximarse, a hablarle libremente, a tocarla, así es, un amigo que no tiene permiso de besarla.
Entre quejas y envío indirecto de frases y señales, nunca soy tan determinado como quisiera; puesto que la mayoría en mí insiste en que debo de salir huyendo de la forma en la que me veo humillado, pero por el otro lado, la terquedad de mi deseo y mi convicción de saber que al estar a mi lado su más sincera personalidad se asoma abriéndome las puertas a su alma, me motiva a seguir en pie, constante, presente, recibiendo golpes de desprecio inmerecido, con la única esperanza de volver a sentirla conmigo.
Y así funciona el cerebro terco de un enfermo de deseo; uno que sabe que lo ha perdido todo, pero está consciente de que al no tener ya nada, nada más puede perder con mantenerse perseverante hasta caer sin fuerza; y ya me pasó cuatro veces, ahora he experimentado los golpes directamente sin que me los cuenten, sé lo que es perder el equilibrio y los sentidos antes de desvanecerme.
¿Por qué sigo aquí?
Porque soy mucho más que cualquier reto que me pongan en frente.
Porque para un guerrero la muerte en batalla es el más digno tributo.
Porque puedo con ella como he podido con todo.
Porque sé que la quiero con todo mi ser.
Porque aunque sus labios piden que sea inteligente y mejor me aleje... sus ojos no dejan de gritar lo mucho que me ama.
Ella respondió: Entonces nada Carlos, absolutamente nada.
Lo que me dejó pasmado posterior a eso con la consecuente inercia de saberme lejos, sin un poco de su entusiasmo como venía creyendo que solía ser parte de mi vida; así se acabó la historia que nunca quiso ver iniciada. Esto de la atracción me tiene un poco sin cuidado, porque a decir verdad no es que tenga mucha, más bien es que muy poco he podido entender de los conceptos encerrados en la misma.
Quisiera escribir una historia, una que fuera cien por ciento real, en la que las cosas me salgan siempre bien, en la que el amor se me de sin volverme loco en el intento, en la que haya solo buenos; una historia sin villanos, sin terceros en discordia que vengan a reducir a nada lo que haya construido con alguien, una historia que sea sincera de principio a fin... Eso quisiera...
Pero también comprendo a la sociedad moderna, a la sociedad actual, la suciedad que corrompe todo el tiempo a nuestra sociedad; sus malos indicios, su afición constante hacia hacer aquello imposible, y me veo a mí mismo, juzgándome de idiota por querer siquiera salir con alguien, con alguien que tal vez no lo valore, con alguien a quien probablemente no le interese, con alguien que presuntamente me ha colocado en su vida como un amigo más; uno que no tiene derecho a aproximarse, a hablarle libremente, a tocarla, así es, un amigo que no tiene permiso de besarla.
Entre quejas y envío indirecto de frases y señales, nunca soy tan determinado como quisiera; puesto que la mayoría en mí insiste en que debo de salir huyendo de la forma en la que me veo humillado, pero por el otro lado, la terquedad de mi deseo y mi convicción de saber que al estar a mi lado su más sincera personalidad se asoma abriéndome las puertas a su alma, me motiva a seguir en pie, constante, presente, recibiendo golpes de desprecio inmerecido, con la única esperanza de volver a sentirla conmigo.
Y así funciona el cerebro terco de un enfermo de deseo; uno que sabe que lo ha perdido todo, pero está consciente de que al no tener ya nada, nada más puede perder con mantenerse perseverante hasta caer sin fuerza; y ya me pasó cuatro veces, ahora he experimentado los golpes directamente sin que me los cuenten, sé lo que es perder el equilibrio y los sentidos antes de desvanecerme.
¿Por qué sigo aquí?
Porque soy mucho más que cualquier reto que me pongan en frente.
Porque para un guerrero la muerte en batalla es el más digno tributo.
Porque puedo con ella como he podido con todo.
Porque sé que la quiero con todo mi ser.
Porque aunque sus labios piden que sea inteligente y mejor me aleje... sus ojos no dejan de gritar lo mucho que me ama.
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