Salida
Me fascina escribir, es una de las cosas que más me relajan en la vida; me meto en introspección, autoanálisis y bueno, en general es mi salida cuando necesito cambiar o evolucionar en algún sentido; además, me libera de frustraciones y miedos, porque en general, en mis textos, puedo ser tan dramático como quiera, sin afectar a nadie, sin invadir.
Hace meses que ingresé a trabajar aquí y no encontraba la manera de desalojar esos nudos mentales que me provocan vómitos internos ante entornos socialmente obligados, ante gustos reprimidos y otras cosas. Al fin pude conseguir plasmar mis letras sin afectar a mis queridos jefes (y obviando, en momentos en los que habitualmente mi trabajo primo, por aquello del avance del proyecto, es observar el monitor).
Quiero hacer especial énfasis en esto: Soy yo, pero no soy yo. Las personas que me leen antes de escucharme o tenerme en frente al momento de la interacción terminan conociendo a esta parte de mí, que no desconozco, con la cual exagero, dramatizo, enfatizo, horrorizo y casi por lo general tiendo a detestar, a poner en la peor expectación, ya que, la historia del que detesta la vanidad y sabe que todo lo es, es la que por lo general termino redactando.
Bien, así he perdido a una, dos, tres, y más personas con las que he querido estar; simplemente porque prefirieron al yo a través de las pantallas y los pixeles por sobre el yo de piel, sesos, huesos, órganos y viseras. ¿Soy un temple sin errores? Quisiera, pero la verdad es que todo el tiempo estoy consciente de los fantasmas que me persiguen, solo vivo y ya, con harta necesidad de ser leído y a la vez, deseo de no influir negativamente en mis lectores.
La finalidad de escribir de esta forma no la he conocido hasta ahora; simplemente se me da. Eso de enfocarme en los detalles, la observación, el deseo, el sentido juicioso de las palabras sobre los hechos.
Es ridículo. Siendo la actividad el fluido que trabaja cual sangre de mi productividad, necesito más, todo el tiempo, ocuparme, sea en texto, en labor, en cualquier cosa que represente un reto para mi mente, antes de que se atrofie y vuelva un montón de carne disfuncional.
Hace meses que ingresé a trabajar aquí y no encontraba la manera de desalojar esos nudos mentales que me provocan vómitos internos ante entornos socialmente obligados, ante gustos reprimidos y otras cosas. Al fin pude conseguir plasmar mis letras sin afectar a mis queridos jefes (y obviando, en momentos en los que habitualmente mi trabajo primo, por aquello del avance del proyecto, es observar el monitor).
Quiero hacer especial énfasis en esto: Soy yo, pero no soy yo. Las personas que me leen antes de escucharme o tenerme en frente al momento de la interacción terminan conociendo a esta parte de mí, que no desconozco, con la cual exagero, dramatizo, enfatizo, horrorizo y casi por lo general tiendo a detestar, a poner en la peor expectación, ya que, la historia del que detesta la vanidad y sabe que todo lo es, es la que por lo general termino redactando.
Bien, así he perdido a una, dos, tres, y más personas con las que he querido estar; simplemente porque prefirieron al yo a través de las pantallas y los pixeles por sobre el yo de piel, sesos, huesos, órganos y viseras. ¿Soy un temple sin errores? Quisiera, pero la verdad es que todo el tiempo estoy consciente de los fantasmas que me persiguen, solo vivo y ya, con harta necesidad de ser leído y a la vez, deseo de no influir negativamente en mis lectores.
La finalidad de escribir de esta forma no la he conocido hasta ahora; simplemente se me da. Eso de enfocarme en los detalles, la observación, el deseo, el sentido juicioso de las palabras sobre los hechos.
Es ridículo. Siendo la actividad el fluido que trabaja cual sangre de mi productividad, necesito más, todo el tiempo, ocuparme, sea en texto, en labor, en cualquier cosa que represente un reto para mi mente, antes de que se atrofie y vuelva un montón de carne disfuncional.
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