Fallamos
Desde el incomprensible desvelo de mis días hasta el incalculable valor de sus ausencias sigo en la despiadada estela de nuestra guerra terrenal. Procurando evitar aquello que de nosotros abusa y colma de mal. Somos insensatos al creer que por nuestro valor mismo existencial vamos a merecer más de por el simple hecho de crear más, pero lo admitamos o no, el valor fundamental de nuestro ente es retener la especie.
Trayéndoles a un mundo de males no nos hacemos mejores, es por eso que ocupamos unir fuerzas con alguien que esté dispuesto a luchar hombro con hombro por el bien común. Heredando entonces voluntad y principios y sembrando en otros la semilla del bien incitando a todos a que de un modo sea comprendido que merecemos un lugar mejor.
Dejemos de vernos y tomarnos a nosotros mismos como productos, pues no lo somos, no hay nada tan fuerte y convincente en nuestro ser que haga merecer ese mote, tan, con sinceridad lo digo, absurdo.
Amarse uno mismo es parte fundamental del crecimiento y la maduración; entender al prójimo y no ofuscar en sus intentos por pertenecer a lo que guste es parte de una formación, que solo al cabo de los tiempos y generaciones podremos saber si fue benéfica o no.
Propicios estamos a caer, la voluntad no se hace de la nada, sino que esa fuerza interior es impulsada generalmente por el deseo de asumir un puesto alejado de todo aquello de lo que queremos huir, insultos, palizas, ofensas. Todas cosas por las que cuando se es débil se pasa en mayor frecuencia.
Querer estar con alguien no es tampoco, el máximo ejemplo de satisfacción, porque habrá quien piense que sus esperanzas y voluntades están dispuestas para que otra persona sea quien decida por él; en la obvia ilusión de ser recompensados. Es un aderezo nada más, el sueño afecta a las neuronas y nos evita calcular con veracidad.
Me he enamorado de mí.
Es grato entender que los dichosos son los que el éxito lo deben a los sentimientos de gozo y felicidad, cuando no. A veces subirá el nivel de estrés, presión y temor al no saber lo complicado que será culminar una específica misión. Somos hombres, fallamos.
Finalmente decir que una vez más me he enamorado de Angie, adiós.
Trayéndoles a un mundo de males no nos hacemos mejores, es por eso que ocupamos unir fuerzas con alguien que esté dispuesto a luchar hombro con hombro por el bien común. Heredando entonces voluntad y principios y sembrando en otros la semilla del bien incitando a todos a que de un modo sea comprendido que merecemos un lugar mejor.
Dejemos de vernos y tomarnos a nosotros mismos como productos, pues no lo somos, no hay nada tan fuerte y convincente en nuestro ser que haga merecer ese mote, tan, con sinceridad lo digo, absurdo.
Amarse uno mismo es parte fundamental del crecimiento y la maduración; entender al prójimo y no ofuscar en sus intentos por pertenecer a lo que guste es parte de una formación, que solo al cabo de los tiempos y generaciones podremos saber si fue benéfica o no.
Propicios estamos a caer, la voluntad no se hace de la nada, sino que esa fuerza interior es impulsada generalmente por el deseo de asumir un puesto alejado de todo aquello de lo que queremos huir, insultos, palizas, ofensas. Todas cosas por las que cuando se es débil se pasa en mayor frecuencia.
Querer estar con alguien no es tampoco, el máximo ejemplo de satisfacción, porque habrá quien piense que sus esperanzas y voluntades están dispuestas para que otra persona sea quien decida por él; en la obvia ilusión de ser recompensados. Es un aderezo nada más, el sueño afecta a las neuronas y nos evita calcular con veracidad.
Me he enamorado de mí.
Es grato entender que los dichosos son los que el éxito lo deben a los sentimientos de gozo y felicidad, cuando no. A veces subirá el nivel de estrés, presión y temor al no saber lo complicado que será culminar una específica misión. Somos hombres, fallamos.
Finalmente decir que una vez más me he enamorado de Angie, adiós.
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