Competencia
Vivo en una cuidad pequeña, donde la mayoría de gente en mi edad hace apenas algunos años se podían ver deseosos de vivir. Digo, no es que me considere un niño pequeño pero sí he notado que ellos, en su mayoría han hecho de todo en sus vidas a velocidades impresionantes. Es por eso, en medio de esta situación que he decidido titular mi entrada "Competencia o inversión".
Creo febrilmente que hay dos maneras de aventurarse a la estadía en este planeta, la primera y más común practicada por la mayoría es esa que presume de hacer todo antes de que el sol se ponga. Hombres de mi edad, ex-compañeros de clase hoy son padres más de una vez, se han rehabilitado de sus vicios a las drogas, asisten a estadías de alcohólicos anónimos, son divorciados, se han vuelto a casar, y no sé si han encontrado el motivo por el cuál vivir.
Incluso hay una joven que conozco, de apenas veintidós años y un pequeño infante que dice "no cuidar su cuerpo más porque ya va de salida", o sea, ¿de salida tan joven? Es en esos momentos en los que me pregunto ¿qué pasa por las mentes de esa gente cuando piensan en la palabra "meta"? Es decir, una meta para mí no es precisamente lo que va a suceder mañana al amanecer. Pensar en el mañana a sus ingenuas alturas trae un común denominador como consecuencia, viven a las carreras, motivados por el tener hijos y hacer todo cuanto siempre desearon en ese momento y al vuelo.
Cuando yo pienso en metas, lo hago con mucha cautela, probablemente peco de invertir a largo plazo e ingenuidad. Mientras el resto anda por ahí metiéndose con cuanta dama en su juventud les es posible, en mi caso vivo consciente de querer a una persona a la cual amar, como todos, pero con la intención de hacerlo en serio. Motivado por ese tipo de instancias pienso en cómo trataré a mis hijos si los llego a tener, cómo apoyaré a su formación y cómo les mostraré el mundo de una manera más allegada a lo que yo pienso que a lo que piensa la mayoría.
Una vez escuché que "quien vive a las carreras se cansa primero", no estoy seguro de que sea cierto, lo que sí es, es que puedo notar la vida completa de casi todos mis viejos amigos. Con un trabajo fijo en alguna empresa como objetivo, con una esposa "común" como pareja, con su carrera a medio terminar o terminada sin dedicarse a ello. Con sus sueños e ilusiones truncados en la manutención de su primer matrimonio y la pensión de sus hijos regados.
Creo que meditar las cosas me ha hecho un inversor en todas las áreas que me desenvuelvo, he cometido errores, como todos. Me he limpiado las heridas y he reiniciado mi esfuerzo una y otra vez. No estoy hecho para sentirme derrotado por nada, ni por nadie. Una actitud que siempre ha sido mi distintivo es la perseverancia. Agradecer siempre el conocimiento adquirido durante la batalla no es aceptar la derrota, sino entender que uno todavía no está completamente formado en aptitudes para soportar la carga que ese mérito supone.
La inversión consiste en no ceder, en no rendirse, porque lo que diferencia al triunfador del resto es la actitud. No me gusta llamarme optimista, porque tampoco lo soy; ni idealista, porque mis utopías son como en cada uno eso mismo; jamás seré un pesimista... El realismo es mi percepción, sin embargo, no subestimo a los rivales ni me hago superior a voces. Eso es de tontos. Prefiero aprender de ellos, de sus victorias y errores para así, poder un día contender contra los tales y plantar mi posición, que como tal es la de alguien que no amedrenta.
Creo febrilmente que hay dos maneras de aventurarse a la estadía en este planeta, la primera y más común practicada por la mayoría es esa que presume de hacer todo antes de que el sol se ponga. Hombres de mi edad, ex-compañeros de clase hoy son padres más de una vez, se han rehabilitado de sus vicios a las drogas, asisten a estadías de alcohólicos anónimos, son divorciados, se han vuelto a casar, y no sé si han encontrado el motivo por el cuál vivir.
Incluso hay una joven que conozco, de apenas veintidós años y un pequeño infante que dice "no cuidar su cuerpo más porque ya va de salida", o sea, ¿de salida tan joven? Es en esos momentos en los que me pregunto ¿qué pasa por las mentes de esa gente cuando piensan en la palabra "meta"? Es decir, una meta para mí no es precisamente lo que va a suceder mañana al amanecer. Pensar en el mañana a sus ingenuas alturas trae un común denominador como consecuencia, viven a las carreras, motivados por el tener hijos y hacer todo cuanto siempre desearon en ese momento y al vuelo.
Cuando yo pienso en metas, lo hago con mucha cautela, probablemente peco de invertir a largo plazo e ingenuidad. Mientras el resto anda por ahí metiéndose con cuanta dama en su juventud les es posible, en mi caso vivo consciente de querer a una persona a la cual amar, como todos, pero con la intención de hacerlo en serio. Motivado por ese tipo de instancias pienso en cómo trataré a mis hijos si los llego a tener, cómo apoyaré a su formación y cómo les mostraré el mundo de una manera más allegada a lo que yo pienso que a lo que piensa la mayoría.
Una vez escuché que "quien vive a las carreras se cansa primero", no estoy seguro de que sea cierto, lo que sí es, es que puedo notar la vida completa de casi todos mis viejos amigos. Con un trabajo fijo en alguna empresa como objetivo, con una esposa "común" como pareja, con su carrera a medio terminar o terminada sin dedicarse a ello. Con sus sueños e ilusiones truncados en la manutención de su primer matrimonio y la pensión de sus hijos regados.
Creo que meditar las cosas me ha hecho un inversor en todas las áreas que me desenvuelvo, he cometido errores, como todos. Me he limpiado las heridas y he reiniciado mi esfuerzo una y otra vez. No estoy hecho para sentirme derrotado por nada, ni por nadie. Una actitud que siempre ha sido mi distintivo es la perseverancia. Agradecer siempre el conocimiento adquirido durante la batalla no es aceptar la derrota, sino entender que uno todavía no está completamente formado en aptitudes para soportar la carga que ese mérito supone.
La inversión consiste en no ceder, en no rendirse, porque lo que diferencia al triunfador del resto es la actitud. No me gusta llamarme optimista, porque tampoco lo soy; ni idealista, porque mis utopías son como en cada uno eso mismo; jamás seré un pesimista... El realismo es mi percepción, sin embargo, no subestimo a los rivales ni me hago superior a voces. Eso es de tontos. Prefiero aprender de ellos, de sus victorias y errores para así, poder un día contender contra los tales y plantar mi posición, que como tal es la de alguien que no amedrenta.
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