Pelirrojas

Mis más sombríos secretos en algún momento tendré que revelarlos, soy humano, como todos, así que no hay forma de ignorarlos. Hoy voy a escribir acerca de la clase de físico que me impresiona y en el que se basan muchas de mis fantasiosas historias.

El cabello, una parte importante, es la corona que refleja el ímpetu de la dama; mi color favorito, el rojo y de lacio estilo me gustan como nada.

Los ojos, grandes y expresivos; si van acompañados de un poco común tono azul no hay más por decir que admirar tan intensa belleza.

El tono de la piel, claro, casi transparente es mi predilecto; ese impacto minimalista que provocan unos labios rojos sobre una piel así me encanta.

Curiosamente, pareciera que defino un aspecto muy raro para las regiones latinas, y lo comprendo claramente. Sin embargo debo mencionar que la constitución de los cuerpos femeninos que más me agrada es la latina; no europea.

Curvilínea, las damas con curvas, no presurosamente demasiadas pero sí las suficientes como para no poder identificar la ligera línea que las separa de una silueta delgada.

De pequeña cintura y marcada cadera; es cierto que mis brazos no son muy cortos que digamos y de igual manera puedo abrazar a una persona de tronco grueso como a una delgada; sin embargo, son mis gustos y en mis gustos están fuertes las cinturas pequeñas.

Las espaldas pequeñas me gustan más; debo recordar lo que en algún momento mencioné, mi mayor fetiche es una espalda bien definida, atlética y estilizada. No existe lienzo más delicioso para plasmar arte que una espalda de ese modo.

Piernas, muslos y brazos con músculos largos y torneados; no como luchadora, sí como bailarina. La clase y el estilo reflejado en un cuerpo humano dice tanto de sí, como lo dice de mí el que me gusten tanto.

Probablemente haya quien se divierta con lo que he escrito y me digan quizá que no existe mujer así nacida en este plantea; probablemente tenga razón ese alguien, pero me gusta imaginar. Tampoco he dicho que no acepte otro tipo de bellezas, debo mencionar que siempre que me he enamorado ha sucedido por cuestiones no físicas sino espirituales. Y es que no hay dama más hermosa que aquella que sabe expresar con su sola presencia lo que hay en su corazón, mente y espíritu; de esas, vaya que he conocido a algunas.

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