No dejo de recordarme la frase que estaba hace algunos días, amartillando mi cabeza como si el futuro de mi existencia dependiera de eso: "Dios, si me ibas a dar estos gustos, también me hubieras dado recursos infinitos para mantenerlos; no que así, quedo como un tarado solamente."
Y es que a dondequiera que volteo, me sobresatura el entorno; la gente, cada cual de apariencia mejor al anterior, y yo aquí, estancándome en la porquería de la incertidumbre, en no saber qué es lo que sucede conmigo, con dolores de cabeza y estómago casi diario, siendo ignorado hasta el aburrimiento, sin destacar, ni sobresalir, existiendo por mera inercia del tiempo y espacio.
Pero por qué parece que no existo siquiera, antes me regodeaba de ser un ente gris, en sentido de que preferiré siempre ser ignorado que tener los reflectores encima; pero cuando uno es ignorado de tal manera, se percibe como un vuelco hacia la inexistencia misma, donde la presión social (inexistente) a modo de resolución —por la necesidad de pertenecer— termina empujándonos hacia la nada, hacia el horror del vacío.
Hoy me regresé del trabajo, no me estaba sintiendo del todo bien; mi cabeza atraviesa un montón de emociones en este momento, y la verdad me sentía con sueño, sin energía, con dolor en los huesos... Llegué a la casa, me dormí un poquito y al despertas me tomé un Paracetamol, espabilé y me salí al café un rato. En la fila, Ana, y yo ni en cuenta. Estuve a nada de babear. No por nada es un personaje llamativo de lo que estoy escribiendo.
Por cierto, creo que ya no continuaré escribiendo mi Novela aquí, lo dejaré para actividad en casa. Porque al final, se percibe una clase de confort distinto en este lugar, no como se sentía antes; sobretodo porque hay demasiados elementos distractores. Solo se puede aprovechar cuando está más solitario.
Hay un viejo asqueroso que seguido viene aquí. Es como poner un florero con plantas podridas en el lugar. Me incomoda, es muy raro, me da la impresión de que trabaja para el gobierno y no tienen nada qué hacer. Le quita la tranquilidad al café. Porque es incómodo hasta de ver. Tiene un aspecto desagradable, mugroso, hediondo. Ya sé, ya sé, no debería estar escribiendo acá, pero es la verdad, esa impresión da. Es ruidoso, pretencioso (por eso creo que pertenece al gobierno), bobo y tiene un aspecto que le queda a la descripción que acabo de dar. Deberá de tener unos setenta años, con la barba horrible, larguísima y cana (unos 30 cm).
En fin, no debería de clavarme con ese tema, el asunto es que me incomoda su presencia, en general. Ya me voy a calmar, dejaré de escribir al respecto por ahora, y trataré de evitar a esa persona incómoda, o cualquier otra persona que me incomode. Al final ahí radica la adaptabilidad, en que no te importe lo que te rodea, que puedas seguir con lo tuyo sin inmutarte.
No dejo de recordarme la frase que estaba hace algunos días, amartillando mi cabeza como si el futuro de mi existencia dependiera de eso: "Dios, si me ibas a dar estos gustos, también me hubieras dado recursos infinitos para mantenerlos; no que así, quedo como un tarado solamente."
Y es que a dondequiera que volteo, me sobresatura el entorno; la gente, cada cual de apariencia mejor al anterior, y yo aquí, estancándome en la porquería de la incertidumbre, en no saber qué es lo que sucede conmigo, con dolores de cabeza y estómago casi diario, siendo ignorado hasta el aburrimiento, sin destacar, ni sobresalir, existiendo por mera inercia del tiempo y espacio.
Pero por qué parece que no existo siquiera, antes me regodeaba de ser un ente gris, en sentido de que preferiré siempre ser ignorado que tener los reflectores encima; pero cuando uno es ignorado de tal manera, se percibe como un vuelco hacia la inexistencia misma, donde la presión social (inexistente) a modo de resolución —por la necesidad de pertenecer— termina empujándonos hacia la nada, hacia el horror del vacío.
Hoy me regresé del trabajo, no me estaba sintiendo del todo bien; mi cabeza atraviesa un montón de emociones en este momento, y la verdad me sentía con sueño, sin energía, con dolor en los huesos... Llegué a la casa, me dormí un poquito y al despertas me tomé un Paracetamol, espabilé y me salí al café un rato. En la fila, Ana, y yo ni en cuenta. Estuve a nada de babear. No por nada es un personaje llamativo de lo que estoy escribiendo.
Por cierto, creo que ya no continuaré escribiendo mi Novela aquí, lo dejaré para actividad en casa. Porque al final, se percibe una clase de confort distinto en este lugar, no como se sentía antes; sobretodo porque hay demasiados elementos distractores. Solo se puede aprovechar cuando está más solitario.
Hay un viejo asqueroso que seguido viene aquí. Es como poner un florero con plantas podridas en el lugar. Me incomoda, es muy raro, me da la impresión de que trabaja para el gobierno y no tienen nada qué hacer. Le quita la tranquilidad al café. Porque es incómodo hasta de ver. Tiene un aspecto desagradable, mugroso, hediondo. Ya sé, ya sé, no debería estar escribiendo acá, pero es la verdad, esa impresión da. Es ruidoso, pretencioso (por eso creo que pertenece al gobierno), bobo y tiene un aspecto que le queda a la descripción que acabo de dar. Deberá de tener unos setenta años, con la barba horrible, larguísima y cana (unos 30 cm).
En fin, no debería de clavarme con ese tema, el asunto es que me incomoda su presencia, en general. Ya me voy a calmar, dejaré de escribir al respecto por ahora, y trataré de evitar a esa persona incómoda, o cualquier otra persona que me incomode. Al final ahí radica la adaptabilidad, en que no te importe lo que te rodea, que puedas seguir con lo tuyo sin inmutarte.